El teclado del clavicémbalo acompañó a Rafael Puyana Michelsen durante más de siete décadas. Este músico bogotano fue el mayor exponente de este instrumento en el mundo y con él muere uno de los legados de la época clásica de la música y de la interpretación. Su legado es comparable con el que dejaron artistas como Andrés Segovia en la guitarra y Nicanor Zabaleta en el arpa.
Rafael Puyana inició su formación en el piano a los seis años y a los trece años realizó su debut en el Teatro Colón de Bogotá. Perteneció a una de las familias que más aportaron al panorama cultural de la capital. Su bisabuela materna, Carmen de Michelsen, fundó la primera Sociedad Musical, y su abuelo, Ernesto Michelsen, era un gran aficionado a la música. Desde muy joven iniciò su formación musical en el Conservatorio de Música de Nueva Inglaterra, el Hart College of Music de Hartford y finalmente París, donde estudió composición, teoría y filosofía estético-musical. El sello de cada una de sus interpretaciones fueron las sonatas y conciertos barrocos de músicos como Juan Sebastian Bach, Antonio Vivaldi, Domenico Scarlatti, Jean-Baptiste Lully, Federico Mompou y Xavier Monstsalvatge. Numerosos reconocimientos y exposiciones hicieron parte de la carrera de este prolífico artista colombiano: El Festival Bach de Ibermúsica, una sala en el Museo del Prado dedicada a su obra con el título El clavecín es la voz Puyana en los ochenta.
Su colección de clavicémbalos, su biblioteca y partituras serán donadas al Archivo Manuel de Falla, en Granada, España. Rafael Puyana falleció en la madruga de este viernes en París, Francia, a los 81 años.
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