Existe hace algunas semanas un estado de ánimo generalizado en la sociedad colombiana ¡INCERTIDUMBRE! Basta hablar con empresarios, gremios, campesinos y, en general con cualquier ciudadano. Por supuesto, hay matices, incluso muchos están contentos.
Algunos anuncios o actitudes del Presidente y su gabinete están dentro de lo esperado, unos sorprenden, otros no, algunos generan miedo y otros indiferencia. Todos estamos a la expectativa de que pueda pasar y de cómo transcurre el Gobierno, ojalá no se aplique el adagio popular ¨como es el desayuno será el almuerzo¨ porque hasta el momento hemos visto mucho desorden, desplantes a los alcaldes y la fuerza pública, así como anuncios temerarios que alimentan la desazón y la incertidumbre.
Pero, tal vez, lo que genera más expectativa es la reforma tributaria, todos somos conscientes de que el Gobierno debe hacer una buena reforma para fondear sus programas sociales, también para reducir el déficit fiscal, además, para tratar de mantener la confianza de los mercados en Colombia. Sin embargo, una mala reforma lograría todo lo contrario; ahuyentar la inversión, quebrar al empresario generando desempleo y forjando un déficit aún mayor.
Una buena reforma se lograría escuchando las inquietudes de todos los sectores, tanto aquellos representados en el Congreso, como aquellos económicos, sociales y gremiales fuera de él. Es necesaria una discusión amplia, democrática, académica, que fomente la participación y la construcción de consensos.
Lamentablemente, el Gobierno decidió enviar un pésimo mensaje a los colombianos, pidiéndole al Congreso que debata la reforma con mensaje de urgencia, lo que nos lleva a concluir que no habrá discusión y consenso sino imposición, que de lo que sabemos hasta ahora, solo traerá efectos negativos para el bolsillo de los colombianos y para la economía.
Cualquier reforma tributaria solo entrará en vigencia a partir del primero de enero del próximo año, es decir, que sin ningún problema el Congreso tiene hasta el dieciséis de diciembre para aprobarla, así, podrían sin ningún inconveniente hacer audiencias públicas, talleres, foros universitarios y un sinnúmero de socializaciones y debates que logren verdadera participación democrática, consensos y seguramente confianza.
Tristemente el Gobierno pretende, con su mensaje de urgencia, aprobar en más o menos un mes una reforma sin debate, sin socialización, sin discusión y participación, es decir, van a hacer todo aquello, que con razón, le criticaron a Carrasquilla.
Ojalá, el Congreso en su autonomía no se deje ¨ferrocarrilear¨ la reforma y defienda los intereses de todos los colombianos, dando el debate profundo y sereno que merece una tributaria de esa magnitud, pero sobre todo que envié un mensaje positivo que mantenga la confianza en nuestra economía.