Hemos vivido unos días muy difíciles en el país y las consecuencias económicas y sociales del paro son imposibles de predecir. La protesta social, la cual considero legítima, se desconfiguró en una oleada de violencia que nada tiene que ver con su verdadero sentido.
Es claro que en medio de la tensión que nos rodea existen voces y razones que buscan aportar para la construcción de un mejor país. Sin embargo, también lo es el que algunos pocos han logrado aprovechar la situación para atacar nuestra institucionalidad, en búsqueda de obtener intereses propios, que nada tienen que ver con el desarrollo social y económico de los colombianos, causando un inmenso daño a nuestra nación.
La importancia de la institucionalidad es la que está en juego y parece que quienes están en las calles atentando contra la propiedad privada, el transporte público, y el trabajo decente -todos derechos fundamentales del ser humano- olvidaron o, mucho peor, no conocen las consecuencias nefastas que para nuestra sociedad acarrea el atacar los principios básicos con los que hemos construido nuestro estado de derecho y seguridad jurídica.
La noción de institucionalidad va mucho más allá del gobierno de turno y se refiere al cuidado y respeto por las organizaciones públicas, privadas, políticas, militares, educativas, religiosas y empresariales, entre otras más. De esta manera se construye un tejido social que da soporte a los derechos de nuestros ciudadanos.
En medio de las protestas se ha desatado una campaña contra la empresa privada y los empresarios, negando que son quienes crean la mayor cantidad de empleos en el país y que si se tiene un sector productivo fuerte se generan mayores oportunidades laborales, se eleva la producción, se aumentan los ingresos y se combate la informalidad.
El Derecho al Trabajo es fundamental y está siendo atacado de muchas formas, una de ellas mediante campañas de redes sociales que desinforman a nuestra ciudadanía, convirtiendo este medio de comunicación en una red de mentiras que promueve bloqueos, detiene la actividad empresarial y ocasiona daños incalculables, que ponen en riesgo la viabilidad y permanencia de muchas empresas.
Así las cosas, ante la pérdida de confianza en el empresariado que se ha construido con mala fe durante esta coyuntura desde las redes sociales, se está atacando directamente millones de puestos de trabajo que permiten a los colombianos llevar comida, estudio y bienestar a sus familias.
No solamente se está atentando contra las grandes empresas, sino que también se afecta a miles de emprendedores que, de manera honesta, lograron crear empresas pequeñas durante la pandemia dando trabajo a miles de colombianos que no tenían oportunidad de generar ingresos.
La empresa es fundamental para el desarrollo del país, no podemos permitir que las tensiones sociales se manipulen y desencadenen daños irreparables en el empleo y la producción nacional.
Es el momento de unir esfuerzos, es la hora de entender que debemos comunicar los beneficios que brinda el sector empresarial al país para que muchos no sigan cayendo en la trampa, que algunos pocos les están tendiendo para crear caos y pánico colectivo.
Hoy, la gran mayoría de empresas -grandes, pequeñas y medianas- cuentan con redes sociales y otros medios que les permiten comunicarse con sus clientes, proveedores, trabajadores y ciudadanos en general. Unamos en una gran sinergia nacional de comunicación la voz de las empresas, de sus trabajadores y las de sus familias para mostrar el gran aporte social, económico y medioambiental que desde allí se genera.
Si queremos recuperar la confianza nacional e internacional en nuestro país debemos juntos construir una comunicación empresarial efectiva durante la crisis, y así evitar aún daños mayores a nuestra economía y a nuestras familias.
