Se abre el ascensor y entro en él, cuando está a punto de cerrarse ingresa otra persona, rasgos orientales, vestido en traje de cirugía, posiblemente un médico del hospital donde estoy en ese momento. Comenzamos a subir uno, dos pisos, cuando me encuentro de repente, diciendo en voz alta un pensamiento que viene a mi mente con frecuencia: “No comprendo porque es tan difícil sonreír a un extraño”. El médico se gira hacia mí, suelta una risa sonora y afirma que lo que estoy diciendo es verdad.
Sonreír al extraño, a quien no conocemos. Sonreír en la calle, en la sala de espera, en el bus. Sonreír al pasar de largo, en los encuentros casuales. Sonreír sin motivo, o tal vez con el mayor de todos los motivos, el encuentro fortuito con otro ser humano.
Mantener la sonrisa a flor de labios. Sonreír por alegría, por paz o incluso por tristeza. Sonreír con facilidad es un estado de ánimo del ser humano que se cultiva, que se aprende, que se regala.
Sonriendo he encontrado solidaridad, acompañamiento, sinceridad. Sonreír evoca bienestar o deseo de tenerlo. Es una forma de decir gracias, de expresar amor. Sonreír es reconocer que el otro es un compañero de existencia y que en esencia compartimos el deseo de amar, crecer, desarrollarnos.
La sonrisa nos hace cómplices en el buen sentido de la palabra, por lo tanto nos acerca, nos une, nos permite compartir sentimientos. Al sonreír facilitamos oportunidades de trabajo, de encontrar pareja y amistades. Con solo verla, aun sin estar dirigida a nosotros, seguramente despertará nuestro deseo de imitarla.
Sonrisas las hay por doquier. Mira, observa a tu alrededor y no tardaras más de unos pocos segundos en descubrir a alguien con tan bello gesto. Diría que la sonrisa es la expresión facial más difundida en el mundo. Su significado va mas allá de razas, credos, lenguajes, despierta el mismo sentimiento en el esquimal, en el habitante del desierto, en el de las estepas o de la alta montaña.
Todo lo anterior sin hablar de los grandes beneficios para la salud física, de lo terapéutica que es.
Solo cuesta abrir el corazón para que aflore. Es el único costo que tiene. Repartirla no tiene costo y si devuelve infinidad de buenas intenciones. Sonreír, como dije, es un hábito que se cultiva. Podemos tomar esta opción y acercarnos así cada vez más a la paz interior y exterior. Sonreír al extraño, multiplica por mil los beneficios que da sonreír al conocido.
Carlos Juan Antonio Toro Torres
Médico Fisiatra, Medicina Mente-Cuerpo
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