El judío que escribía en un baño tibio

Mié, 03/07/2013 - 07:32
Max Brod publicó los manuscritos de Kafka en contra de la voluntad del escritor. En el epílogo a la primera edición de El proceso (1925), Brod se mostraba en la obligación moral de justif
Max Brod publicó los manuscritos de Kafka en contra de la voluntad del escritor. En el epílogo a la primera edición de El proceso (1925), Brod se mostraba en la obligación moral de justificar su actitud aun en contra de la evidencia de las dos notas de Kafka en las que le pedía que destruyera sus manuscritos. William Díaz Villarreal  explica en su ensayo ‘Los hijos de Kafka’ la relación del editor que salvó el legado del escritor checo, quien le había pedido que se deshiciera de todo cuanto había escrito. En una primera carta a Brod, Kafka decía que todos sus “diarios, manuscritos, cartas ajenas o propias, dibujos, etc.” debían ser “quemados sin leer” (Kafka 1992, 222-223). En la segunda, fechada el 29 de noviembre de 1922, le decía que, de todo lo que había escrito, lo único “válido” para él eran cinco libros, La condena, El fogonero, La metamorfosis, En la colonia penitenciaria y Un médico rural, y el relato Un artista del hambre. Aclaraba, además, que considerarlos “válidos” no significaba que deseara verlos reimpresos. En 1917, Kafka comenzó a sufrir de tuberculosis, lo que requeriría su convalecencia frecuente, en la que estuvo apoyado por su familia, más notablemente por su hermana Ottla. A pesar de su temor a que le consideraran repulsivo tanto física como mentalmente, impresionaba a los demás por su bondad infantil, orden, austeridad, comportamiento tranquilo, inteligencia y un sentido del humor seco. Explica Díaz "Las dos pequeñas notas de Kafka, por lo demás escritas al final de su vida, se han convertido en el estigma con el que los lectores y críticos han señalado a este autor. Según este estigma, Kafka siempre se negó a publicar su obra y casi era preciso arrancarle los manuscritos de las manos para poder ofrecerlos a los editores". Franz Kafka, Kienyke Las tres hermanas de Kafka, Elli, Valli y Ottla murieron en el campo de concentración de Auschwitz en 1942.  En esta carta escrita en 1922  hace un viaje por la memoria que lo lleva a su niñez, a sus primeros escritos y sus días de escuela. Sanatorio naturista Jungborn en el Harz 22 VII 1912 “Mi muy querido Max, ¿jugamos una vez más al juego de los niños infelices? Uno señala al otro y recita su antiguo verso. Tu opinión actual sobre ti mismo es un capricho filosófico, mi mala opinión sobre mí mismo no es una mala opinión trivial. En esta opinión quizá se halle mi única virtud, después de haberla delimitado adecuadamente en el transcurso de mi vida, es aquello en lo que jamás, jamás he tenido que dudar, me da un orden para mí mismo y me tranquiliza suficientemente, a mí, que me rindo de inmediato ante la falta de claridad […]”. “Nunca he sido de aquellos que sacan adelante alguna cosa a cualquier precio. Pero precisamente de eso se trata. Lo que he escrito fue hecho en un baño tibio, no he vivido el infierno eterno de los verdaderos escritores, a excepción de unos pocos arrebatos que puedo ignorar en mi juicio, a pesar de su fuerza quizá infinita, debido a su escasa frecuencia y a la debilidad con que se manifestaron. También aquí escribo, muy poco desde luego, me lamento de mí mismo y también me alegro; éste es el modo en que las mujeres piadosas rezan a Dios, pero en las historias bíblicas se deberá pasar mucho tiempo antes de que pueda mostrar lo que ahora te escribo a ti, y aunque sólo sea por mí […]”. “¿No hiciste mecanografiar el Arche? ¡Esto sí que lo ha golpeado! Y yo no le escribo y no le escribo. Por favor, diles a la Srta. T. y a Weltschy, y si es posible, a los Baum que los quiero a todos y que el cariño no tiene nada que ver con escribir cartas. Dile de tal forma que sea acogido mejor y más amablemente que tres cartas reales […]”. “Carezco de todo talento organizativo y por eso ni siquiera soy capaz de inventar un título para el anuario. Pero no olvides que en la invención los títulos mediocres o incluso malos alcanzan un buen prestigio por influencias probablemente caprichosas de la realidad. ¡No digas nada contra la sociabilidad! También vine aquí por la gente y estoy satisfecho de que al menos en esto no me haya equivocado. ¡Cómo vivo en Praga! Esta necesidad que tengo de la gente y que se transforma en temor tan pronto se satisface, sólo está a gusto durante las vacaciones; sin duda que he cambiado un poco […]”. “Por otra parte, no leíste con atención mi horario, hasta las 8 escribo poco, pero después de las 8 nada, aunque es cuando más libre me siento. Escribiría más sobre esto si no hubiera pasado todo el día tan tontamente con juegos de balón y de naipes y sentado y recostado en el prado. ¡No hago excursiones! El mayor peligro es que ni siquiera veré el fragmento. ¡Si supieras cómo transcurre este corto tiempo! ¡Si fluyera con tanta claridad como el agua, pero se escurre como el aceite!”. Lea también El Marqués que firmaba con sangre  
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