Sonrisa silenciosa del abusador no denunciado

Mié, 24/01/2018 - 10:48
Una sonora carcajada fue la respuesta de la actriz Sharon Stone a la pregunta del periodista Lee Cowan de CBS sobre si a lo largo de su carrera se había sentido “incomoda” en Hollywood o tenía s
Una sonora carcajada fue la respuesta de la actriz Sharon Stone a la pregunta del periodista Lee Cowan de CBS sobre si a lo largo de su carrera se había sentido “incomoda” en Hollywood o tenía su propia historia de #MeToo, ante la sonriente reacción el entrevistador le dijo que no entendía si se trataba de una risa nerviosa o significaba ¿estas bromeando?” o “claro que si”. Ella paró de reírse y le dijo: “He estado en este negocio por 40 años Lee, ¿puedes imaginarte el negocio al que entré hace 40 años? Con mi aspecto, viniendo de un lugar perdido de Pennsylvania. Llegué sin ningún tipo de protección. He visto de todo.” Su vestido negro en los Golden Globe fue el mensaje de apoyo a las mujeres abusadas en el entorno laboral del cine y la televisión. Pragmática, cínica, evasiva, su respuesta puede calificarse como queramos, pero de lo que si no hay duda es que fue sincera. Esa es la realidad de Hollywood o Bollywood, no importa si es en California o en la India, o en un hotel en una ciudad colombiana, o en una oficina oval o rectangular. El poder cuando está en cabeza de canallas siempre se ejerce de la misma forma, con abuso, con amenazas, amedrentando y aplastando la posibilidad de denuncia pública. En Bombay una periodista escribió sobre “El diván del casting”, por el que hay que pasar si los jóvenes, hombres y mujeres quieren triunfar en el cine y la televisión. Historia conocida por muchas actrices y actores. Del tema siempre se ha hablado, pero solo hoy salen a la luz las historias de abuso de los poderosos, al que se suman prácticamente todos los ambientes de trabajo, empresa privada, pública, militares, religiosos, universitarios, deportivos como el de las ex gimnastas olímpicas Aly Raisman y Jordyn Wieber quienes no se guardaron el nombre de su violador y acusaron al médico deportivo Larry Nassar de abusar de ellas y de muchas adolescentes más, delitos que ya aceptó en un Tribunal en Lansing, Michigan y lo tienen al borde de una larga condena. La cascada de denuncias en Colombia está hoy en el campo del periodismo, no se conocen los nombres de ninguno de esos sujetos que han aprovechado su posición para conseguir favores sexuales o para ejercer a la fuerza su poder para manosear, vejar y violar sin castigo. Los nombres de los autores, al menos de los casos más sonados por tratarse de colegas con voz en los medios no han sido revelados, ellas están en su derecho de reservarse la identidad de los exjefes abusadores y más allá de la especulación y las perversas listas que se vienen haciendo en las redacciones de medios y oficinas de comunicación, tanto del gobierno como del sector privado, para dar con su identidad, esos abusadores por muy intranquilos que estén, no deben estar viendo posible pasar por un tribunal para responder por sus delitos. La Fiscalía anunció apertura de investigación de oficio en el caso de Claudia Morales y al parecer su esposo pasará por un interrogatorio en el que pretenderán, sin lograrlo, que revele el nombre del violador, basados en que ella en las entrevistas que ha concedido dice que él sabe de quien se trata, posiblemente dirá que supo del hecho pero no el nombre, o que no se acuerda, o que no está seguro y no puede acusar a nadie en concreto. Por lo que sé nadie está obligado a revelar el nombre de un delincuente a menos que en este caso la Fiscalía lograra pruebas de que efectivamente él conoce la identidad del agresor de su mujer.    Aquí no va a pasar nada y los abusadores de periodistas que son muchos, seguirán cobrando víctimas que, al cabo del tiempo, después de muchos años de ejercer la profesión, como es mi caso, soltaremos una carcajada como la de Sharon Stone cuando nos pregunten si nos acosaron sexualmente en el medio. No responderé más allá de la risa a una pregunta con respuesta obvia, lo que si haré es decir que, si me hubieran violentado de alguna forma en la que no tuviera como defenderme, habría acusado a mi agresor ante alguna instancia que luego respaldara mi señalamiento y dejaría constancia del atropello por escrito, para que, si algún día decidiera denunciarlo y actuar penalmente, el canalla en cuestión no tuviera como evadir su responsabilidad. En un juicio las versiones de “oídas” no sirven para condenar a nadie y eso debe tener a esos abusadores con poder muertos de la risa, nerviosa, pero al fin y al cabo risa socarrona.
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