La discusión de la reforma a la salud ha sido toda una novela digna de un premio en los India Catalina, lejos de acabar, el papelón todavía nos dará unas cuantas horas de entretención y sufrimiento, hasta ahora hay más villanos que héroes, la trama no parece, hasta ahora, mostrar un final feliz.
Todo empezó a principios de este año, el Gobierno radicó su anunciada reforma a la salud, reforma que la Ministra Corcho no quiso socializar, como quien sabe que tiene un pésimo producto que necesita ocultar; medios, academia, agremiaciones, Congreso y público en general, solo conocimos la reforma una vez fue radicada en el Congreso.
En realidad, no hubo sorpresa, una reforma ideologizada, cargada de odio contra el empresariado, una motivación irracional de acabar con todo, incluso lo bueno que se ha logrado en treinta años, por supuesto, también con puntos positivos como la ampliación de la cobertura real y el mejoramiento de la atención primaria en salud. En general, una reforma que nos lleva al pasado, le entrega los recursos de la salud a la politiquería, estatiza la prestación como con el antiguo Seguro Social, volviéndola lenta, ineficiente, burocrática y corrupta.
El único que podía hacer algo por la reforma era el Congreso, al final, los partidos tradicionales se pusieron el traje de héroes y fijaron unas líneas de colores, líneas que suponían mantener un sistema mixto, público/privado que mejorara el sistema actual, no obstante, no era un traje, era un disfraz, bien sea porque dichas líneas no existían y simplemente se trataba de un pretexto para presionar al Gobierno por mermelada, o porque los partidos mantenían posturas firmes en público pero sus integrantes se dejaron menudear por el ejecutivo y apartados de la decisión colectiva, están, soterradamente, apoyando la reforma.
Dicen en los pasillos del Congreso que el Ministro Prada ha sido más conciliador, que se ha mostrado dispuesto a modificar aspectos preocupantes de la reforma, por otra parte, cuentan también que la Ministra Corcho es absolutamente intransigente con el texto, que no acepta modificación alguna.
Si esto es así, estamos a pocos días de un remesón en el Gobierno. Gracias a la presión ciudadana los partidos tradicionales están incómodos, no tienen margen de negociación tan amplio, los congresistas que decidieron negociar unilateralmente están bajo el escrutinio público, también deben actuar con cuidado ante sus electores que ya manifiestan molestia. Así las cosas, si el Presidente Petro apoya a Corcho el que debe salir es el Ministro del Interior, a quien desautorizan frente a la coalición y quien no podría cumplir más como director de la política, pero si el Presidente respalda a Prada y permite modificar el texto, este actuará como sacacorchos y, quien debe irse es la Ministra radical.
Duras enseñanzas nos dejan con la reforma: la primera es que tenemos un Gobierno que ganó las elecciones criticando a la política tradicional, pero que llegó a gobernar con los peores vicios de la politiquería, tanto que amenaza en público a los partidos de la coalición de despedir a sus representantes en el Gobierno sino obtienen los votos para aprobar el proyecto.
La segunda, es que se deben reformar los partidos políticos en Colombia, la mayoría no representan nada, están allá para servir al mejor postor, la burocracia y los puestos, olvidaron la formación dogmática de sus colectividades, no hay filosofía, no hay principios, no defienden nada distinto que sus propios intereses.
La tercera, es que nos hemos acostumbrado a poner todo en blanco y negro. Este Gobierno logró ganar yéndose de frente contra el establecimiento, sus banderas fueron la demagogia, el populismo y la desinformación. Hoy quieren implementar cambios de fondo, solo por ganarse el punto de honor, están dispuestos a acabar con lo poco o mucho que hemos logrado como país, así implique retroceder, ojalá reflexionarán y sus cambios de verdad sean para mejorar, para construir sobre lo construido.
Pero la mayor enseñanza es que debemos elegir mejor, debemos votar por presidentes que construyan en vez de destruir, que unan en vez de dividir, que gobiernen con humildad y no con arrogancia, también debemos elegir mejores congresistas, que defiendan ideas y no puestos, debemos formar mejores partidos, que sean verdaderos fuentes de pensamiento y no agencias de empleo, debemos ser mejores ciudadanos y participar más.