Reflexiones sobre el debate a Uribe

Jue, 18/09/2014 - 15:00
Pensaría el senador Chamorro que promoviendo el debate contra el expresidente Uribe estaba haciendo un gran bien a la democracia colombiana y que su nombre pasaría a la historia como un gran demó
Pensaría el senador Chamorro que promoviendo el debate contra el expresidente Uribe estaba haciendo un gran bien a la democracia colombiana y que su nombre pasaría a la historia como un gran demócrata por su decidida promoción al control político, pero resulta que no será así. Como era de esperarse, el debate que supuestamente se hacía sobre el paramilitarismo en Colombia, no fue más que un ataque directo hacia Álvaro Uribe y su familia por parte de un senador que insistió hasta la saciedad para adquirir algo de brillo mediático y así emprender un nuevo round de imprecisiones, falsedades e insultos que nada aportan al desarrollo del país y de la democracia. Dicho lo anterior, hagamos algunas reflexiones posteriores al debate en mención. Primero, a pesar de los incontables argumentos presentados por congresistas del Centro Democrático y de otros partidos sobre la ilegalidad de hacer un debate de control político a un senador en ejercicio de acuerdo a la ley 5, los interesados en ver a Uribe bajo juicio político desconocieron que el papel del Congreso es hacer control al gobierno y no a otros congresistas. Infortunada y peligrosa decisión tomaron los parlamentarios promotores del debate contra Uribe pues abrieron la posibilidad y generaron un antecedente para que más adelante cualquier otro congresista que tenga vendettas personales contra otro colega busque someterlo a debate público. La cuenta de cobro para la democracia y el funcionamiento del Congreso llegarán más adelante. Segundo. Contrario en hacer bien a la democracia y a la desgastada imagen del Congreso, los promotores del debate demostraron a los colombianos que más interés despierta entre algunos parlamentarios ir a debates con contradictores políticos que legislar con igual intensidad e interés por temas de urgencia nacional. Ojalá de aquí en adelante haya sesiones de la misma duración al debate de hoy, haciendo control al gobierno, legislando sobre educación, seguridad, programas sociales, etc. Y ojalá también algunos ministros acudan con el mismo compromiso a sesiones de control a sus carteras en las próximas legisltauras. Tercero. Llama la atención que quienes tanto hablan de paz ante las cámaras y en los micrófonos de radio y plazas públicas, hayan sido los más incendiarios en el debate. Bastante desagradable escuchar a Claudia López referirse a Uribe en términos desobligantes y groseros que no merece la pena replicar y decir que al retirarse no daba la cara al debate, cuando contrario a esto, el expresidente ha presentado en todos los escenarios y con todos los contradictores a lo largo de su extensa carrera pública defensa y claridad sobre las acusaciones que se han hecho. ¿Olvida la senadora López lo anterior? Vemos cómo se pregona la paz de dientes para afuera, pero se demuestra lo contrario en el ejercicio. Luz de la calle y oscuridad de la casa dirían las abuelas. Buscan firmar acuerdos de paz con grupos terroristas mientras al tiempo encienden batallas con contradictores democráticos: qué contradictorio proceder. Cuarto y último. Bastante criterio político faltó a quienes promovieron y apoyaron el debate. Hubiera sido valioso preguntarse en etapas de discusión previas a la aprobación de éste, cuáles eran los verdaderos motivos que impulsaban al citante a realizar este esfuerzo: ¿buscaba la verdad? ¿quería aportar a la paz del país? O simple y llanamente era un esfuerzo más por buscar acabar con la honra del expresidente Uribe. ¿No eran claros los motivos? ¿Entonces por qué el interés de algunos por aprobar y promover el debate cuando era evidente la motivación? Una vez más, Uribe puso el pecho, respondió con la vehemencia que lo caracteriza, demostró con pruebas en mano que más que un loable interés democrático por promover paz y verdad, las motivaciones del debate en su contra eran netamente políticas y personales. El Congreso no ganó con este debate, la democracia tampoco, no obstante algo positivo surgió; vimos un líder que a pesar de enfrentarse contra mayorías políticas adversas y de tener la privilegiada categoría de expresidente que muchos otros aprovechan para volverse  inalcanzables, Álvaro Uribe dio ejemplo de valentía, claridad, seriedad y valor civil para enfrentar cuestionamientos y falsedades, que muchos otros personajes que hacen parte de la vida pública, evitan hasta el final de sus carreras. Dio ejemplo a la democracia y a los servidores públicos de hoy, y aquellos que están por venir. Post Scriptum: Ojalá el Concejo de Bogotá revise el profundo interés del Canal Capital por transmitir el debate contra Uribe. ¿Obrará con el mismo entusiasmo el canal por difundir un debate contrario a su clara ideología política?
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