Se armó la gorda (Fabiola)

Lun, 03/11/2014 - 16:13
Como ella no dejaba de reírse, ni su marido (el también humorista “polilla”) le creyó el cuento de que su corazón se había detenido.

La gorda Fabiola, como se le conoce nacionalmente, tuvo
Como ella no dejaba de reírse, ni su marido (el también humorista “polilla”) le creyó el cuento de que su corazón se había detenido. La gorda Fabiola, como se le conoce nacionalmente, tuvo una cita médica de rutina y del chequeo resultó la sorpresa de que estaba infartada. Suele sucederle al diabético, que ni cuenta se da, saltándose las alarmas del dolor que pueden salvarle la vida. Fabiola Posada y Nelson Polanía (ella muy gorda y él demasiado flaco) se conocieron en “campeones de la risa”, que luego se transformó en Sábados Felices. Los dos eran principiantes. Ella entró al programa como “extra” y él imitando a un personaje opita, Pastrana Polanía, Celio como nos pintan a los huilenses en los programas de humor. Jaime Valencia (recuerdan el dueto Ana y Jaime?) fue el celestino de esa relación, quien se tomó en serio la posibilidad y logró juntarlos a punta de café y petróleo. Fabiola tenía una hija, Alejandra. Y los dos humoristas “se inventaron” al niño. Nelson dice que lo bautizaron como su padre porque de no serlo, por lo menos eran tocayos. La vida de los humoristas y los payasos -mucho se ha reiterado- esconde sus penurias, tristezas y dolores. Como aquellos años en que Fabiola (siendo concejal de Bogotá) descubrió el calvario de su hija universitaria, que para no ser gorda como su mamá estuvo a punto de morir. En un relato de la época (en 'El Tiempo') Alejandra y Fabiola relatan la dolorosa historia: Fabiola: Mi vida ya era un infierno. Me salía de las sesiones del Concejo de Bogotá para seguir a mi hija. En las grabaciones del programa Sábados Felices las líneas se me olvidaban y se me dificultaba grabar las escenas de risa. Llegaba a la casa y le pedía con lágrimas a mi hija que tuviera fuerza de voluntad. La sacudía. Ella ni se inmutaba. Tuve que ponerles candados a las alacenas y a la nevera. Ella lograba abrirlos. Desaparecía en ocasiones de la casa. Alejandra: En el 2004 y el 2005 bajé a 44 kilos. Sin embargo, veía los dedos, la cara y el cuerpo gordos. Sentía que tenía que adelgazar más. F: Alejandra tenía distorsionada la realidad. Porque yo veía a mi hija cadavérica. Su cabello se caía por montones y la piel se le hundía. Comenzó a sacarme plata de la billetera para comer y llegó a robar comida en supermercados. Fueron días en que veía que mi hija iba a morir y yo con ella. Me refugié en la oración. A: Me tomé todo lo que había en un botiquín porque sentía que nadie me quería. F: Estuve al día siguiente en la unidad de cuidados intensivos y le dejé una nota que decía: “Hoy es un nuevo día y me pregunto cómo quieres vivirlo”. Saqué fortalezas de donde no tenía y llorando la dejé sola en la clínica. Ella pensó que la había abandonado y se voló. Al poco tiempo regresó a la casa, embarazada. Alejandra se salvó. Su hijo Samuel creció. La gorda Fabiola y “polilla” siguieron amándose. Se casaron en Las Vegas. Y venían filmando con inmensa ilusión la película “se armó la gorda”, que ya tienen lista en un 80 por ciento, en escenarios de San Francisco, Estados Unidos. El restante 20 por ciento debe hacerse en Colombia y -en teoría- la exhibición debería empezar en enero. El primer preinfarto que sufrió Fabiola sucedió en Nariño. Los humoristas de “Sábados Felices” fueron invitados por el entonces gobernador Antonio Navarro Wolf, a jugar un partido en Pasto, para colaborar con alguna obra social. Viajando entre el aeropuerto local y la ciudad, la tranquilidad del elenco fue interrumpida abruptamente por una lluvia de bombas y el estallido de varios artefactos. El ruido de las balas pronosticaba una tragedia. El flaco Agudelo, Hugo Patiño, Doña Barbarita y Alerta, entre otros, buscaron afanosamente refugio detrás de los árboles cercanos y las piedras más grandes que lograron encontrar. La gorda Fabiola, que constituía un estorbo para el afán egoísta de salvarse cada quien, fue abandonada en el sitio. Nadie quiso cargarla y ella quedó paralizada por el susto. Todos esperaban el tiro de gracia o la aparición de los guerrilleros o delincuentes que -pensaban- podrían inicialmente secuestrarlos. Fueron pocos minutos, pero suficientes para sentirse transportados al más allá. Mientras unos permanecían tirados en el pasto o escondidos, otros ya se habían puesto de rodillas, con los brazos en forma de cruz, pidiéndole a Dios perdón por sus vidas e indulgencia por sus pecados. Estaban en esas…cuando salió de un escondite Navarro Wolf, y les gritó: ¡Pásenla por inocentes! -Qué pena, fue una broma muy pesada, en desquite a todos los chistes que nos hacen a los pastusos, se justificó. Patiño, en medio del pánico de ese día, le sentenció a Navarro que una plaga enorme de gorgojos acabaría con su pata de palo, como castigo por semejante chanza, de la cual todavía no se reponen. El partido no se pudo jugar el día previsto, porque todos estaban enfermos del estómago.
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