Desde las ventanas de la agencia de publicidad donde trabajaba para ganarse un sueldo bastante mediocre, Roberto Gómez Bolaños vio caer desde las alturas, en dos ocasiones distintas, un frasco de cristal de Nescafé que contenía un feto, tal vez producto de un aborto practicado en el contiguo Hotel Continental, y un suicida que se lanzó desde la Columna de la Independencia del Distrito Federal mexicano.
Esos hechos macabros lo acompañaron mientras salía de la facultad de ingeniería, a la que renunció para buscar un empleo menos monótono que aquel que tenía y el que su profesión le auguraba.
Decidió dejar un trabajo mejor pago para ingresar a la agencia de publicidad D’Arcy como aprendiz de escritor, empleo que años después lo llevaría al mundo de la televisión.
Escogió la ingeniería porque era bueno para las matemáticas. De hecho, muchos años después de abandonar la universidad, siendo ya famoso, se distraía resolviendo problemas aritméticos. Pero el gusto por los números no le fue suficiente para triunfar como ingeniero. Sus resultados dejaban tanto que desear que uno de sus profesores le sugirió dejar los estudios. El impulsivo Gómez Bolaños lo tomó de la solapa con la idea de darle unos cuantos golpes, pero la razón lo detuvo.
Ese profesor, con quien se reconciliaría después cuando fue a buscarlo a un estudio de televisión, no fue la única víctima del furor del comediante. Gómez Bolaños era irritable y en el colegio, muchas veces, se fue a los golpes para defenderse de los que eran más grandes y fornidos que él.
Radio, televisión y humor
En D’Arcy, donde apreciaban su sentido del humor, le pidieron ser guionista de un programa radial humorístico, protagonizado por dos personajes célebres en el mundo del espectáculo mexicano de ese entonces: Viruta y Capulina.
La efectividad de su humor lo llevó a la televisión, también como guionista. No se paró frente a una cámara sino hasta el día en que uno de los actores faltó al set. Como no lo hizo mal, repitió el experimento varias veces.
“La gente empezó pronto a distinguirme, principalmente debido a los brincos, las caídas y todo aquello que requería agilidad y capacidad atlética, cualidades que me había proporcionado mi continua práctica de diversos deportes. (Aquí me fue de utilidad, inclusive, la experiencia adquirida como peleonero, pues sabía ‘actuar’ bien esto)”, recuerda Gómez Bolaños en su libro de memorias ‘Sin querer queriendo’.
Pero su principal virtud, en ese momento, no era la actuación sino la escritura de guiones. Era tan bueno, que su nombre aparecía en los créditos de un tamaño más grande que el del propio Capulina, quien tuvo que tragarse ese sapo para tener feliz a Gómez Bolaños en su trabajo.
En el mundo de la televisión adquirió el apodo con el que se le conocería en casi todo el mundo: Chespirito fue una invención de su compañero Agustín Delgado, quien encantado con uno de los guiones de Góméz Bolaños comenzó a llamarlo Shakespearito.
Chespirito nació en el Distrito Federal el 21 de febrero de 1929. Su padre, un alcohólico y mujeriego, murió de sífilis cuando Gómez Bolaños tenía seis años. Las deudas dejadas por el padre obligaron a la mamá del futuro comediante a trabajar muy duro en la petrolera estatal Pemex para darle a él y sus dos hermanos una buena educación.
De hecho, Gómez Bolaños vivió un corto periodo de la infancia en una casa en construcción, sin enchapes ni agua caliente, una vivienda que su mamá pudo comprar con sus ahorros y tuvo que decorar despacio y con mucho esfuerzo.
En ese sentido, puede decirse que Chespirito fue un hombre hecho a pulso. Fue su talento el que lo llevó a ser uno de los comediantes más reconocidos de Suramérica. El primer programa célebre en que actuó, dirigió y escribió, fue ‘Los supergenios de la Mesa Cuadrada’, una sátira de los programas de especialistas que resolvían preguntas del público televidente.
En este caso, las preguntas y respuestas eran escritas por el propio Chespirito. En el programa aparecieron juntos Rubén Aguirre (que para ese momento ya actuaba con el nombre de Profesor Jirafales), Ramón Valdés, Roberto Gómez Bolaños (como el doctor Chapatín) y María Antonieta de las Nieves, quien aceptó con desgano la oferta porque quería ser actriz dramática.
