Seamos realistas y...

Mié, 12/09/2012 - 00:33
Tomo las palabras de Emilio Carvajalino,  alias Andrés París en la F.M. de Vicky Dávila, para atinar a decir que comenzó a realizarse lo que parecía imposible años atrás, cuando Juan Manuel Sa
Tomo las palabras de Emilio Carvajalino,  alias Andrés París en la F.M. de Vicky Dávila, para atinar a decir que comenzó a realizarse lo que parecía imposible años atrás, cuando Juan Manuel Santos, ahora hombre de paz, antes de guerra, propinó duros golpes contra el Secretariado General de las Farc. ¿Quién convenció a Santos, el popular exministro de Defensa para que cambiara de opinión? ¿Quién hizo posible lo que parecía lejos de esa supuesta realidad? La lista de los imposibles apareció en el rifirrafe de la opinión pública, al lado de las mochilas y las botas de los militares en retiro, como el general Jorge Enrique Mora, que antes no veía, si siquiera de cerca, la posibilidad de sentarse a hablar de tú a tú y menos aún de frente con su eterno enemigo en el campo de batalla. A continuación, les presento la bitácora de lo que parecía imposible durante la última década. a)  Santos habla de paz sin Tirofijo, Jojoy y Reyes. b)  Voceros de las Farc usan los micrófonos desde Cuba, nuevamente. c)   Generales en retiro y señores de las Farc, sin odios, se sientan a negociar. d)  Las Farc dejaron de pensar en la muerte de sus camaradas, para halarle a la paz. e)  Proponen  una nueva constituyente, en la  que sean incluidos. No sigo la lista, porque necesitaría  por lo menos tres hojas más, y no quedaría espacio para resaltar que este eventual proceso de paz, sin el expresidente Álvaro Uribe, no habría sido posible. Por un lado, fue quien debilitó, con la ayuda de las Fuerzas Armadas, la estructura del más grande grupo alzado en armas de Colombia, que hoy arrinconado quiere negociar. Nadie es enemigo de la paz en este momento en el país y queda demostrado que casi un 80 por  ciento de colombianos, según la última encuesta contratada por los principales medios de comunicación,  respaldaría ese proceso. Lo que no se puede tapar, ni esconder, son los delitos de lesa humanidad, los civiles secuestrados y desparecidos, el llanto de familiares, esperando noticias de los suyos desde hace varios años y que ningún colombiano tenga compasión para solidarizarse con su caso. La paz debe ser realista, señores, hay que hacer lo que resulta imposible: reparar a las víctimas y decirles la verdad. A todas las víctimas sin excepción. Pero como todo tiene sus peros, me llama mucho la atención, y preocupa la posición de las Farc, al insistir en no pedir perdón a la sociedad, ese perdón que todos los Colombianos reclamamos sin pero alguno. El perdón que al unísono deben pedir los insurgentes a la sociedad civil, es imperativo y necesario. No puede suceder que se pretenda pasar de agache tanta adversidad y atropellos a manos de las Farc. Vienen varias confrontaciones jurídicas, ideológicas y políticas. La más importante es la política criminal del Estado que se va a trazar a partir de este proceso. Va a quedar atrás ese maximalismo punitivo para pasar la hoja, ello significaría un alto porcentaje de impunidad, grave desde luego para la sociedad, la pregunta sería, ¿vale la pena? Las experiencias del pasado enseñan que el maximalismo punitivo en algunos casos es inocuo. ¿Por qué? Si sumamos las cadenas procesales del proceso de desmovilización de las AUC, totalizaría más de un siglo todos esos procesos, entonces ¿cuál es la ecuación perfecta para no mandar un mal mensaje a nuestras próximas generaciones? Vuelvo y pregunto, ¿vale la pena un minimalismo punitivo en pro de un proceso de paz? El paradigma que debe tener las Farc es el cese de hostilidades, si quiere que sus propósitos de paz de fruto. De lo contrario el proceso de paz no sería más que un capítulo más de nuestro realismo mágico. Twitter: @g_rodriguezm
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