COP26. ¿Cómo le fue a Colombia? (Segunda parte)

¿Qué pasó en Glasgow? Muchos países se comprometieron a reducir sus emisiones de gases efecto invernadero, y se les pide que "revisen y fortalezcan" sus planes climáticos a 2030, entregando un reporte de avances en la materia para finales del 2022. Si los gobiernos presentan estos planes el próximo año de cara al 2030, ayudaría tremendamente a tener una agenda climática global cohesiva, disciplinada y sostenible.

Ahora, el gran problema con la firma del documento final de Glasgow es de métricas, ya que éste contiene unos compromisos/KPIs claros en materia de descarbonización, planes para combatir la deforestación y la asignación de recursos, donde el objetivo principal es el de reducir la temperatura global 1.5°C y así ir contrarrestando el cambio climático.  Sin embargo, el documento solo sugiere a los gobiernos cumplir con estos compromisos, más no los obliga.

Así que, estos compromisos en realidad no son tal, sino una invitación amigable a cumplir unos objetivos climáticos, y sin ningún tipo de seguimiento y verificación, se le está dando carta blanca a muchos países para postergar el cumplimiento de estos KPIs.

Todos los COP que se hagan en el futuro, si no cuentan con la presencia de Estados Unidos, China, la comunidad europea incluida Rusia, India, Brasil, etc., que son los países que más generan emisiones de carbono, serán irrelevantes, porque a pesar de que se está apuntando en la dirección correcta con respecto a la lucha contra el cambio climático, estos países deben liderar las estrategias para encontrar los mecanismos adecuados para materializar todos los compromisos pactados en las cumbres.

Pero no todo puede ser crítica. De lo más sobresaliente en el COP26 fue la presencia de Colombia. El presidente Duque y su comitiva llegaron a Glasgow con un objetivo concreto: mostrarle al mundo que en Colombia hay unas estrategias claras y medibles para ser carbono neutro en 2050, y que se está liderando uno de los procesos de transición energética más importantes de la región y tal vez del mundo, donde Colombia será líder en generación de energías limpias, con un mix energético diversificado, poniendo como premisa la protección de ecosistemas y parques naturales.

Esto es un logro supremamente importante, no sólo nos puso en el mapa como referencia en materia de transición energética, pero también a través del liderazgo del presidente Duque, el Ministerio de Minas, Ecopetrol y otros líderes de la industria, permitió que nos sentemos en la misma mesa con jugadores claves en generación de energías complementarias como Noruega, Alemania, Reino Unido, etc.

Es más, los resultados que mostró Colombia en el COP26, dieron la oportunidad para generar oportunidades de inversión en el país que oscilan los USD$365 millones, que servirán para ir cerrando brechas energéticas y por supuesto sociales.

Colombia tiene unos retos muy importantes por concretar de acá al 2030. Es cierto que el país produce únicamente 0.5% de las emisiones de carbono del mundo, y aunque eso sea un porcentaje bajo que nos permite operar en términos energéticos con algo de tranquilidad, tenemos un tema de deforestación, en su mayoría causado por el aumento en los cultivos y producción de cocaína, y sé que es una conversación delicada en el país, pero hay que dar ese debate, porque no es el petróleo el que deforesta, es la cocaína!!!, así algunos crean que parando la exploración y producción de hidrocarburos es el camino para mitigar la huella de carbono y reducir la deforestación, pero eso será tema para otra columna.

Mientras tanto, hay otro reto aún más grande, y es terminar de unir energéticamente a Colombia. Los países con menos brechas sociales son aquellos que tienen acceso permanente a la energía, y el gran objetivo para el 2030 debe ser ese. Dentro del mix energético actual, ya hay un desarrollo sólido con respecto a energías eólica y solar, sumado a los proyectos de hidrógeno azul y verde, pero tenemos que posicionar el gas natural como el puente hacia la consolidación de un modelo sostenible de desarrollo energético.

Y así suene repetitivo, la fusión Ecopetrol-ISA toma dimensiones mucho más importantes. En la actualidad, el gas natural representa un 14% del market share, donde 33 millones de personas aproximadamente usan el gas para bañarse, cocinar, transportarse, etc., pero es necesario subir mínimo al 30% de participación para suplir esa necesidad energética, y en conjunto con la infraestructura eléctrica de ISA, fortalecer los proyectos gasíferos y cubrir el restante de población con energía estable. Acá en este punto, hay que definir que vamos a hacer con el proyecto de la regasificadora del Pacífico, porque si la estrategia es unir energéticamente al país, la regasificadora cumplirá un papel vital en el proceso de abastecer energía a esa parte del país y sin financiación para ese proyecto puede que nos quedemos a mitad de camino.

Finalmente, este COP26 generó más dudas que soluciones, y quedaron faltando temas importantes por tratar como la diversificación mundial de la cadena de distribución. Sin esto, el planeta va a seguir dependiendo de países como China como la mayor fuente de manufactura de todo tipo de productos, incluyendo paneles solares y baterías para generación de energía eléctrica, y ahí radica el foco central de toda la lucha contra el cambio climático. Tenemos que preguntarnos si esa hipocresía económica expuesta en estas cumbres por las grandes potencias es sólo un mecanismo para lavarse las manos por el daño ambiental causado por siglos, o si en realidad existe la intención de trabajar para tener un planeta ambientalmente más sostenible, y proteger a los países con menos recursos, que serán los que paguen las consecuencias de los efectos del cambio climático.

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