Alban Berg

Vie, 08/02/2013 - 23:58
El período musical del Romanticismo, que inició con Beethoven y concluyó con Mahler, se había centrado en la tarea de alcanzar las fronteras más lejanas del lenguaje musical, en busca de la expre
El período musical del Romanticismo, que inició con Beethoven y concluyó con Mahler, se había centrado en la tarea de alcanzar las fronteras más lejanas del lenguaje musical, en busca de la expresión romántica del mundo. Las posibilidades armónicas se forzaron hasta el límite de la cacofonía, los formatos instrumentales de combinaron de todas las formas posibles. Beethoven obligó a los cantantes a ampliar sus registros vocales para alcanzar notas más agudas o más graves, y Mahler hizo otro tanto con la técnica de los instrumentos, obligados a crear efectos antes insospechados. De ese modo, muy poca libertad de acción le dejó el Romanticismo a la corriente siguiente, que hubo de llamarse contemporánea. Dos generaciones de compositores dedicados a copiar vanamente los recursos de los románticos dan prueba de la dificultad en que se encontraban. El primero en proponer un camino del todo nuevo y del todo inexplorado fue el austríaco Arnold Schönberg, que efectuó algo así como un comunismo armónico, en que todas las notas tenían igual importancia, haciendo irrelevante el uso de tonalidades. La corriente que inauguró se llamó la escuela atonal vienesa, y el método, dodecafónico, pues usaba siempre las doce notas de la escala musical. Pero el problema con el dodecafonismo es que no era más que una técnica de composición, hecha en contraposición al Romanticismo, y no aseguraba la posibilidad de abrir un nuevo campo en la expresión musical. La tarea de convertir esa técnica en un lenguaje estuvo fue obra de Alban Berg, discípulo de Schönberg de la escuela atonal y primer verdadero compositor contemporáneo. El éxito de Berg se debió en gran parte a su magistral uso de la técnica de su maestro, pero en igual medida al hecho de que nunca quiso renunciar del todo a la herencia tonal de los románticos y de Bach. Sus composiciones eran estrictamente atonales, pero conservaban claras reminiscencias a armonías y melodías anteriores, abriendo de ese modo una puerta por la cual el público podía adentrarse en el mundo atonal no del todo desprovisto de una guía. Pero en términos del que escucha la música, del público de un concierto de cámara o de una sinfonía, los términos técnicos significan muy poco, y resulta más apropiado explicar la música en términos de su belleza expresiva. La tarea de un compositor no es la de crear algo bello con los elementos disponibles, sino crear un lenguaje nuevo, enseñar a los oyentes a hablarlo, y contarles de nuevo cómo es la belleza, en esos términos que días antes no habrían sabido comprender. Esta, por lo demás, es la diferencia clave entre la música académica y la popular, y es la razón por la cual la música académica es mucho más necesaria de lo que solemos aceptar. [youtube width="540" height="304"]http://www.youtube.com/watch?v=8ucVMj0zoHs[/youtube]
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