Covid-19, comunidad, redes, narcisismo y ego

Comunidad es lo que es común a un conjunto de personas; son las creencias, valores y sentimientos que comparte un grupo de gente y es, de manera gráfica, un tejido que hilvana las ideas, emociones, esperanzas y miedos de los individuos  y así, de las partes se confecciona un todo. A la comunidad, lo colectivo le es propio.

En siglos pasados la comunidad se expandía, no importa si era grande o pequeña,  en todos los rincones del planeta y por ella había cohesión social y con la cohesión, solidaridad, imaginario colectivo y norte.

La comunidad en estos días está… rota.

Hoy hay comunicación pero no existe comunidad. Eso es una verdad de a puño. La comunicación que se impuso es la digital, la que se surte  través del WhatsApp y  de plataformas virtuales y ahora ello se acentuó con el Covid-19.

Con las redes sociales existen conexiones pero no relaciones; hay  narcisismo (sino miren Instagram o TikTok) o egocentrismo  (desde el púlpito de Twitter sacerdotes del yo se rinden culto a ellos mismos) o exhibicionismo con Facebook. El internet no sirve para generar  afecto; y hoy casi nada  se usa porque casi todo se consume y si se consume desaparece, es efímero, es líquido, no permanece, se va. Es la obsolescencia programada en nuestras vidas que reclama, en desbocada, cosas nuevas para consumirlas y desecharlas y ello genera vacío e  insatisfacción,  por lo que se necesita el  aluvión del internet que vomita constantemente al ¡hacer clic! información: nacimientos, muertes, acontecimientos, anuncios, noticias, advertencias que son sustitutidas unas tras otras en una carrera que atafaga y en la que no hay descanso.

Es el mundo de hoy día.

La sociedad Colombiana está fracturada, dividida en blanco y negro sin zonas grises; polarizada. La comunidad se ha quebrado y para combatir, no sólo el Covid sino los grandes desafíos que se avecinan, se necesita comunidad porque a la pandemia y a los grandes retos hay que afrontarlos  colectivamente y no individualmente.

El Covid nos puede ayudar a crear comunidad a través del si yo  me cuido te cuido y si tú te cuidas me cuidas y a despolarizar una sociedad que, vuelta añicos, no encuentra el pegamento que la vuelva a unir.

El Covid debe ser el Kintsugi japonés.  El kintsugi es un  arte que repara  una pieza rota, pega sus pedazos  con una laca que mezcla oro y plata y así arregla lo dañado pero no oculta las heridas sino que, por el contrario, expone la ruptura con el  hilo colorado que une las piezas y que no  está escondido, sino a la vista de todos. Remienda y  no camufla el daño sino que lo hace notar pero de otra forma: incorpora la rotura al objeto, hace que sea parte del todo, provoca catarsis y permite que a través del kintsugi se cuente la historia de todas sus partes.

El kintsugi supera al  Covid. En esta columna hay ilusión y mucho de iluso, lo sé. Pero no importa. Ahí lo dejo, como un sueño.

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