Mario RUBIANOGROOT ROMAN – “Papayo el Velachero”

Buscando un atajo en el Atlántico sur

Al amanecer del 27 de diciembre, dice Pigafetta, dejamos atrás el primer paraíso de nuestro periplo. Con sorpresa vimos que docenas de canoas nos acompañaron hasta la salida de la bahía.

Continúan la marcha costeando hacia el Sur, hasta que entran en el llamado “Mar Dulce” o Río de la Plata. A este lugar había llegado tan solo tres años antes Juan Díaz de Solís, con una expedición que también tenía la misión de encontrar un paso al otro lado de América, pero aquí los indios asesinaron, descuartizaron, asaron y devoraron al propio Solís y a otros de sus compañeros, retornando a España el resto.

Buscando un atajo en el Atlántico sur (expedición fatal Magallanes - Elcano)

Gines de Mafra relata en su diario que un “día se hallaron agua tan blanca… agua dulce que causó en todos admiración y algún temor”. Magallanes alberga la esperanza de haber encontrado el ansiado paso, de modo que exploran concienzudamente el Río de la Plata e incluso el río Uruguay durante un total de 22 días. Avistaron un monte que lo llamaron “Monte Vidis” (hoy día Montevideo).

A partir del Río de la Plata continúan hacia el mediodía y todo es territorio desconocido. Nadie antes había llegado a estas costas. El clima se va volviendo cada vez más frío, y encuentran un lugar, al que llaman Puerto de San Julián, donde Magallanes decide que pasarán el invierno. Entonces muchos oficiales le demandan que “deje de andar perdido por esa costa estéril” y Magallanes termina contándoles al fin, que lleva capitulado con el Rey de descubrir esa costa hasta localizar un paso que les permita alcanzar la Especiería. Entonces le reclaman que no se detenga y siga avanzando, pero Magallanes se mantiene firme.

Buscando un atajo en el Atlántico sur (expedición fatal Magallanes - Elcano)

Ante esta situación, los capitanes Gaspar de Quesada, Juan de Cartagena (liberado por aquél) y Luis de Mendoza traman sublevarse contra él. Sin embargo, Magallanes consigue neutralizar el complot y aplica mano dura, ayudado por Gonzalo Gómez de Espinosa (su piloto de la Trinidad), que mata a Luis de Mendoza, capitán de la Victoria. El 7 de abril manda cortar la cabeza y descuartizar a Gaspar de Quesada, capitán de la nao Concepción, y condena a ser desterrados a su suerte al veedor real, Juan de Cartagena, y a un fraile, Pedro Sánchez Reina.

Al resto de sublevados, o bien no tuvo más remedio que perdonarlos dado que les necesitaba para el gobierno de las naves o, como decía Ginés de Mafra, les quiso ahorcar, pero "esta crueldad no consintió la demás gente de la armada". Entre otras, aquí se salva Juan Sebastián Elcano, quien estaba en el grupo de indecisos o seguramente amotinado y lo degrada a marinero.

Buscando un atajo en el Atlántico sur (expedición fatal Magallanes - Elcano)

Magallanes decide permanecer en Puerto de San Julián durante 147 días, un período muy prolongado, lo cual no se entiende por parte de muchos expedicionarios.

Durante este período, además de múltiples encuentros con los indígenas del lugar a los que describieron como gigantes (Patagones), se produce otro importante suceso: la nao Santiago, al mando de Juan Serrano, había sido enviada a explorar algo más al Sur mientras los demás permanecían en el Puerto de San Julián.

Una fuerte tormenta hace que encalle, perdiéndose la nave, aunque solo fallece un esclavo y son capaces de recuperar buena parte de los enseres y víveres que contenía el buque. Dos hombres harán de forma muy penosa a pie el camino desde Puerto de Santa Cruz, donde esto ocurrió, hasta Puerto de San Julián, para avisar al resto, que acudirán de inmediato en su rescate.

Cuando por fin Magallanes decide salir, al parecer encuentran muy malas condiciones meteorológicas y vuelve a parar durante otros 53 días, esta vez en Puerto de Santa Cruz, donde la pesca es mucho más abundante.

Buscando un atajo en el Atlántico sur (expedición fatal Magallanes - Elcano)

Tan solo tres días después de partir de Puerto Santa Cruz, el 21 de octubre de 1520, descubren el Cabo Vírgenes (hoy día Punta Dungenes) y se empiezan a adentrar, sin todavía saberlo, en el ansiado paso al otro lado de América.

Stephan Sweigh escribe en su libro sobre lo que dijo Magallanes en esa fecha memorable: “Iniciada la navegación, el 21 de octubre entramos en el deseado estrecho, al que llamé de “Todos los Santos” …. "La ruta es intrincada y el alma se turba y teniendo por única compañía el salvaje himno incomprensible del viento que zumba y chilla, entre los cerros"

Esa misma noche, una terrible borrasca de 36 horas aleja a la San Antonio y a la Concepción hacia lo que parecía ser el fondo de una bahía. Parecía que irremediablemente iban a encallar. Sin embargo, allí encuentran un canal angosto y pasan adelante. A continuación, se les abre una nueva bahía, y de nuevo otro canal al frente. Mientras, la Victoria y la Trinidad dejan de verlos y esperan en la boca de la primera bahía. A los tres días, "mientras estábamos en esta incertidumbre sobre su muerte [de las tripulaciones de la Concepción y la San Antonio] los vimos venir hacia nosotros, singlando a toda vela y con los pabellones desplegados, y cuando estuvieron más cerca saludaron con descargas de las bombardas y prorrumpieron en exclamaciones de júbilo. Hicimos nosotros lo mismo, y al saber que habían visto la continuación de la bahía, o, mejor dicho, del estrecho, todos juntos dimos gracias a Dios y la Virgen María, y proseguimos la ruta" (Pigafetta).

