Tom Simpson no podía mantener el ritmo de carrera en la etapa más dura y más célebre del Tour de Francia. A cinco kilómetros de la meta, con una temperatura alrededor de 40º, sin suficiente agua y con una dolencia estomacal que con los días se le fue complicando hasta casi incapacitarlo de la competencia, las posibilidades de llegar a la cima de Mont Ventoux como ganador eran más bien pocas. Simpson lo sabía. No sólo él, sino todos los que han participado en la vuelta ciclística francesa: era una tarea inhumana.
Por eso, una semana atrás de aquel 13 de julio de 1967, el entrenador de su equipo le ofreció estimulantes y estupefacientes. No eran años de pruebas de doping ni contramuestras ni de exámenes exhaustivos al final de las etapas. Se corría con lo que se tenía, el recuerdo de Fausto Coppi y Bartalli estaba fresco, subiendo los montes Apeninos y Alpes con diferencias sobre sus rivales aplastantes.
Simpson había dormido mal la noche anterior, aseguró su coequipero Colin Lewis. Quien al final se convertiría en el testigo fiel en la muerte del ciclista inglés. Sin embargo, aquella temporada no era el protagonista ni mucho menos, estaba en la casilla 20, lejos de la lucha por el liderato que lidiaban el español Julio Jiménez y el francés Roger Pingeon.
En el blog ‘Cajón de sastre’, su autor, Modestino, un aficionado español al ciclismo cuenta: “ En un momento de la transmisión el comentarista refirió que Simpson había tenido que ser evacuado en helicóptero, algo que ya había pasado con otros corredores y no dio lugar a una excesiva alarma”. Minutos después de finalizar la etapa, en los avances informativos de RFI y la BBC se comunicaba la muerte de ciclista inglés. Fue un shock para la afición, los periodistas y los concursantes, al punto que “al día siguiente todo el pelotón permitió a Barry Hoban, compatriota de Simpson, ganar la etapa”.
En el año 1959 Simpson se instala en el puerto bretón de Saint-Brieuc, con la finalidad por una parte de ganar carreras locales que le permitan pasar a profesional y por otra parte librarse de la realización del Servicio Nacional.
Con el tiempo se fueron develando detalles de la muerte de Simpson. Dos kilómetros antes de la meta comenzó a cabecear de lado a lado de la carretera, cayendo finalmente sobre ella, fue socorrido de inmediato por unos aficionados que exaltados por la tensión del momento no pensaron en llamar una ambulancia sino en levantarlo y empujarlo. Él les decía: “Put me back on the bike!" (¡Subidme a la bicicleta!). Así continuó 500 metros más, según contaron algunos testigos. Luego cayó inconsciente al suelo.
¿Qué pasó? Fue la pregunta que todos se hacían. Después de decretar su muerte en el hospital de Provenza, en el sudeste de Francia, el Tour continuó y coronó al Pingeon como campeón. Una semana después se comunicó los resultados forenses: la causa del deceso fue una insuficiencia cardíaca ocasionada por una mezcla de anfetaminas (según Modestino, se le encontraron tres tarros en el bolsillo de su camiseta: uno vacío, otro con algo de alcohol, tal vez brandy). Incluso, algunos compañeros lo vieron bebiendo brandy, lo que le produjo, junto con el extenuante sol, una fuerte deshidratación.
Colin Lewis contó a los medios ingleses: “En aquel Tour hizo mucho calor, pero el del Ventoux fue insoportable. En aquella época no podíamos recibir llamadas desde los coches, salvo en la zona de avituallamiento, aunque algunos aprovechaban los pinchazos para que lso mecánicos les empacasen botellas a escondidas”. Esto ocasionó una práctica particular en el Tour de aquellos años: algunos ciclistas desde pelotón paneaban hacer un café raid, algo así como un asalto a un bar de carretera o un camión de reparto que pasaba por allí. La costumbre era tal, que el propio Julio Jiménez explicó a un periodista catalán que le faltaba un incisivo porque en una etapa lo perdió destapando una botella de cerveza con los dientes.
Aquel día, luego del café raid sobre la mitad de la etapa, Lewis le pasó a Simpson una botella de Coca cola, que era el botín más preciado. Éste se la tomó de un sorbo, sin respirar, desesperado por el calor y el cansancio. Luego le preguntó a Lewis qué otra cosa tenía. Le quedaban una botella de agua y otra de coñac Remy Martin. “Tom la miró, dudó un instante y al final dijo que se la diera, luego de beber arrojó al botella es un campo de girasoles”.
Después de la muerte de Simpson se iniciaron los controles antidoping, se controlaron más los equipos de ayudantes, los carros y todos aquellos que rodearan a los ciclistas. El inglés, fue un ciclista de grandes etapas y escapadas en solitario, al estilo de Joaquín Agostino, Lucho Herrera o Raúl Alcalá.
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