Un dinosaurio vivo, en Colombia

Por cuenta de la popularidad de algunas personas, otras logran hacer su cuarto de hora, en los medios de comunicación. Es el caso de José Gallat en vísperas de la visita del papa Francisco a Colombia. Sin duda este sería el milagro más llamativo atribuible al máximo jerarca de la Iglesia Católica y por el cual probablemente sea elevado a los altares: por resucitar este dinosaurio. El señor Gallat es dueño de una Universidad y de un canal de televisión. En Tele Amiga, como se llama este medio, es él quien organiza la parrilla y decide qué se dice y qué se calla o mejor cómo se dicen las cosas y cómo se callan. El único problema es que Tele Amiga tiene muy poca audiencia, casi nada. Tal vez los únicos que la sigan sean sus propias directivas y la descendencia de Gallat que ya debe ir por los tataranietos, pues es un hombre de mucha edad, que sin embargo conserva los bríos de un inquisidor joven, de esos que se vestían con cruces en el pecho y máscaras para llevar a la hoguera a sus condenados por herejía. Este hombre de “dios” ha saltado al estrellato mediático en estos días, por haber acusado al papa Francisco de espurio, como si se tratara de un Nicolás Maduro cualquiera. Según Gallat es el anticristo elegido por “una mafia de cardenales”. Mejor dicho, el Cónclave que votó a favor del para Argentino fue más ilegítimo que la Asamblea Nacional Constituyente de Venezuela. Y por ende Francisco acabará con la Iglesia gracias a sus herejías. En un divertido cara a cara, la periodista Vicky Dávila, le dio la oportunidad de explicar sus tesis y dar luces sobre la verdadera doctrina que, según Gallat, está siendo mancillada por Francisco. El punto primordial en el debate entre este inquisidor y Chaparro un periodista experto en el Vaticano, fue la existencia del infierno. Asegura Gallat que el papa la niega y por ende da la absolución a todos los pecados. Algo así como pasa ahora que pretenden sacar de las cárceles a medio mundo. Si no hay cárcel, no hay crimen, diría metafóricamente el director-dueño de Tele Amiga. Es decir, si no hay infierno donde quemarse no hay pecadores para quemar. No pretendo ser experta en el Vaticano, ni en la doctrina eclesial, soy una atea que se divierte con estos debates y por eso se los traigo a cuento. Imagino, por ejemplo, que el Santo Oficio de la Inquisición fue el primero en dudar sobre la existencia de un infierno físico. Tenía tantas dudas de este lugar de contrición que decidió crear uno real en la tierra, para no correr el riesgo de que se le murieran los pecadores sin expiar su pena en la otra vida. De manera que creó a imagen y semejanza de las palabras bíblicas las hogueras para achicharrar vivas a sus víctimas. Cosa que si permitieran las autoridades modernas le gustaría probablemente hacer a Gallat, para llevar al propio Francisco a pagar sus herejías. Fue un debate imposible, en el que el periodista Chaparro pisó la cascarita de la Biblia. Cuando a Gallat se le acababan sus argumentos acudía a las palabras del “libro sagrado” y el debate caía en las anacrónicas enseñanzas de la Biblia. ¿Qué tal preguntarle al señor Gallat por qué utiliza la parrilla de Tele Amiga para impulsar su fanatismo, si en la biblia no existe ni una mención a los medios de comunicación? Debería entonces predicar descalzo y por las calles como todo un loquito, pero no, prefiere la vía moderna de las comunicaciones satelitales. Eso es lo que se llama resucitar a un dinosaurio, un animal que no podría entender por que las bestias de hoy no se comen a los humanos. Gallat es un fósil insepulto, pero no por la edad cronológica de su cuerpo, sino por la incapacidad de su pensamiento para entender el mundo y la relación de los seres humanos con las divinidades. De seres como él, está plagado ese otro infierno, metafórico, creado en la antigüedad por el gran poeta italiano Dante Alligerhi, quien a modo de venganza y viendo que no era posible quemar a los fanáticos, corruptos o déspotas de su época decidió incluirlos en uno de los siete círculos del infierno que imaginó en su “Divina Comedia”.