Cuanta alegría se siente al saber que tu partida se dio en los términos pactados con tu destino de juglar eterno y en medio de los lamentos de quienes te seguiremos queriendo y el asombro de los que apenas se enteraron de tu existencia por las “esmirriadas” noticias que la prensa nuestra publicó. Los mejores titulares los resaltamos en los corazones y mentes de los amantes incondicionales de tu poesía popular, de tus ocurrencias de campesino prístino y de tus enamoramientos geográficos más allá de las tierras sinuanas.
No hubo dolientes extraños por tu partida ni lluvia de reporteros para cubrir el inicio de tu ausencia, a cambio, estaba el sudor y las lágrimas de hombres y mujeres que aprendieron a crecer queriendo a su tierra con tus cantos y despertando una sensibilidad tan efímera como el aleteo del colibrí esquivo, pero tan necesario para renovarla en cada suspiro del día.
Si no es por tus cantos a la tierra y a su gente, este país de impuros no se hubiese enterado de la existencia de una “aventurera” a la que la desplazaba no la violencia, sino la necesidad de vender amor a precios bajos entre hombres hambrientos de extrañas pasiones.
Gracias a tu inspiración divina pudimos saborear el porro sinuano en una comunión mística que mezclaba olores, sabores, ritmos y sensaciones inexplicables para los que jamás han conocido un “celele” o un “minguí con coco”. Vayan a saber los extraños al oír esas letras y vacilar ante el dilema de bailarlo o saborearlo.
Ya es hora en el avance de estas líneas llamarte por tu nombre Pablo Flórez Camargo. Para que más de uno se reconcilie con tu figura ancestral, mítica y eterna. Que tu enjuta figura y pequeña mirada de Zenú milenario perdure en la grandeza de nuestras conquistas originales.
Que así como le cantaste a una “Aventurera” también te extraviaste de buena manera en la adoración inexorable al poder del feudo ganadero y al derroche de riqueza de algunos de sus ejemplares. A la fiesta brava y a sus rituales de pueblo en formación social. A Nancho Bedoya y su legendaria armonía de centauro sinuano. Hiciste llorar a San Pelayo con tus “tres clarinetes” y también le cantaste a María Marzola la acaba hombres y amigos. Nos recordaste que la cumbia montuna aún existe en medio de un olor a “ron ñeque” ancestral y clandestino.
Eso te lo perdonamos Pablo Flórez porque sabemos que la creación de tu poesía era superior a eso que nosotros miramos con ojo crítico y contestatario. Ella era ingenuidad pero también sinceridad. Era pueblo pero también universalidad. La pobreza y la riqueza fueron temas que tu poesía atravesó y revisitó de ese dulce casero de tus míticos abuelos Zenúes. Basta oír de manera obligada canciones como “Con el agua a la rodilla” y sentir la pobreza rural que nos avergüenza y también sonreír en el extremo con el canto obsesionado a la “Turquesa Morena”.
Te marchaste y el Porro Sinuano sigue esperando que tus reclamos a los circuitos comerciales mezquinos y pretenciosos, algún día se den cuenta que es posible convivir con la grandeza de nuestros músicos descalzos y sus querencias de vida, alegría y sentido común.
El testamento leído y musicalizado por tus mismas manos, pequeñitas y tiernas como la de nuestros abuelos imborrables, fue cumplido al pie de la letra por tus hijos orenses y sinuanos, por extraños de cerca y de lejos, por los que desde el olvido y la distancia sabemos que tu partida era necesaria para el descanso del cuerpo pero a sabiendas de la eternidad de tu sonrisa infinita y tus repentinas respuestas que sacaban de lugar a cualquier humano racional y triste.
Coda 1: una advertencia juguetona dejó el Maestro Pablo Flórez para el otro Maestro del Sinú, el pintor Cristo Hoyos; él ya sabe lo que le toca hacer.
Coda 2: que Aglaé Caraballo, Carlos José Marín y otros amigos del Sinú retomen el esfuerzo de “Domus Libris” para reeditar al Maestro Pablo Flórez y todas sus versiones originales que tanto necesitamos.