De vez en cuando la vida nos ofrece una segunda oportunidad que por ceguera o negligencia dejamos pasar, pero cuando vemos con claridad que se nos brinda de nuevo la posibilidad de volver a tomar la ruta abandonada y no dar los pasos errados del pasado, no podemos sino estar agradecidos con ella por ofrecernos la opción de redimirnos y volver a obtener lo que perdimos por torpeza u omisión.
A los colombianos se nos está brindando una segunda oportunidad que no podemos dejar pasar de lado. En 2002 vivimos con entusiasmo una primera oportunidad de volver viable a una nación que estaba al borde de caer en manos del terrorismo. Recordamos con emoción cómo se fue construyendo un clima de confianza resultante de un plan certero de construir un país seguro pero que requería del empeño de todos nosotros para que se estructurara y permaneciera como una construcción sólida que no fuera carcomida de nuevo por las plagas o derrumbada por un sismo.
Ahora me pregunto si los colombianos estuvimos a la altura de ese reto o si nos dejamos adormecer, luego de que las cosas llegaron a niveles soportables, y no mantuvimos el entusiasmo y las ganas de hacer de nuestro país un lugar digno para vivir. Con verdadero pesar tengo que admitir que no estuvimos lo suficientemente comprometidos y, para colmo de males, desdeñamos la capacidad de refortalecimiento de unos enemigos -que ya estaban al borde de la derrota- del estado democrático y libre que se estaba construyendo.
Lamento decir que descuidamos nuestro deber ciudadano de mantener y consolidar lo que se había logrado con tanto esfuerzo, un país viable luego de décadas de terror y de angustias causadas por la guerrilla, el paramilitarismo, el narcotráfico y otras formas de delincuencia. Nos sentimos seguros y tranquilos permitiendo así que las plagas volvieran y que la nefasta asociación entre politiquería y terrorismo reapareciera con mayor cinismo y crudeza.
Durante los últimos años hemos venido pagando las consecuencias de nuestros descuidos pero, por cosas de la vida, se nos brinda una segunda oportunidad para que los colombianos nos transformemos de nuevo y con mayor firmeza en los verdaderos protagonistas de la historia y no en los simples peleles en los que nos han querido convertir. El liderazgo tendrá que aflorar en cada uno de nosotros para que esta vez no nos embolaten de nuevo nuestro destino.
El nueve de marzo iremos a las urnas plenamente conscientes de nuestro lugar en este momento histórico tan crítico por el que estamos pasando. Si perdemos esta oportunidad será imposible que se nos presente de nuevo con tanta claridad.
Un momento mezclado de optimismo y zozobra es el que estamos viviendo mientras presenciamos, por esas extrañas sincronías que nos presenta la vida, como nuestros vecinos han comenzado a despertar luego de más de una década de sufrir de las nuevas tiranías disfrazadas de democracia y libertad. Los venezolanos con valentía han salido a las calles a enfrentar lo que se venga mientras los ecuatorianos votaron por candidatos de la oposición que les ofrecen a ellos también otra oportunidad.
Podemos justificarnos al decir que fuimos engañados a las urnas en las pasadas elecciones pero vale la pena tener presente, muy presente, el proverbio árabe que dice: “La primera vez que me engañes la culpa será tuya y la segunda vez, la culpa será mía”.
Una segunda oportunidad
Mié, 26/02/2014 - 04:51
De vez en cuando la vida nos ofrece una segunda oportunidad que por ceguera o negligencia dejamos pasar, pero cuando vemos con claridad que se nos brinda de nuevo la posibilidad de volver a tomar la r