Durante siglos, ha sido costumbre disparar 21 cañonazos como señal de saludo, júbilo, conmemoración, etc., práctica que pudo haberse iniciado en la ciudad de Augsburgo para recibir al Emperador Carlos V. Si bien se dispuso acogerlo con 100 cañonazos, por un probable error del responsable se dispararon 101, cifra impar que gustó y fue imitada por otras ciudades hasta cuando, por razones operativas, económicas, etc., se redujo a 21, conservando el cañonazo impar del despistado artillero.
Proyecté el cuento a la época en que llegué a la tierra, no del olvido, sino de la fe: es que en estos meses de cuarentena me imaginé que los encargados de inocularme las creencias religiosas, en la niñez, me habían recibido con 101 cañonazos, no de saludo, sino de carga, representando cada uno una afirmación de la fe judeo-cristiana en la que fui introducido y crecí al amparo de mis viejos, maravillosos, con fe de carbonero, y de curas criollos y españoles, quienes tuvieron, estos últimos, la “dicha” de ser su alumno hasta sentir la felicidad de expulsarme por fumar en clase. Pues de los 101 o más cañonazos que recibí entonces, evoco ahora solo 21, los de ley –muy conocidos por quienes hoy tengan varias décadas encima–, tal cual los oí (porque los cañonazos, más que verlos, se oyen):
Cañonazos tipo A
•Tenía que creer que el Creador hizo el mundo en seis días. (Con razón, la Tierra quedó con unos cuantos problemitas sin resolverse).
•Que creó a Adán y a Eva en un santiamén. (Ya se entiende que sus descendientes continuemos con imperfecciones de todo tipo).
•Que los animales que por entonces había en la Tierra se salvaron de un diluvio universal porque al viejo patriarca israelita Noé se le ocurrió acogerlos en un arca especial.
•Que Dios separó las aguas del Mar Rojo para que el profeta israelita Moisés y su pueblo pudieran caminar sobre tierra firme y librarse de sus perseguidores.
•Que el Creador ordenó que se detuviera la puesta del sol para que Josué, caudillo israelita, aprovechara la luz natural y venciera a sus enemigos.
•Que el único ser humano que, hasta ahora, ha vivido casi mil años sobre esta tierra es el patriarca israelita antediluviano Matusalén.
“Afortunadamente, a nadie se le puede obligar hoy a creer”
•Que también tenía que creer que Dios dispuso que su único hijo, Jesús, profeta israelita, fuera vejado y muerto en la cruz “para salvar a la humanidad”. (¿Salvarla de qué y cuándo? Los curas nunca explicaron bien esto).
•Que Dios quiso que los humanos padeciéramos inenarrables penas para que así compartiéramos con Jesús su misión de salvar a la humanidad. Con razón, el ya citado Carlos V, afligido porque su mujer, la emperatriz Isabel, estaba sufriendo mucho al no tenerlo pronto en España, en 1536 le escribe una carta para consolarla, diciéndole: “…Ensanche ese corazón para sufrir lo que Dios ordenare”.
Cañonazos tipo B
•Que Jesús (Dios) está presente en la hostia consagrada, el sagrario y la custodia.
•Que, por lo tanto, no ir a misa cada domingo era un pecado digno del infierno eterno.
•Que era una desobediencia grave a la iglesia comer carne el Viernes Santo.
•Que quien diera muerte a un sacerdote católico jamás sería perdonado por Dios.
•Que fuera de la iglesia no había salvación. (Por creerlo me puse un día muy nervioso debido a que no podía entrar a la iglesia por la cantidad de gente que había…).
•Que si uno se moría sin ser bautizado, se iba de una para el limbo a pasar algo así como una cuarentena eterna con tapabocas y tapaojos.
•Que aunque no hubiera cometido muchos pecados gordos, no me libraba del candelazo en el purgatorio.
•Que teníamos que estar preparados para el juicio final, impartido por Jesús, “sentado a la derecha de Dios Padre todopoderoso”, desde donde “ha de venir a juzgar a vivos y muertos”.
Cañonazos tipo C
•Así mismo había que creer que ser homosexual era un pecado horrendo e imperdonable.
•Que no se debía mirar a una mujer porque era grande la ocasión de pecar. (Va uno a ver y sí, ¡es cierto…!).
•Que besar en la boca a una mujer, sin estar casados, era una falta que debía confesarse ¡con pelos y señales! (Pobres sacerdotes).
•Que la masturbación era un vicio mortal que causaba adicción ¡y enviaba al parroquiano derechito a las llamas si se moría en ese instante!
•El cañonazo 21 era, y es, la infalibilidad de los papas, según la cual es cierto todo lo que afirmen sobre moral y fe, pues los inspira el Espíritu Santo.
Ante afirmaciones como las anteriores, “al ciudadano de hoy le viene inmediatamente la pregunta: ¿Es posible creer todo eso?”. Lo afirma el suizo Hans Küng, relevante teólogo católico, en su obra “Credo”, donde añade: “Afortunadamente, a nadie se le puede obligar hoy a creer”.
INFLEXIÓN. Por mi parte me pregunto cómo haría para sobrevivir a esos 21 cañonazos.
Por: Ignacio Arizmendi Posada.
29/8/20