Confieso que la primera vez que oí hablar del ministerio de Ciencia y Tecnología de Colombia mi sorpresa fue grande. No sabía que este país contaba con semejante organismo de instrucción y conocimiento. Es más, publicaciones tan prestigiosas como Science y Nature, dos de las más importantes revistas de ciencia del mundo; y un semanario y un periódico de prestigio internacional como la norteamericana Newsweek y El País de España, centraban entonces su atención sobre esa dependencia ministerial del presidente Iván Duque.
¡Caramba!, me dije. Y por si fuera poco Colombia está en la OTAN y en la OCDE. Llamamos a las puertas del primer mundo, eso está claro. Eso pensé entonces. Pero enseguida llegó el balde de agua fría, y resultó que el interés de los medios internacionales por el manejo burocrático que se hacía en Colombia de la sapiencia y la erudición se debía a un asunto que producía sonrojo. La flamante ministra del asunto, Mabel Torres, tenía en su hoja de vida la producción de un bebedizo “para curar el cáncer” y la comunidad científica estaba escandalizada.
Intrigado por la personalidad de doña Mabel intenté documentarme y así me enteré, por lo que de ella decía Presidencia, que fue fundadora de una empresa de productos cosméticos y terapéuticos llamada Selvacéutica que “reconcilia ciencia, saberes ancestrales y economía”, según la descripción burocrática del momento. Por su experiencia emprendedora, pues, y por su formación académica, Iván Duque dijo de su nueva ministra que representaba “el talento dedicado a la ciencia, y el talante, la berraquera y el ejemplo de la mujer chocoana”. Y ella prometió al mandatario, entre otras metas, “incorporar los saberes ancestrales al futuro del país”.
Vaya uno a saber qué queda de todo aquello, porque doña Mabel se ha ido dejando el ministerio en manos de un administrador de empresa llamado Tito Crissien. En vista de que don Tito también asume el cargo envuelto en la polémica por el presunto plagio en una de sus publicaciones, y ya intrigado por el destino un poco azaroso de este ministerio, me dio por buscar alguno de los escritos del señor Crissien.
Resulta que en 2008, el nuevo ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación, que así se llama esa corbata, como dice mi jardinero, publicó un libro titulado ¿Líder-Siervo o Idiota Útil? Elegí ese tomo de entre sus obras completas (que son tres, según Wikipedia) por su título enigmático. La elegí esperando encontrar en su contenido alguna aportación al conocimiento humano que pudiese enriquecer la sapiencia de los colombianos desde el alto cargo que ahora ostenta don Tito.
Hallé poca cosa. Mejor dicho, no encontré nada de utilidad para el ministerio que recibe este intrépido costeño. Aparte alguna mala conjugación del verbo haber —pues escribe han habido siendo lo correcto ha habido—, me topé con una farragosa teoría sobre liderazgo destinada quizá a gerentes y capitanes de empresa, que nada tiene que ver con la investigación científica, tecnológica y mucho menos con la innovación. Pone el señor Crissien como ejemplo de Líder-Siervo (así, con mayúsculas) a Jesús de Nazaret. Dicho con todo respeto, en estos momentos de tribulación que vivimos por la pandemia tendríamos que tener unas miras quizá menos altas, pero más prácticas.
El nombramiento de Tito Crissien ha soliviantado a la comunidad científica y la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales expresó su extrañeza y desaliento con la llegada del nuevo ministro “teniendo en cuenta su participación comprobada en plagio de documentos académicos”. No es la primera vez que los científicos colombianos manifiestan desconsuelo por los nombramientos en ese ministerio. La llegada de Ana María Aljure, paisana por cierto, de don Tito, al cargo de viceministra, fue motivo de más de un soponcio entre los sabios.
La señora Aljure, titular de un viceministerio con rango, además, de Talento y Apropiación Social del Conocimiento, es abogada, ex secretaria de Alejando Char en la alcaldía de Barranquilla y ex jefe de Contratación en Invías. Otra hoja de vida que no tiene nada que ver con el mundo de la investigación científica y tecnológica, y sí mucho con el pago de favores políticos.
La ciencia y la tecnología de la patria, como diría el presidente eterno, van como alma en pena de Herodes a Pilatos en semejantes manos. El desarrollo de un país tiene mucho que ver con la inversión que sus gobernantes hagan en el campo de la tecnología y la innovación científica. Y son los resultados en ese campo los que suelen solucionar los problemas de la comunidad cuando se investiga con pertinencia.
Colombia destina apenas el 0,2% de su Producto Interno Bruto a ciencia e innovación, mientras un vecino como Brasil, para poner un ejemplo, aporta el 1,5% de su PIB para el mismo fin. Oye uno que aquí se destina dinero a comprar biblias para la policía o nuevos uniformes para este cuerpo o visores nocturnos de alpinismo para el ejército y cosas así, y piensa en lo bien que le vendría esa platica a los científicos que investigan en precario.
Y Duque habría hecho mejor, ya que no puede encontrar buenos gestores para el ministerio de marras, ayudando económicamente a los investigadores, en lugar de haberse gastado una millonada en un programa de televisión durante un año, para decirle a los colombianos que se laven las manos.