Curiosidad, madre del buen periodismo

Esta semana, ¡por fin!, una buena noticia. Lástima que el protagonista sea un periodista, que es el último personaje en el mundo que debe ser noticia pero qué le vamos a hacer, es lo que hay. Se llama Jonathan Swan, tiene treinta y cinco años y trabaja para el portal norteamericano Axios de la plataforma HBO. El lunes pasado, se emitió la entrevista que este reportero australiano hizo a Donald Trump y que, como dijo un conocido presentador de la radio en Norteamérica, “debería ser obligatorio hacer que vean en las escuelas de periodismo los estudiantes que ingresan a la primera clase de este oficio.”

Las tres cualidades de un buen periodista son libertad, fidelidad y curiosidad. De esas tres la única absolutamente inalienable; aquello que, además, si no posees en grado superlativo es mejor que te dediques a otra cosa, es la tercera. La deseada libertad no es tanta pues los medios siempre tienen un dueño, la fidelidad a los hechos con un editor pegado a las redes sociales y a todos los medios del mundo desde internet y exigiendo inmediatez, siempre corre peligro. La curiosidad, sin embargo, no te la quita nadie.

Cuando, durante otra entrevista al presidente norteamericano a finales de 2018, Jonathan Swan le dijo “cuénteme más” en un tono casi festivo, muchos seguidores de Trump se sintieron irritados y lo censuraron con acritud, les pareció irreverente. No había razón: Swan sentía curiosidad, fue la lógica reacción de quien quiere saber más cuando todo indica que tu interlocutor está mintiendo. Donald Trump acababa de afirmar que él tenía el poder de eliminar mediante una orden ejecutiva, la ciudadanía norteamericana por nacimiento, cosa que no es cierta. 

El reportero australiano, una estrella ascendente en el periodismo anglosajón, se negó —y hace muy bien, otra lección para los profesionales del gremio— a comentar su cara a cara de esta semana con el presidente y prefirió que la entrevista hablase por él, pero a preguntas de CNN dijo que trataba de lidiar con el “por qué”. “¿Por qué a Estados Unidos, un país con unos avances científicos y una medicina increíbles, siendo el líder del mundo libre, le está yendo mucho peor con la pandemia que a otros, a la hora de comparar el número de muertos en relación a su población?” 

Diecisiete afirmaciones falsas en treinta y cinco minutos le contaron a Donald Trump en esta entrevista; y Swan las dejó en evidencia. “Es un verdadero estudioso del oficio”, dice de él su jefe. “Estudia viejos videos, historias y entrevistas previas más que cualquier otro reportero que haya conocido en dos décadas. Es raro encontrar en estos tiempos reporteros tan audaces, basados en los hechos, que carezcan de prejuicios, que no estén obsesionados con sus fuentes”. Un tipo curioso, pues.

Muchos hablan hoy Jonathan Swan, porque aunque en la entrevista del lunes no logró que Trump reconociera que inventaba y mentía, lo expuso, lo dejó al desnudo. Cosa nada fácil porque el presidente norteamericano tiene la estrategia de golpear y salir huyendo. Suelta mentiras, inventos, y se lanza a otra cosa sin que el entrevistador tenga tiempo de reaccionar. ¿Les suena eso, colegas colombianos?

En un país como Colombia, en donde tenemos nuestro Donald Trump de andar por casa, con periodistas prestándose, como esta semana, a hacerle entrevistas para su lucimiento personal, sin el más mínimo interés de confrontarlo; poniendo los micrófonos de sus emisoras al servicio de quienes contribuyen, no a conocer la verdad sino a alimentar la confrontación, personajes como Jonathan Swan te reconcilian con este oficio. Si los futuros periodistas se miran en el espejo de colegas como este reportero australiano, todavía hay esperanza para la profesión.

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