A ese proyecto siguieron ‘Los Chifladitos’ (con Rubén Aguirre como Lucas Tañeda y Chespirito como Chaparrón Bonaparte), y ‘El Chapulín Colorado’.
Su amigo Rubén Aguirre lo sorprendió un día con la noticia de que se iba a trabajar para la competencia (Canal 2) por un buen salario. Chespirito lo dejó ir, aclarándole que las puertas de su estudio quedaban abiertas y se vio obligado a desistir de ‘Los Chifladitos’, sustituyó ese proyecto por el que le daría aún más fama: la historia de un niño pobre, rodeado por unos personajes que enriquecían al personaje principal y su universo.
Sobre ‘El Chavo del Ocho’ Gómez Bolaños escribió en sus memorias: “Jamás pretendí que el público pensara que yo era un niño. Lo único que buscaba era que aceptara que yo era un adulto que estaba interpretando el papel de un niño.”
A ese proyecto volvió Rubén Aguirre y luego se vinculó la que sería la segunda esposa de Gómez Bolaños: Florinda Meza, que trabajaba como actriz en un plató contiguo al que servía de escenario a Chespirito.
El éxito de sus personajes no sólo captó la atención de la teleaudiencia. También llegó escenarios como el Estadio Nacional de Santiago de Chile, el Luna Park de Buenos Aires y el Madison Square Garden.
En medio del triunfo su vida íntima naufragaba. Su popularidad y múltiples viajes fueron una combinación ideal para serle infiel a su primera esposa: Graciela Fernández, con quien tuvo seis hijos. El divorcio se hizo inevitable. Pero Chespirito no se atrevía a declararle su amor a Florinda Meza. Pensaba que su calidad de "patrón" lo alejaba de la delgada morena que lo traía loco desde que la vio por primera vez.
Al final el amor se hizo realidad y fue su compañera de set quien lo guió hasta sus últimos días. Con ella vivió el terremoto de México que destruyó la ciudad capital en la década de los 80; con ella vivió la plenitud de la fama; ambos hicieron películas, campo en el que Chespirito también triunfó con títulos como El Chanfle, trama humorística al rededor del fútbol. Hicieron obras de teatro como 11 y 12 que tiene un récord en México como uno de los montajes con más años de exhibición: más de siete.
Juntos hicieron muchos cruceros hasta parajes remotos. Fue ella quien lo acompañó en los momentos más difíciles de su vida: la muerte de sus dos hermanos.
No es fácil resumir en pocas palabras el tamaño de la fama de Chespirito. Tal vez un indicativo sea que Roberto Gómez Bolaños es uno de los pocos hombres sobre la tierra que ha recibido llamadas elogiosas de los dos futbolista más célebres del siglo XX: Pelé y Diego Armando Maradona.
El brasileño lo llamó para expresarle su admiración y ofrecerle hacer una película juntos, con Chespirito actuando como el Chavo del 8. Gómez Bolaños descartó el proyecto diciendo que su personaje estaba pensado para la televisión y nunca saldría de allí.
Diego lo llamó para darle las gracias por todas las alegrías que le habían transmitido sus personajes. Desde el otro lado del teléfonos 'El Pelusa' le dijo: "Vos tenés que saber que sos mi ídolo. Que no me pierdo ni uno solo de tus programas, que a Cuba llevé un buen número de esos programas (Maradona adelantaba en la isla un tratamiento contra la adicción a las drogas), grabados en video, y que verlos era (y sigue siendo) la mejor medicina que he tenido para combatir mis estados de depresión."
El genio del humor y la televisión, que llevó a toda Latinoamérica sus programas que aún se ven, falleció este viernes en su finca de Cancún (Estado Quintana Roo), donde vivía con su amor de siempre, Florinda Meza. Su estado de salud estaba delicado, y desde los últimos años se especulaba con frecuencia sobre su muerte. Murió a los 85 años de edad.
Muere Chespirito
Vie, 28/11/2014 - 10:43
Desde las ventanas de la agencia de publicidad donde trabajaba para ganarse un sueldo bastante mediocre, Roberto Gómez Bolaños vio caer desde las alturas, en dos ocasiones distintas, un frasco de cr