Diálogo y enfrentamiento

Se presupone que dialogar es algo cordial que se da entre dos personas que buscan acuerdos. En esa interpretación amable no se tiene en cuenta la raíz etimológica de la palabra “diálogo” en la que queda claro que “dia” no significa dos sino “a través”, lo que significa un proceso y un tomar distancia. No es pasivo sino activo, no busca una finalidad como sería la de convencer a los interlocutores y, por lo general, genera enfrentamientos. El diálogo no es necesariamente entre dos como si la raíz de la palabra fuera “di”.

El diálogo se desarrolla en el entre, a través de, y no se centra en el mejor o más convincente de los enunciados, lo que sería un monólogo que se podría expresar en formas que van desde el noble discurso hasta la insoportable cantaleta, según el caso. Su virtud es la de establecer unas posiciones que en muchas ocasiones generan choque. Cualquier desenvolvimiento de un diálogo establecido sobre cualquier tema pero especialmente el que se da entre oponentes en cuestiones filosóficas, religiosas, éticas y, especialmente, políticas, es motivo de reflexión. El entre es el espacio en donde se van a generar las tormentas, representadas en gritos y exclamaciones subidas de tono, pero también las alegrías, representadas en risas y abrazos. La discordia estará atenta para colarse en ese entre y la emoción querrá imponerse sobre la razón, encegueciéndonos hasta perder de vista las enseñanzas que brotan de ese proceso.

Del tan elogiado diálogo han surgido disputas que han roto viejos lazos de amistad y familiares. A veces nos buscamos unos a otros para intercambiar opiniones y terminamos dándonos golpes que nos lastiman profundamente.

Mi carácter y la manera como me expreso ha llevado a que se me juzgue como una persona intransigente con la que es muy ingrato dialogar. Con frecuencia me descalifican y me aconsejan que hable de otra manera. Frente a un tema, como por ejemplo el intrincado y oscuro proceso electoral de los Estados Unidos, cuando dejo clara mi posición desde antes de iniciar el diálogo, se me toma como a un delirante poco informado, candidato a ser internado en un manicomio y al que no se le va a escuchar. Ante eso mi tono de voz sube un poco más y si no lo bajo y escucho juicioso a quien me interpela, me quedo solo pensando en lo grosero, patán e ignorante que he sido.

Reflexionando sobre el dialogar, a veces mientras escucho a los otros o recapacitando en ello antes de dormir o al despertar, he comprendido que el diálogo me es vital, pero que no voy a sucumbir ante los intentos de domesticación por parte de los otros para que yo pueda disfrutar de una actividad tan privilegiada como lo es la de intercambiar opiniones. Sí, opiniones. Dialogar no es sentar catedra. Dialogar no es mostrar cifras, dialogar no es citar a los sabios, tampoco sentarse en la palabra. A muchas cosas que no son propiamente dialogar se les consideran como tal. Claudicar, por ejemplo, no es dialogar. Reflexionar, especular, jugar con las palabras e ironizar, entre otras acciones del pensamiento, sí es dialogar.

En el diálogo intervienen dos o más personas, cada una de ellas con su punto de vista, sus experiencias y una manera particular de interpretar los hechos. Mientras ellas dialogan van a surgir los enfrentamientos y las discusiones, mientras que los sucesos de los que tratan en la charla siguen su curso. Vuelvo al ejemplo de las elecciones al norte de América en donde las cosas se decidirán el 20 de enero con serias repercusiones durante años en todo el mundo. Hay unos que creen que ya todo está dado porque Biden es el presidente electo; y otros que esperan el desarrollo de las graves denuncias de fraude y en lo que llegue a ocurrir entre el 6 y el 20 de enero, entre las que me cuento convencido de que se dio un vergonzoso y descarado fraude. Cuando por casualidad se enfrentan, cada uno aferrado a su posición, las cosas siguen evolucionando y las noticias se dan minuto a minuto especialmente en los canales informativos independientes.

Ante eso lo único evidente es la incertidumbre. No voy a cambiar, seguiré siendo el que soy dejando que los otros sigan siendo lo que son que es lo que hace tan humano al diálogo.

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