Capitán de Navío Mario RUBIANOGROOT ROMAN “Papayo el Velachero”

De la expedición “Garcia-ElCano” (1525) La Carabela “San Lesmes” Parte II

Resumiendo lo escrito anteriormente, de las siete embarcaciones que salieron de la Coruña, siete llegaron al estrecho de “Todos los Santos” (Magallanes) y una se hundió y dos se devolvieron, para al final, pasaron cuatro (Victoria, Parral, San Lesmes y Santiago) al Pacifico. El primero de junio de 1526 una tempestad dispersa las cuatro naves y es cuando la carabela “San Lesmes” comienza a escribir en solitario una de las mas grandes y misteriosas paginas de la historia marítima mundial.

Recordemos que el capitán de la “San Lesmes” Francisco de Hoces falleció y fue reemplazado por Diego Alonso de Solís, como capitán sustituto, quien era el tesorero general en la lista de los tripulantes de la nao líder “Santa María de la Victoria”.

Existen dos hipótesis con cierta credibilidad de su posible viaje. Según Fernández de Navarrete (marino historiador), apoyado años después por el australiano Robert Langdon, la “San Lesmes” siguió rumbo hacia el centro del pacifico, arribando en Tapuhoe (del atolón Anaa), una isla del archipiélago de las Tuamotu, donde la tripulación pudo mezclarse con los isleños.

Detallando esta hipótesis, podemos señalar que, en 1929, el administrador de las Tuamotu, François Hervé, que no tiene relación alguna con Roger Hervé, encontró cuatro cañones en los arrecifes de Amanu. Pudo recuperar uno que llevó al museo de Papeete, pero años después desapareció. En 1969, cuando los franceses instalaron una base militar en Hao, cerca de Amanu, como apoyo para las pruebas nucleares en Mururoa y Fangataufa, el capitán Hervé Le Goaziou recuperó dos cañones más (la repetición de los nombres Hervé es pura casualidad). El análisis de los cañones, de unos 560 kg, no conduce a una conclusión definitiva sobre su origen y antigüedad. Parece que podrían ser españoles del siglo XVI. Según las tradiciones orales recogidas en Amanu, algunas familias son descendientes de los supervivientes de un naufragio de aquella época.

Robert Langdon es un investigador australiano de la Universidad de Camberra. En 1975 escribió The Lost Caravel («La carabela perdida»), que amplió en 1988 en The Lost Caravel re-explored («La carabela perdida explorada de nuevo»). Repasando todos los barcos desaparecidos y naufragados en el siglo XVI en el Pacífico, llega a la conclusión de que los cañones de Amanu únicamente pueden ser de la San Lesmes. A base de observaciones culturales y genéticas construye la hipótesis de que los tripulantes de la San Lesmes sobrevivieron y que, junto con sus descendientes, se esparcieron por otras islas dejando una marcada influencia.

Según Langdon, la San Lesmes se desvió del resto de la expedición por culpa de una tormenta que la llevó al noroeste. Encalló en los arrecifes de Amanu y tiraron por la borda los cañones y otro lastre para reflotar la carabela. Muy dañada, llegan hasta el atolón Anaa, donde desembarcan algunos tripulantes. Siguen hasta Raiatea, donde se establecen durante un tiempo para reparar el barco o construir otro nuevo. Años después otro grupo volvió a intentar el viaje hacia el oeste hasta llegar a Nueva Zelanda.

Langdon afirma que los náufragos y sus descendientes ocuparon una posición preeminente en las islas donde se establecieron. La influencia genética explicaría por qué los primeros exploradores europeos (Pedro Fernández de Quirós 80 años después, y James Cook 240 años más tarde) encontraron unos indígenas de piel clara, ojos claros y pelirrojos o rubios. La influencia espiritual se notaría a partir de la religión que surgió en Raiatea alrededor del dios Oro. Explicaría las similitudes de la creación del mundo con el Génesis y la existencia del concepto de la Santísima Trinidad. Otra influencia sería la construcción de la piragua doble con vela latina y la construcción de unas barcas con casco. La influencia cultural explicaría por qué, en algunas islas, se saludaban levantando las manos o por qué en el siglo XVI comienzan a aparecer en Nueva Zelanda unas construcciones similares a los hórreos, los graneros (aéreos) gallegos y asturianos.

Sin embargo, existe otra hipótesis de mas peso, apoyada por el francés Roger Hervé.

San Lesmes navegó hacia Nueva Zelandia, de allí a las costas del sur de Australia, donde naufragó en Warnambool, en el lugar conocido como Mahogany ship (barco de caoba). La tripulación al mando de Alonso de Solís debió de construir otra embarcación mas pequeña y dividiéndose en dos grupos – uno fue por tierra y el otro navegando por la costa en ruta hacia el norte — dejaron diversas huellas de su presencia en las costas australianas. Una vez pasado el Cabo York, fueron hechos prisioneros por los portugueses y lo mas seguro asesinados. Por tanto, las noticias de este viaje han quedado en el mas absoluto secreto. Induce a pensar, si esto fue así, que los portugueses tuvieron entonces una información geográfica dada por Alonso de Solís de toda la costa australiana, que años mas tarde apareció dibujada en la “Carta del Delfín” y en los mapas de la escuela de Dieppe. La toponimia de dicho mapa se encuentra escrita en francés con vocablos en portugués y español.

