Voto en blanco: claro que sí sirve

Dom, 23/02/2014 - 19:42
A pesar de las limitantes normativas constitucionales del voto en blanco, no es cierto que no sirva. No es cierto que ese esfuerzo de los ciudadanos inconformes se vaya a perder.

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A pesar de las limitantes normativas constitucionales del voto en blanco, no es cierto que no sirva. No es cierto que ese esfuerzo de los ciudadanos inconformes se vaya a perder. Es verdad que el diseño del artículo 258 de la Constitución Nacional embolata la eficacia que el ciudadano quisiera encontrar en la casilla vacía de los tarjetones electorales. Pero precisamente ese es el objetivo central que debe tener claro el gran número de ciudadanos que, según las encuestas, votará en blanco en las elecciones que se avecinan para congreso y Presidencia de la República: Convertirse en la fuerza que presione constitucionalmente la eficacia del voto en blanco. ¿Pero qué significa presionar constitucionalmente la eficacia del voto en blanco, y cómo lograrlo? Si el voto en blanco obtiene aunque sea el 30% (inclusive, puede ser menos) de los votos que le asignan las mediciones de opinión, y no la mitad más uno de los votos válidos que le exige la constitución para ganar cada elección (la de congreso y la de presidencia), con eso generaría un hecho político sin precedentes que pondría a los votantes en posición de organizarse para exigir los cambios constitucionales que acaben con la burla que la reglamentación actual hace de ellos. En el caso de la elección a corporaciones públicas, lo que no quiere la masa de ciudadanos votantes en blanco es precisamente que al congreso vuelvan o vayan los políticos que hacen todo para incumplir con su deber. Esos indeseables de la política. Luego no es serio que después de que se le exige al voto en blanco obtener la mitad más uno de los votos para ganar la elección, ésta se repita con los mismos candidatos de los partidos que superaron el umbral en la primera votación. Valiente bobada, pues a los que les queda más fácil pasar el umbral es a los partidos tradicionales, luego a la segunda elección estos presentarán los mismos candidatos rechazados por la sociedad en general. Pero la burla no para ahí. Como si el país de verdad fuera bobo, el mismo artículo 258 de la constitución establece que la elección se repetirá sólo por una vez y que si en esa nueva elección el voto en blanco vuelve a ganar, no importa, pues también está mandado que las curules se repartan entre los candidatos de las listas que obtengan el mayor número de votos. Resultado, las curules volverán a ser ocupadas por los mismos. La reglamentación que permite semejante cosa hay que acabarla. Tomadura de pelo parecida ocurre en el caso en que el voto en blanco saca la mitad más uno de los votos válidos en la primera vuelta de la contienda presidencial. Aunque la elección tiene que repetirse con candidatos distintos a los derrotados en la primera, si el voto en blanco vuelve a obtener esa mitad más uno de los votos, no gana, pues queda elegido el candidato de carne y hueso que saque la segunda votación. ¿Habrase visto? A cambiar toda esta letra constitucional y los desarrollos legislativos cómplices de los políticos que a pesar del rechazo general se reeligen y se reeligen, es a lo que debe apuntar la fuerza política que conformará el voto en blanco. Ese debe ser su norte. Esa es parte fundamental de su misión. Ellos deslegitimarán a quienes salgan elegidos. Esa deslegitimación, enrostrada todos los días, será su credencial para exigir las enmiendas constitucionales y legislativas que acaben con la burla. Así que en lugar de desinflarse, a crecer.
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