De Jaime Garzón se hicieron dos estatuas unos días después de su muerte. Una en la que aparece de pie y con el ademán justo un instante antes de lanzar algunos de sus dardos ataviado algunas veces con la bandera de Colombia; la otra, la de su personaje más conocido, ‘Heriberto de la Calle’, el embolador ocurrente y parlanchín que puso contra las cuerdas a la clase política del país. En ambas se ve horroroso, y no está mal. Jaime Garzón era horroroso (lucía sin desparpajo su dentadura caótica que creaba una sonrisa tétrica); y estaba en mal sitio, con los que no tenían voz o estaban cansados de los vericuetos políticos de un país a punto de irse al abismo todos los días.
Su asesinato, hoy, catorce años después no ha sido resuelto, ni siquiera en el más estricto sentido de la investigación penal. Casi tres lustros de averiguaciones penales y pesquisas que terminaron por confirmar la confesión de Carlos Castaño en su libro de revelaciones de una vida criminal: ordenó el asesinato de Garzón porque se estaba convirtiendo en una piedra en el zapato y su acercamiento con las Farc para la liberación de unos secuestrados lo convirtió en objetivo militar de las AUC.
Un par de años antes, en junio de 1997 la revista Semana lo rotuló como la única oposición real que había en el país. Lo puso en el centro del debate político y confirmó lo que muchos pensaban: el humor es un arma eficiente para enfrentarse a la realidad del país, y a sus protagonistas. Desde ‘Quac el Noticero’ y sus personajes ('Diosleina Tibana', 'Néstor Elí', 'Godofredo Cínico Caspa') se burlaba sin cesar y sin piedad de la clase política, no dejó títere con cabeza del gobierno de Ernesto Samper ni de su sucesor, ni de los embajadores ni ministros ni aliados políticos, “aquí damos palo democráticamente” solía decir con aire de suficiencia e insolencia.
Parodiando a Horacio Serpa en 1997
Eduardo Arias, que trabajó con Garzón en ‘Zoociedad’ y ‘Quac’ explica que “lo que menos hace daño es el humor. Le hace mucho más daño a un político las investigaciones de Hollman Morris o las columnas de Daniel Coronel”. En un sentido estricto, Jaime Garzón nunca destapó una olla podrida ni hizo tambalear a un ministro como en su época ocurría con los caricaturistas y columnistas de opinión, Ricardo Rendón y 'Klim' hicieron rodar más de una cabeza en el país.
Lo que no significa que estuviese desinformado, al contrario, el humor de Garzón “era muy informado, él pudo hacer ese tipo de humor porque conocía de cerca a la gente del poder”, señala Santiago Moure. “Antes quienes hacían humor político estaban en un círculo muy pequeño. Ahora la política hace parte del orden del día, del entretenimiento” agrega Eduardo Arias.
Eso se debió a Jaime Garzón, lo que ayer hicieron Rendón o 'Klim' lo hizo él con los medios y las tecnología que tenía a mano, “un día que estábamos almorzando con él en La Macarena me dio que nos inventáramos un noticiero, ya que yo había dirigido uno (AM-PM) y él había hecho algo similar antes”, cuenta Antonio Morales, que hacía los libretos y el guión de ‘Quac’ junto a Garzón desde 1996.
Ahora, eran otras épocas y otros estilos. Las licitaciones para las programadoras eran más abiertas y se respetaban horarios y contratos. “Eso garantizaba cierta pluralidad de ofertas y adjudicaciones para los programas que se hacías antes” explica Arias. Hoy el criterio es diferente: los canales privados deciden lo que les da plata y lo que no. Y como el humor no da plata deciden no hacer más humor.
Los libretos de 'Zoociedad' estaban a cargo de Eduardo Arias, Karl Troller y Rafael Chaparro, y era dirigido por Francisco Ortiz Revolledo.
Quedan las anécdotas: fue seminarista en su adolescencia, como no sabía utilizar las armas y era un estratega pésimo, en su paso por el ELN terminó por convertirse en un trovador guerrillero con el alias de ‘Heidi’; Pacheco ha dicho que la persona más inteligente que entrevistó fue a Garzón, estudió Derecho pero no terminó y solamente ejerció su oficio una vez como estudiante.
El 13 de agosto de 1999 Flor Ángela Herrera, una de las comunicadoras de turno en Radionet, recibió al entonces director de la emisora, Yamid Amat, quien entró gritando y con el rostro retorcido: “Lo mataron”. Herrera le preguntó a quién habían matado, Yamid la miró de una forma horrible y no le contestó. Entró al máster de noticias y ordenó “¡pongan el himno nacional!”, luego contó la noticia al aire, llorando.
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El seminarista que se burlaba de los poderosos
Mar, 13/08/2013 - 09:01
De Jaime Garzón se hicieron dos estatuas unos días después de su muerte. Una en la que aparece de pie y con el ademán justo un instante antes de lanzar algunos de sus dardos ataviado algunas veces