Radio Santa Fe y el vía crucis de la radio

Lun, 07/10/2013 - 16:04
La popular Radio Santa Fé, 1070 AM, llegó a tener en Bogotá el 60 por ciento de la sintonía. El otro 40 se lo repartían decenas de emisoras, incluyendo Nueva Granada de RCN y Nu
La popular Radio Santa Fé, 1070 AM, llegó a tener en Bogotá el 60 por ciento de la sintonía. El otro 40 se lo repartían decenas de emisoras, incluyendo Nueva Granada de RCN y Nuevo Mundo, de Caracol. Efrén Yepes Lalinde, el locutor insignia (“Marinos de Colombia, buen viento y buena mar…) fue un ídolo nacional. Yepes y don Hernando Bernal, fundador, murieron jóvenes. El primero en un accidente de automóvil y el segundo por un infarto cardíaco. Don Hernando es reconocido como pionero y creativo de la radio colombiana. A lo largo de 75 años, los hermanos Bernal y especialmente Blanquita y “Lulú”, mantuvieron en alto el nombre de Radio Santa Fé, con la guía permanente de doña Luisita, lúcida hoy a sus 90 años. Yo tuve el honor de dirigir el noticiero y la emisora en cuatro oportunidades. Una vez nos pusimos por encima de las dos grandes cadenas, con el apoyo del llamado “Batallón de Amigos”, más de 50 mil personas carnetizadas que constituían una gran familia. Estos recuerdos se deslizan por mi mente a propósito de que el nombre de la emisora, ahora alquilada a Caracol, dará paso al muy populacho de “Quiubo”,  por alianza que hacen con los periódicos del mismo nombre, dedicados a la crónica judicial y la farándula. El caso de Radio Santa Fé no es el único. Muchas emisoras han venido sucumbiendo al poder de los conglomerados económicos. Súper (de los Pava) pasó a manos de RCN; Melodía Stereo fue alquilada a Blu (los Santo Domingo estarían pagando $300 millones mensuales) y en provincia otras emisoras fueron adquiridas por la organización Olímpica. Hasta la exitosa “Candela Stereo” (de William Vinasco) se vio forzada a alianzas comerciales con Caracol. La radio independiente se fue acabando y Todelar, como grupo, es sobreviviente única. Pequeñas estaciones de pueblo fueron a parar a manos de las cadenas, cuando no de brujos y grupos religiosos. Los políticos ya no adquieren medios de comunicación. Compran periodistas y votos “por paquetes”. Subsistir, frente a los cerrados monopolios de la información se ha vuelto tarea suicida, al margen de la discusiones sobre el daño y las bondades del modelo, que no es sólo nacional sino mundial. Sólo resisten los grandes, los músculos económicos poderosos. Y ocurre con la prensa mundial. Sucedió en Colombia con El Tiempo y El Espectador. Al interior de las familias, la forma de interpretar la decisión es distinta. Unos piensan que se trata de la gran solución. Otros (como en el caso de Blanquita) la tristeza los aplasta, hasta el punto de creerse traidores del legado recibido. La cuestión es que –siempre ha ocurrido- los grandes se comen a los chicos, y el poder de la chequera se impone. El romanticismo no es buena compañía hoy de los periodistas y menos de los empresarios de los medios. Muy pocos, entonces, lloramos la desaparición transitoria (¿?) de Radio Santa Fé, mientras algunos periodistas –de la misma estación-  celebran que el cheque llegue firmado por el grupo Prisa. Se sienten más grandes…
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