Coronavirus, prueba de fuego para gobernantes

El ex jefe negociador de paz entre el gobierno colombiano y la guerrilla de las Farc, Humberto de la Calle, se alegró en un programa de radio esta semana, de haber sido derrotado en las últimas elecciones presidenciales del país.

De la Calle, que bien pudo haber resultado ganador de esos comicios, expresó lo que muchos jefes de gobierno hoy podrían haber dicho, frente a una hipotética bola de cristal que les hubiese mostrado lo que les esperaba cuando triunfaron en pasadas contiendas electorales: lidiar con una pandemia que cayó como un tsunami sobre el mundo, y que pilló a los políticos en todas partes fuera de base.

Se cuenta de un primer ministro inglés de los años sesenta del siglo pasado, Harold Macmillan, que cuando una periodista le preguntó qué era a lo que más temía, le respondió: “A los hechos, señorita, a los hechos”. Y es que un hecho como el que estamos viviendo, absolutamente excepcional, apabullante, brutal, está desnudando a todo mundo, poniendo negro sobre blanco, la bondad, solidaridad y empatía de unos; y la mezquindad, maldad y miseria de otros. Pero sobre todo de los dirigentes.

El coronavirus trastocó las agendas de todos ellos. Cualquier cosa que no sea el covid-19 es algo sin importancia para los políticos hoy. Y si no fuera porque el fenómeno es tan trágico y tan peligroso para todos, resultaría casi entretenido verlos evolucionar al mismo tiempo ante una crisis sanitaria que —quién lo iba a pensar— exige de un momento a otro en todas partes, líderes con cuajo, honestos; una crisis que deja muy poco margen a los malabares dialécticos. O para decirlo con crudeza, a las mentiras.

Siempre habrá quien lo intente, claro; quien quiera echar mano de viejas artimañas. Hemos visto esta semana a Donald Trump ofreciendo millones de dólares por la cabeza de Nicolás Maduro y de otros líderes venezolanos y ex jefes negociadores de las Farc por narcotraficantes. ¿En este momento? ¿Con la que está cayendo sobre todos nosotros,  viene Trump con estos fuegos artificiales? Y es que al coronavirus no se le puede descartar como una “fake news” y hay que buscar a toda prisa biombos para tratar de camuflar la cosa. 

El presidente norteamericano es de los que más tiene que perder en esta crisis. Cuando en la inminente campaña electoral le recuerden su entusiasta empeño en eliminar el Obamacare, el programa de salud a bajo costo de su antecesor, será como nombrar la soga en casa del ahorcado. Para no hablar de las cifras de la economía que vienen dando señales de alarma, siendo ésta su principal baza electoral.

Hemos visto repentinamente frágil al emperador chino Xi Jinping ante la fuerza de la ira pública, por el intento de ocultar o minimizar el brote inicial de coronavirus. Y hemos visto también la disciplina y buen hacer de sociedades y gobiernos como los de Hong Kong, Singapur y Corea del Sur, que han sabido aislar el virus.

En Europa, allí donde se ha hablado de manera franca a la población, los líderes han recibido apoyo a las severas mediadas. Es el caso del primer ministro italiano, Guiseppe Conte, el presidente francés, Emmanuel Macron, y la canciller alemana, Angela Merkel. No así en España, en donde una encuesta indica que el 60 por ciento de la población, acusa a Pedro Sánchez, de falta de previsión en la gestión de la crisis sanitaria.

En América Latina, en donde este tsunami apenas empieza a dejar las primeras víctimas, miramos con inquietud un fenómeno que supone un reto titánico para los mandatarios de la región. La fragilidad de infraestructura y servicios sanitarios, unidos a las inmensas bolsas de pobreza que verán menguados o desaparecer por completo sus escasos ingresos como consecuencia de la obligada cuarentena, constituyen un coctel explosivo de consecuencias imprevisibles.

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