Detallando esta hipótesis, Hervé afirma que la carabela, tras penetrar en el Pacifico y perderse, decidió dirigirse de nuevo hacia el estrecho y dar media vuelta, lo que los llevaría hasta las aguas heladas de la banquisa antártica, cuyos vientos los empujaron hacia el oeste, y mas tarde al noroeste, hasta que llegaron a la punta sur de Nueva Zelanda, cerca de Tasmania. Después recorrieron la costa de Nueva Zelanda, subiendo por la zona oriental y descendiendo por la costa occidental, donde además entraron en contacto con los maoríes, una de cuyas tribus guarda en su memoria mítica el primer contacto con los españoles. Después tomaron dirección noroeste hasta la costa sur de la gran Java o Australia, donde al poco tiempo acabarían embarrancando en medio de las dunas de Warnambool, costa del estado de Victoria. Los 35 marinos que quedaban comenzaron a explorar la costa. Hoy se puede identificar su recorrido hacia el norte por los restos que fueron dejando en su camino. Se ha encontrado un juego de llaves antiguo cerca de Melbourne, un fuerte abandonado en la bahía de Bittangabee, al sureste de Nueva Gales, y además las descripciones de esta parte de la costa, encontradas en los mapas diepeses de la época, son casi perfectas hasta la bahía de la Princesa Charlotte.

Volviendo a la carabela “San Lesmes” y teniendo en cuenta que la costa se iba inclinando hacia el noroeste, en dirección a las Molucas, esto animó a los exploradores españoles a seguirlas sin interrupción hasta el estrecho de Torres, donde establecieron campamento hasta que fatalmente, fueron encontrados por la expedición portuguesa de Gómez de Sequeira, en 1527/1528. En la zona se encontraron cañones y las ruinas del campamento (Port-Curtis). Es de anotar que en aquel momento España estaba negociando con Portugal lo que se llamaría el Acuerdo de Zaragoza (del cual hablamos en otra crónica), en que se establecían derechos de explotación o de comercio sobre las tierras en función de quien fuera el primero en encontrarlas. Este acuerdo fue firmado en abril de 1529, por lo que Sequeira llevaría los marineros a Lisboa con el máximo secreto, haciendo borrar todo vestigio de su llegada (y reclamar para Portugal ese descubrimiento). Nunca se supo mas de ellos. Quizás fueron asesinados para que no pudieran reivindicar aquellas tierras para la corona española.

La pregunta surge: “¿Si todos murieron, quien dibujó entonces los mapas y explicó el recorrido del barco hasta Australia, así como el encuentro con Sequeira?” Todo cobra sentido si alguno de los marinos, con conocimientos de navegación, consiguió escapar. Y todo hace pensar que el autor de “Les Voyages avantureux du capitaine Jan Alfonse Sainctongeois”, editado en Poitiers en 1559, Jan Alfonse ¿Alonso? de Saintonge (¿du Soleil?), aunque su nombre no aparezca registrado entre los tripulantes de la San Lesmes, fue en realidad uno de los tripulantes desaparecidos.

Jan de Saintonge hizo minuciosas descripciones de las costas y del camino recorrido, y, para escapar, sabiendo lo que estaba ocurriendo con sus compañeros de infortunio, lo ultimo que debía hacer era identificarse o dejar que lo reconocieran, pues los servicios portugueses de espionaje de la época no hubieran tardado en encontrarle y hacerle desaparecer. Tampoco debía volver a su antigua residencia, pues, además, haría correr riesgos inútiles a sus allegados y a su familia. Así, Diego Alonso de Solís, capitán de la “San Lesmes”, u otro miembro de la tripulación, pudo convertirse en Jan Alfonse de Saintonge cuando, tras una dura persecución, decidió pasar la frontera y establecerse en Saintonge, cerca de la Rochelle, donde iniciaría una nueva vida, pues, después de la firma del tratado de Zaragoza, comprendió que nunca mas podría volver a España o Portugal. De hecho, en 1530 se puso definitivamente al servicio de Francia, elaborando cartas marinas de sus múltiples viajes. Al final de su vida, pidió a su esposa que enviase póstumamente la documentación acumulada, y en parte elaborada por el, a la Biblioteca Nacional de Paris.

Recuerden ustedes cuando leyeron sobre Andrés de Urdaneta que durante el año de 1536 no es que haya sido rescatado por los lusitanos, sino retenido y/o secuestrado y llevado a Lisboa con todos los documentos (cartografías) realizados en esos recorridos y navegaciones durante nueve años en las Molucas y que después él se les voló y viajó a Sevilla y entregar esos manuscritos que tenia guardado en la memoria.

En ambas hipótesis se puede decir que hubo una muy marcada influencia española, o sea la tripulación de la “San Lesmes” ya sea en Anaa, Opoa, Raiatea, Nueva Zelandia formando parte integral de la cultura y de las etnias maoríes y hasta en Australia. Parece increíble que unas cincuenta personas hayan hecho tanto, pero no hay tal. Cito a Gorrochategui: “Si los escasos amotinados de la famosa Bounty, a fines del siglo XVIII tienen numerosos descendientes, imaginen tantas personas con tanto tiempo por delante. Cuando llegaron los primeros europeos de la historia oficial, habían pasado 250 años y cada tripulante podía tener cientos o miles de descendientes en el Pacifico”.

De este modo, la carabela San Lesmes se convierte en un ejemplo paradigmático de pervivencia de un grupo humano aislado hasta nuestros días. Aunque en este caso, la supervivencia fue mucho mas allá, convirtiéndose también en un empuje civilizatorio que se dejó ver en las otras culturas de la zona, dejando una huella imperecedera y proponiéndonos al más apasionante rompecabezas de la historia. Porque, mas allá de los pormenores de la reconstrucción del destino de la carabela, es manifiesto que encalló, se reflotó, continuó su viaje y ejerció una enorme influencia en el Pacifico sur, desde la isla de Pascua, hasta la Vavao y Nueva Zelanda.

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