Vivimos una coyuntura tan histórica como inesperada. Pero gracias a las autopistas digitales que se han desplegado en la última década los colombianos han podido seguir digitalmente conectados.
Honestamente, ni el más oscuro de los escenarios que me haya podido imaginar hubiera podido prever esta coyuntura que vive el planeta en 2020, por cuenta del coronavirus Covid-19. No está de más decir que estoy convencido de que vamos a salir de este momento y que lo vamos a hacer mucho más fuertes y resilientes. Recientemente, tuve oportunidad de hablar con mi equipo directivo sobre algo que no se me sale de la cabeza ¿qué hubiera pasado si algo semejante hubiera sucedido hace cinco o diez años atrás?
El tema surgió en una teleconferencia que en la que estábamos varias personas. Y en medio de tamaña revolución es bueno hacer un alto en el camino y hablar sobre las autopistas digitales que se han desplegado a lo largo y ancho de Colombia y a los cables submarinos que están posibilitando que, a pesar de la distancia y el confinamiento, todavía podamos -de alguna forma- seguir siendo productivos, estar informados, pero más importante aún seguir en contacto con nuestros amigos y nuestros seres queridos.
Con todo y las dificultades obvias que se han presentado en las últimas semanas, las redes de telecomunicaciones han respondido de una forma sobresaliente ante una demanda que en cuestión de días aumentó entre un 30 y un 40 por ciento. Pero este rendimiento no es fortuito. Es el resultado de años de inversiones, de despliegues y de avances que los operadores hemos puesto al servicio de todo un país. Como, nunca antes, nuestro propósito de conectar cada vez a más colombianos se hizo visible en la historia.
Basta recordar que, en 2015, el promedio de capacidad de internet que tenía un hogar colombiano no superaba las 8 Megas. Actualmente, de acuerdo con un análisis hecho por el equipo de Tigo, el promedio de velocidad supera las 20 Megas. Pero los operadores logramos ofrecer capacidades que ya superan las 300 Megas, lo que no es una cuestión técnica y remota: es la respuesta a las necesidades de los usuarios, es cuestión de tener a los niños viendo videos, mientras que los padres se conectan a videollamadas con buena calidad y al mismo tiempo.
¿Y es que se imagina qué sería de estos días sin estar conectados? ¿Logra dimensionar qué pasaría si no tuviéramos la suficiente capacidad para hacer distintos trabajos desde nuestros hogares? Pero no nos vayamos tan lejos: ¿se imagina cómo serían esos contactos con nuestros familiares sin la capacidad que tiene internet en este convulsionado 2020?
Me enorgullece decir que esas inversiones en infraestructura cercanas a los $6 billones en los últimos cinco años se traducen en besos y abrazos en alta definición. Se traducen en largas conversaciones con aquellos que están lejos físicamente, pero cerca digitalmente. Se traducen en empleados productivos y en empresas que no se detienen, en continuidad en medio de la crisis.
Estos días históricos que marcarán a la humanidad, y a las próximas generaciones, recordaremos que los operadores de telecomunicaciones estuvimos a la altura de esta contingencia gracias a décadas de inversiones en cables submarinos, espectro, antenas y cableado… pero, sobre todo, gracias a nuestra gente y a nuestros recursos técnicos especializados. Sin cada uno de ellos, ninguno de estos servicios que estamos disfrutando sería posible.
Quiero finalizar con un mensaje de tranquilidad: en Tigo estamos trabajando a tope para mantener digitalmente conectados a los colombianos. Doblamos nuestros esfuerzos y les aseguro que esta coyuntura no solo pasará, sino que nos hará mejores. A todos.