El pasado jueves estuve visitando “Proflora”, el evento comercial más importante de los floricultores colombianos que se celebra por estos días en Bogotá y no me quedan dudas sobre el porqué somos el principal país exportador de claveles y el segundo mayor exportador de flores del mundo, después de Holanda.
El año pasado estos empresarios exportaron mas de 740 millones de dólares a los mercados de Rusia, Estados Unidos, Europa y Japón entre otros. Son unos verdaderos líderes en la calidad y comercialización de sus productos. Cuando les pregunté quién les financiaba el costo de la producción de sus cultivos, me respondieron que un gran porcentaje lo hacían con recursos propios porque Finagro no cuenta con una línea de crédito ajustada a la naturaleza del negocio y las tasas de interés son muy altas comparadas con las del mercado externo. Lo mismo debe estarle sucediendo a los otros subsectores agroexportadores del país.
Este triste panorama lo palpé también cuando visité el pasado julio la feria de Agroexpo en Bogotá. El inconformismo por parte de los productores, industriales, comercializadores y proveedores de servicios agropecuarios es generalizado. Las quejas se concentran principalmente en la cantidad de trámites y requisitos exigidos por Finagro, la demora en la aprobación y desembolso de los créditos, las altas garantías que se exigen para respaldar el préstamo y las altas tasas de interés que oscilan entre el 10% y el 14% efectivo anual. El término “crédito de fomento” es un saludo a la bandera.
En la vida real, cuando un productor del campo se acerca al Banco Agrario a solicitar un crédito para desarrollar un proyecto productivo, debe aportar una garantía real del 150%, su inmueble se lo reciben por el 55% del valor comercial, le exigen viabilidad técnica, financiera y ambiental del proyecto, fiadores con garantías, le cobran la tasa de interés más alta permitida por Finagro y si tiene palanca, el desembolso se lo realizan en 6 meses. Posteriormente (180 días después), debe pagar el control de inversiones que Finagro exige a los bancos. Claramente, estos cuellos de botella han obstaculizado el crecimiento de la producción de alimento del país y por ende el desarrollo del sector agropecuario.
Para ponerlos en contexto, en Colombia se producen al año aproximadamente 25 millones de toneladas de alimento en agricultura, 970.000 toneladas de carne de res, 1.1 millones toneladas de pollo, 6.400 millones de litros de leche, 636.000 huevos y 280.000 toneladas de cerdo que tienen un costo aproximado a los 30 billones de pesos. El año pasado el total de los créditos al sector agropecuario fue tan solo de 6.4 billones de pesos.
Otro síntoma de la ineficiencia del sistema de financiamiento del sector agropecuario se ve claramente en las estadísticas del comportamiento del crédito en el 2012. De los $ 6.4 billones colocados, escasamente el 25% fue para pequeños productores (de 11 millones que tenemos trabajando en el campo). El Banco Agrario colocó el 37% del valor de los créditos y la cartera de redescontada por Finagro solo obtuvo una participación del 38%. Es decir, el gran esfuerzo lo hizo la banca privada con sus recursos propios. Es aquí donde uno se pregunta ¿para que existen la Comisión Nacional de Crédito Agropecuario y Finagro?
Necesitaría una columna adicional para escribir las propuestas que pueden sacar de este atolladero el financiamiento del sector agrario. Si comenzamos por eliminar la absurda y desigual norma de calificación de los productores, habremos ganado un terreno importante. Si establecemos tasas de interés de redescuentos conforme a los plazos, conseguiremos una reducción importante en los intereses y si lanzamos unas líneas de crédito en dólares y Factoring, los exportadores y pequeños productores tendrían mayor acceso al crédito.
@indadangond
¿Quien los financia?
Lun, 07/10/2013 - 15:36
El pasado jueves estuve visitando “Proflora”, el evento comercial más importante de los floricultores colombianos que se celebra por estos días en Bogotá y no me quedan dudas sobre el porqué s