2020 puede convertirse en un año histórico en el que por fin se impulse un Tratado Global de los Océanos en el marco de Naciones Unidas para proteger las aguas abiertas, un lugar más allá del territorio de las naciones. Estas aguas ocupan el 43% de la superficie de la tierra y el 70% del espacio vital y aún siguen sin gobernanza mundial, en una mezcla de tratados que no la protegen de manera íntegra. Hablamos de lo que muchas veces es “agua de nadie”, toda esa inmensa porción del océano que está más allá de las fronteras nacionales a la que llamamos fríamente “alta mar” o simplemente “aguas internacionales”, mares que en silencio regulan el clima, son hábitats de especies maravillosas y nos proveen de diversos y fundamentales servicios ecosistémicos.
Greenpeace comenzó hace algunos días una de sus más grandes expediciones: un viaje de casi un año del Ártico a la Antártica para exponer las múltiples amenazas que enfrentan los océanos, especialmente las aguas internacionales. La travesía mostrará aquellas áreas que se han identificado como prioritarias para la protección en un innovador informe realizado por la Universidad de York. Equipos de científicos y activistas harán el relevamiento de amenazas tales como el cambio climático, la sobrepesca, la contaminación por plásticos, la minería en el fondo del mar y la explotación petrolera. Los océanos de nuestro planeta están seriamente amenazados, y este viaje no sólo es histórico sino también necesario porque nos llevará al frente de batalla para defenderlos. Trabajaremos junto a científicos de primer nivel para comprender cómo están cambiando nuestros mares y su biodiversidad y saber con exactitud qué podemos hacer para protegerlos.
Cuesta creer que solamente cerca del 3% de las aguas de alta mar están protegidas. Por eso, desde Greenpeace presentamos el informe “30×30: Guía para la protección de los océanos” donde mostramos cómo es posible proteger el 30% de las aguas, especies y ecosistemas más significativas de nuestro planeta para el año 2030 y, con esta protección, abordar la crisis a la que se enfrentan nuestros mares.
Las negociaciones para un Tratado Global de los Océanos en las Naciones Unidas ya comenzaron y es vital que los gobiernos vayan en esa dirección. Necesitamos un tratado sólido que permita luego crear áreas protegidas de las actividades destructivas. La ciencia es clara: necesitamos una red de santuarios marinos que cubra al menos el 30 por ciento de los océanos para 2030 si queremos defender las especies, combatir el cambio climático y dar seguridad alimentaria a millones de personas. Nuestro destino está íntimamente ligado al destino de los océanos.
Estefanía González, miembro del área de campañas de Greenpeace Andino