Cuando hemos creído superadas etapas vergonzosas de nuestras vidas, por haber enderezado un poco el rumbo de ellas, nos venimos a enfrentar con recuerdos ingratos, que salen a la superficie en los momentos menos esperados suscitados por algo, no siempre fácil de definir, que hace un clic que nos arrastra en un rio caudaloso plagado de malas acciones, muchas de ellas leves pero que se agigantan en nuestra consciencia. Esas remembranzas involuntarias tienen el poder de instalarse por espacios de tiempo que, sin ser muy amplios, dan la apariencia de interminables. Ya sean las de pequeñas vergüenzas por las que hemos pasado o faltas que podemos considerar verdaderamente graves. Estas, por lo general muy íntimas, pueden ser compartidas con muchos como cuando son motivadas públicamente como es el caso de la serie “Griselda” que nos traslada a los años setenta y ochenta, décadas en las que el narcotráfico hacía de las suyas en las calles y los bares de Miami, como también la especie de asonada reciente contra el Palacio de Justicia que reabre la herida del hecho más grave de nuestra historia cometido por un grupo narcoterrorista que después de haber sido tratado no como lo que era, una banda de asesinos despiadados, sino como un grupo cuyos cabecillas podrían aspirar a convertirse en actores políticos y hasta a hacerse al poder a través del sistema democrático como evidentemente ha ocurrido, por desgracia, cuando uno de ellos usurpa la presidencia con las inevitables muy funestas consecuencias para la mayoría de los colombianos.
Cuando era estudiante de pintura en París, una noche en la televisión presentaron “Caracortada” protagonizada por Al Pacino. El día siguiente, al tomar el metro me sentí visto por los otros pasajeros, en mi paranoia generada por la película, como uno de esos colombianos que con motosierra trozaban cuerpos. Al igual que cuando se cerraban las puertas del vagón y la voz del conductor anunciaba que tuvieran cuidado con sus pertenencias porque se habrían subido carteristas al metro. Ese efecto pueden estarlo sintiendo algunos compatriotas en Estados Unidos donde, según dicen, está muy de moda la serie protagonizada y producida por Sofía Vergara. O de pronto, ya pasadas varias décadas nos habremos hechos inmunes a esa vergüenza ajena que sentí con la emisión de la exitosa pero asquerosa película de Brian de Palma.
El ataque al Palacio de Justicia ocurrido recientemente, que podría verse como poca cosa al lado de lo que fue la toma despiadada de los terroristas financiados por los narcos, puede llegar a tener consecuencias impredecibles. En la memoria de los colombianos lo ocurrido hace treinta y nueve años es una herida que no ha sanado y cualquier golpe puede abrirla como ocurre con las del cuerpo. Las heridas guardan memoria y quien dirige sus golpes en esa zona sensible lo hace con la intención de causar gran dolor. Y es eso lo que hizo el desequilibrado que ocupa el sillón presidencial comportándose como un verdadero psicópata, que lo es lo es y sus acciones lo demuestran porque no habría otra explicación a su intención de presionar a la Corte Suprema de Justicia con movilizaciones frente al Palacio de Justicia cuando esa herida que causó, junto a su grupo terrorista, no ha sanado y es fácil abrirla con golpes como ese. Y no se puede escudar con su argumento de que no resultó ningún muerto y que a las horas los magistrados y empleados pudieran salir ilesos como no fue el caso con lo ocurrido ya casi cuarenta años atrás.
No sé si a Sofía Vergara se le escape lo que pase por la mente de quienes ven su horrorosa serie cuando se sume a la pésima imagen que sufrimos sus compatriotas desde “Caracortada” la tan infame que presenta con su Griselda. Tampoco sé si al mequetrefe se le escape lo que pasa por la mente de quienes presenciamos la asonada reciente cuando se están por cumplir cuarenta años de la toma criminal del Palacio de Justicia. Tampoco sé si a quienes todavía quieren creer que el presente gobierno no es lo que es sino lo que pretendió que sería si llegase al poder, a las buenas o a las malas, se les escape que con él el país va de mal en peor.