Antes de la Segunda Guerra Mundial, el joven Marcel Marceau, hoy el mimo más famoso del mundo, se llamaba Marcel Mangel, y no era mimo. El apellido le había valido a su padre ser llevado a un campo de concentración durante la ocupación alemana de París, tras lo cual Marcel y su hermano lo cambiaron y se regalaron al ejército francés, prefiriendo la muerte en combate que la muerte en los campos alemanes. Pero Marcel Marceau no murió, en parte debido a que su manejo del inglés le aseguró un puesto en la oficina de comunicaciones. En varias ocasiones, sin embargo, tuvo que echar una mano en los campamentos de heridos y liberados, atiborrados muchas veces de niños abandonados. Para distraerlos, Marcel Marceau les jugaba. Los ruidos de los heridos lamentándose, de los médicos dando órdenes, de las enfermeras corriendo a diestra y siniestra, eran suficientemente escandalosos como para tener a un loco más a los alaridos. Entonces Marcel Marceau entretenía a los niños, para que no lloraran, sin decir una palabra. No tenía un solo utensilio a la mano para complementar su acto, entonces Marcel Marceau se imaginaba los escenarios de sus mudas comedias, corriendo ante un viento adverso, escalando una pared imaginaria, limpiando un vidrio, tratando de escapar de una jaula gigante. Cuando la guerra terminó, Marceau ya se había hecho, sin quererlo, un mimo profesional, un maestro en lo que él mismo llamaba el arte del silencio.
A finales de los años cuarenta, ya habiendo actuado en varios teatros de Francia y habiéndose adjudicado una fama modesta, ideó a Bip, el que habría de ser su personaje predilecto desde entonces. Bip tenía un sombrero con una flor roja al frente, y una camiseta a rayas horizontales, como los gondoleros venecianos. Bip sabía imitarlo todo, desde un torero español hasta una escultura de Rodin, y al propio Rodin esculpiéndola. Una de sus más famosas actuaciones, Juventud, madurez, vejez y muerte, es prácticamente una historia de la humanidad, con todos y cada unos de sus momentos estelares. En su película Primera clase hace el papel de diecisiete personajes diferentes, en un despliegue de destreza pantomímica nunca antes visto.
La fama de Marceau creció muy rápido. Al principio hacía presentaciones enteras él solo, pero pronto se fue rodeando de jóvenes mimos, salidos de la escuela que él mismo fundó en París. A finales de los cincuenta era una escuela pequeña, la primera dedicada a la pantomima. Veinte años después era el Cirque du Soleil de los mimos, entrenando a cientos de jóvenes en el difícil arte del silencio. Durante la última década de su vida Marceau escribió libros, fundó cursos y escuelas, turnó las giras mundiales de su compañía con sus labores humanitarias como embajador de Naciones Unidas, y con sus visitas al hipódromo de Cahors, a ver a correr a los caballos, donde podía gritar y decir todo lo que en el escenario le estaba vedado. En una de estas visitas, ya con ochenta y cuatro años pero con el espíritu de siempre, Marcel Marceau murió de repente, sin decir una palabra. En su funeral, en París, sonó el Concierto para piano No. 21 de Mozart, con el que solía acompañar una de sus más famosas y memorables actuaciones.
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Marcel Marceau
Mar, 22/03/2011 - 00:00
Antes de la Segunda Guerra Mundial, el joven Marcel Marceau, hoy el mimo más famoso del mundo, se llamaba Marcel Mangel, y no era mimo. El apellido le había valido a su padre ser llevado a un campo