Buscando un atajo en el Atlántico sur (expedición fatal Magallanes - Elcano)

La exploración del Estrecho resulta muy complicada, y Magallanes envía nuevamente de avanzadilla a la San Antonio y la Concepción. La San Antonio terminará poniendo rumbo de vuelta a España, y al frente de ella el piloto portugués (de su Alteza, dice “rutaelcano”) Esteban Gómez. Ellos dirán que, al regresar al punto de encuentro acordado, los demás ya no estaban allí. Pigafetta en cambio contará que desertaron. En el camino es muy probable que descubrieran las Islas Malvinas, que veremos a partir de ahora en los mapas. La inquietud de Magallanes, es que a bordo de la San Antonio estaba gran parte de los víveres, por ser de mayor tonelaje (120t).

Punzorol y Cristóbal Ravelo reman a la pequeña bahía frente a ellos y regresan con la noticia de que allí hay un rio rico en sardinas. Pigafetta escribe en su diario: “En el estrecho se encuentra a cada media legua con puertos segurísimos, inmejorables aguas, madera de cedro, peces, sardinas, mejillones, apio, hierbas dulces y amargas. Pero los bancos de arena y arrecifes subacuáticos son una constante amenaza”. Magallanes agrega un nuevo nombre en su derrotero: bahía de las Sardinas.

Volviendo a nuestra expedición, tras el abandono de la San Antonio y el hundimiento de la Santiago, ya solo quedan 3 naos, que pasarán varios días buscando a la nao perdida (desertora), dejándoles señales en la costa conforme tenían convenido por si se habían extraviado.

Gonzalo Gómez de Espinosa arma el esquife mayor de la nao Trinidad y parte con el barbero de la nao Concepción Hernando de Bustamante, el lombardero flamenco Roldan de Argote y el marino sevillano Alonso Bocacio a inspeccionar el estrecho hacia el norte.

—Que Dios los acompañe— los despiden sus compañeros.

Los cuatro hombres reman un día entero hasta que comienza a oscurecer sin encontrar la salida del laberinto. Bajan a tierra en una bahía en que ven vestigios humanos: un bohío abandonado, sepulturas, los restos de una ballena muerta y mas atrás, escondida en el bosque, una canoa grande en las que caben muchas personas. La estudian y se asombran por la ingeniería.

—Con esta chalana se pueden navegar largas distancias— opina Gómez de Espinosa—. Es señal de que el Mar del Sur puede estar próximo. Pasan la noche en la choza y continúan bogando cuando despunta el sol. A medio día avistan una isla y en ellas un cerro. Tres de ellos lo suben, menos Gómez, quien se queda en el esquife. La soledad en el fin del mundo se hace extraña (P. Cerdá). De repente un grito de júbilo que viene desde el cerro, lo despierta de sus pensamientos. El flamenco es el primero en avistar el mar abierto. Los tres hombres se devuelven corriendo al esquife. Reman al rio de las Sardinas, sin hacer pausas.

La noticia hace caer de rodillas a Magallanes.

La travesía del “Estrecho de todos los Santos” (o de los “Patagones”, como lo denominó Pigafetta) les tomó nada menos que 38 días, y después de dudosas navegaciones en aguas oscuras, peligrosas y misteriosas, por fiordos, ensenadas, ríos y recaladas salieron triunfalmente al océano que llamarán Pacífico el 27 de noviembre…”.

La visión de algunos tripulantes, cronistas y escritores, la traigo a continuación para que nos formemos una idea clara de quienes hemos cruzado dicho estrecho:

Comienzo con Gines de Mafra: "Cada uno se tuvo por dichoso en haberse hallado en cosa que otro antes que él no se había hallado. Salió el armada del Estrecho a la mar del Sur, y dieron muchas gracias a Dios por se lo haber deparado."

Sigo con Mauricio Obregón en su libro de “De los Argonautas o los Astronautas-Historia de los descubrimientos” en su pág. 178 que a la letra dice: “Al estrecho lo bautizó <Todos los Santos>, pero la posteridad esta vez hizo justicia y le puso el nombre de su descubridor…. Así pasó la armada en silencio bajo la solemne cantata de verdes glaciales, negros acantilados y nevadas cumbres del Estrecho Occidental, el mas bello del mundo para Pigafetta — también para Obregón—. Y en la fecha indicada, Fernando de Magallanes dobló el cabo “Fermoso” o “Deseado” y desembocó en el mar del Sur, el lento ritmo de cuyas olas le hablaban ya de distancias desconocidas”. Finalmente, no puedo dejar de comentar las novelas de Patricia Cerdà, “Bajo la Cruz del Sur”, y Rafael Marin, “Victoria” que, con una mirada nueva, y con impecable realismo, nos relata la dureza de la vida a bordo de las antiguas naves de conquista y la mentalidad de los hombres de la “Armada del Moluco”.

El próximo capitulo, el cual se publicará en quince días, tratará sobre la larga navegación por los Mares del Sur (hoy dia Pacifico) y al fin el arribo a las Filipinas.

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Mario RUBIANOGROOT ROMAN – “Papayo el Velachero”
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