“Una de las principales lecciones de nuestro siglo trágico (S.XX) que ha visto a tantos millones de vidas inocentes sacrificadas por planes para mejorar la suerte de la humanidad es: cuidado con los intelectuales”, son las palabras de advertencia con la que Paul Johnson concluye su triste y, a la vez, divertido recorrido por los rincones oscuros de la vida de algunos influyentes personajes que han pasado a la historia, no solamente por méritos propios. El planteamiento de “Intelectuales”, título del libro del historiador inglés publicado en 1988, es el siguiente: pasamos de acudir, en busca de consejo y liderazgo, de los brujos y sacerdotes a los intelectuales con resultados catastróficos, o es lo que deduzco luego de leer las notas biográficas dedicadas, entre otros, a Rousseau, Marx y Sartre.
Si Johnson hubiese realizado esa disección a políticos el sabor habría sido tan amargo como el que queda luego de explorar las oscuras vidas de los famosos pensadores que desfilan en las páginas de su libro. Pero igualmente lo veríamos en otros campos, con marcada influencia en grupos sociales, tanto en el clero, la academia, el periodismo, las fuerzas militares, la ciencia, como en los mismos brujos y chamanes contemporáneos.
No deja de ser vergonzoso leer los relatos de tantos vicios privados y pocas virtudes públicas que nos ofrece Johnson, de quienes deberían ser faro ético y moral. Podemos intuir que en las reprobables vidas de esos personajes no se encuentra la raíz del problema, muchos no quisiéramos ver expuesta públicamente nuestra existencia con sus pocas o muchas acciones y actitudes cuestionables, sino en la ingenua tendencia a seguir a intelectuales, como los que describe Johnson, sin cuestionarlos de manera directa.
Cuando se habla, con cierta nostalgia, de la falta de liderazgo se presume la necesidad de una guía de pensamiento y acción que esté representada en quien se asuma como líder sin que sepamos por qué demonios terminó ahí. En el campo político no hay que buscar mucho en la historia o en el presente, en el mundo o en nuestro país, para encontrarse con tipejos en posiciones de liderazgo obtenidas a través del engaño y la manipulación, con muy pocas cualidades morales y mentales. Si es extraño que lleguen a posiciones de poder, lo es más que permitamos que se mantengan en ellas a través de la violencia o de la palabra.
Nos consolamos diciéndonos que los buenos somos más… ¿más ingenuos, dóciles, tontos o qué? ¿Somos más los borregos y son menos los lobos? Personajillos de cuarta se ríen por dentro cuando ven lo fácil que les ha sido convertirse en líderes y hacer lo que les viene en gana presumiendo que es por el “bien común”, es decir el propio y si acaso el de sus seguidores.
Luego de leer “Intelectuales” en el momento tan grave por el que pasamos, me surgen preguntas como estas tres:
¿Por qué necesitamos de guías que nos indiquen las acciones a seguir?
¿Es necesario el liderazgo o es una manera fácil de no asumir nuestras responsabilidades individuales?
¿Puedo tomar decisiones libres o será obligatorio que las tomen por mí quienes presumen de cierta experticia?