
Las novelas de la belga Marguerite Yourcenar, que le valieron ser nombrada la primera mujer de la Academia de Letras francesa, ocurren en períodos históricos determinados, protagonizan personajes históricos y son el producto de años de investigación histórica en archivos, y sin embargo, no son novelas históricas, o por lo menos no en el sentido que hoy suele darse a esa palabra.
La primera de ellas, Memorias de Adriano, traducida al español por Julio Cortázar, está escrita a la manera de una carta del emperador romano Adriano al emperador anterior Marco Aurelio, ya viejo. Y aunque la lectura puede enseñarnos sobre el período y sus protagonistas, el objetivo del libro no es el de debatir lo que sea que hayan dicho los historiadores sobre el tema, sino contarnos una historia bien contada, que nos muestra el aspecto más íntimo no de un emperador romano, sino de un ser humano.
Lo mismo sucede en su otra gran novela Opus Nigrum, ambientada esta vez en el mágico siglo XVI. Los personajes históricos pueblan el libro, pero el protagonista, un alquimista de nombre Zenón, es totalmente ficcional. Yourcenar no escribe novelas para contarnos a cerca del siglo XVI, sino que usa el mundo de ese siglo para contarnos una historia humana.
Entonces, al contrario de ese sinnúmero de novelas que hoy llenan las librerías vendiéndonos la “verdadera” historia de María Antonieta o de Alejandro Magno, las novelas de Yourcenar no pretenden vendernos nada, pues en ellas la historia se usa como medio para hacer literatura, y de la más grande.
No es casualidad, entonces, que sus novelas sean hoy el patrón con el que se miden todas las novelas de tema histórico y que sean consideradas como unas de las mejores producciones literarias del siglo XX.
Yourcernar vivió la mayor parte de su vida junto a su compañera Grace Frick, en su casa de de Mount Desert Island, en el estado de Maine, muy lejos de su patria. Cuando le preguntaban por la causa de ese exilio voluntario, Yourcenar respondía citando a su Adriano: “El verdadero lugar de nacimiento es en el que por primera uno se ha visto a sí mismo con mirada inteligente; mi patria son los libros”.