Durante los últimos meses los medios de comunicación han despertado al país sobre lo que está sucediendo en La Guajira referente a la sequía y el efecto directo en la mortalidad infantil, especialmente en niños indígenas Wayú. Al consultar las cifras oficiales existen datos confusos, pues hay subregistros tanto de natalidad como de mortalidad infantil, lo cual se debe al abandono del estado y la poca relación entre las comunidades indígenas con el desarrollo.
A La Guajira la comparan con Ruanda pues sus estadísticas en mortalidad infantil son similares, 37 muertes por mil nacidos. Según el ICBF, desde el 2008 a 2013, han fallecido un poco menos de 4,700 niños menores de 5 años por lo que se conoce como Enfermedades Prevalecientes de la Infancia. Estas son Infección Respiratoria Aguda (IRA) y Enfermedad Diarreica Aguda (EDA), la última asociada directamente con la desnutrición.
Al mirar el problema por regiones, La Guajira tiene zonas específicas que muestran estas altísimas tasas de mortalidad infantil. En el caso de Manaure y Uribia, es decir la llamada Alta Guajira, la mortalidad infantil está en 54 muertes por mil nacidos, superando a Etiopía, y con cifras similares a Zimbawe. En el caso de Uribia, justo al lado de Manaure, el 92.7% de la población se encuentra en la más absoluta miseria. Un reciente documento oficial de la Defensoría del Pueblo señala que estas dos grandes zonas juntas suman 35 mil niños en desnutrición. De los 350 reservorios que hay en Uribia, solo uno tiene agua.
¡Yo no comprendo cómo el gobierno no ha decretado un estado de emergencia en salud en la zona! En la actual crisis de Gaza han muerto dos mil personas, de las cuales 400 son niños, y el mundo no solo se escandaliza sino que también se hace presente. Acá le echan la culpa a la sequía de meses y meramente a la cultura cerrada Wayú, que aunque puede tener algo de culpa, la tiene en menor medida frente al abandono estatal.
A todas estas lo que más sorprende es que La Guajira no es la región donde más fallecen niños en el país.
El primer lugar lo ocupa el Amazonas donde en el 2011 murieron 44 niños por mil nacidos, pero el PIB local fue de 320 mil millones. En cambio en La Guajira el PIB en el mismo período fue de 5.2 billones de pesos. Así que el tema no es el resultado de la sequía, que de por sí es un fenómeno transitorio, sino del más miserable abandono de años por parte de las autoridades locales, regionales y nacionales. La ciudad de Las Vegas en Estados Unidos fue construida en un desierto y con seguridad ha tenido períodos prolongados de sequía, pero eso jamás será una excusa, porque los impuestos de los ciudadanos sirven para generar condiciones óptimas de salud, vivienda e infraestructura. En el caso de La Guajira, impuestos y regalías van, seguramente, a bolsillos de particulares.
Llegar a La Guajira es como bajar en paracaídas en medio del desierto del Sahara. La región parece vivir en un medioevo permanente. Visité un par de comunidades Wayú en La Media Guajira. Tuvimos que atravesar caminos de trocha durante al menos hora y media para poder ir a los lugares donde habían niños, algunos pocos tamizados por el ICBF y en gran riesgo por desnutrición. Cada comunidad está separada de las demás como si fueran planetas diferentes. ¡No me explico cómo las familias pueden caminar hasta ocho horas, a 40 grados a la sombra y por caminos de arena, para poder llegar a un colegio o centro de salud!
Debo reconocer que he visto tremenda miseria en las comunidades en Cartagena. La miseria urbana es más cruda; hay pandillas, drogas, prostitución, maldad. En mi trabajo, un gran número de las madres adolescentes de La Juanfe y los niños que salvamos viven literalmente encima de las basuras o en lugares donde están los desagües de aguas negras. Pero donde fui en La Guajira simplemente no encontré nada. ¡Nada es nada! No hay agua, que eso lo sabíamos, pero tampoco luz, o escuelas, o médicos. Lo único que vi fueron algunas casas de bahareque encima del desierto e indígenas viviendo en ellas, nada más.
En la comunidad Malawainka, que fue la primera que visité, los niños estaban famélicos. Otros los vi con mejor peso pero con el pelo amarillo, que significa que están igualmente desnutridos pues su ingesta desde bebés ha sido de carbohidratos principalmente. El pelo amarillo en los niños muestra la reacción química del cuerpo ante la desnutrición. Sentí la más profunda indignación y vergüenza como colombiana de ser testigo de semejante pobreza, de vivir un par de días en la prehistoria con la ausencia de todas las necesidades básicas.
Hemos iniciado desde la Juanfe, así como muchas otras organizaciones que se encuentran conmovidas con la tragedia de Guajira, y junto con la Patrulla Aérea Colombiana y Conexión Colombia, una campaña llamada “Ni Uno Más”. Ni un niño más debe morir por desnutrición o ser condenado a crecer con este tipo de carencias.
Para esto se hará en una primera etapa una brigada médica y nutricional especializada que atenderá alrededor de 2 mil niños identificados en muy alto grado de desnutrición y prácticamente en la senda de la muerte. La brigada será el 22 y 23 de agosto donde se suman 23 aviones de la Patrulla Aérea que traerán más de 70 profesionales para atender a los niños en La Media Guajira. Cada niño recibirá atención en pediatría y nutrición especializada, y recibirá un kit de supervivencia de tres semanas que lo estabiliza y lo empieza a recuperar nutricionalmente. Al finalizar la brigada se entregará un informe detallado al ICBF para que haga seguimiento estricto a esos niños.
Cuando existen este tipo de dificultades, conformarse es ser parte del problema. Nosotros como colombianos nos debe doler cada uno de nuestros niños que empiezan a fabricar la historia de nuestro territorio nacional. Debemos seguir siendo solidarios, pero sobretodo actuar, siendo también críticos y analíticos ante los retos permanentes que nos pone el país.
Viaje a la tierra de nadie
Jue, 21/08/2014 - 10:57
Durante los últimos meses los medios de comunicación han despertado al país sobre lo que está sucediendo en La Guajira referente a la sequía y el efecto directo en la mortalidad infantil, especia