Resumen de las enseñanzas religiosas que recibí desde la infancia y de lecturas posteriores:
• Hace unos 13 mil 700 millones de años, según revela la ciencia, el Cosmos apareció de un momento a otro gracias a una explosión, el Big Bang, inducida, de conformidad con los teólogos y predicadores, por quien en español llamamos “Dios”, “Creador”, “Supremo Hacedor”, “Señor”, etc.
• En una de las secciones del Cosmos, la Tierra, afirma la ciencia, surgió la vida hace miles de millones de años. Luego, transcurrido un largo período, y de acuerdo con teólogos y predicadores, el Creador formó la primera pareja heterosexual: Adán, moldeado en barro, y Eva, salida de una de las costillas de aquel.
• También sostienen que el Supremo Hacedor les organizó el paraíso, un sitio excepcional, fenomenal, incontenible, enamorador, y que los dotó de inteligencia para diferenciar lo permitido y lo excluido de cara a vivir allí felices por siempre.
Pero las cosas no se quedaron así:
• Con la inteligencia recibida, Adán y Eva corrieron a disfrutar del inesperado escenario y “pecaron” (¡qué gente!), es decir, obraron de un modo no grato al Señor, quien, revelan los teólogos y predicadores, los castigó expulsándolos y obligándolos “a ganarse el pan diario con el sudor de la frente”.
• Lo crítico no fue que nuestros primeros padres recibieran tal castigo, sino que, por su culpa, todos sus descendientes –¡todos!– lo tendríamos hasta el fin de los tiempos, con lo cual quedamos expuestos a enfermedades aterradoras, tristezas más allá de lo humano, sufrimientos devastadores, penas descomunales, inequidades impensables, fenómenos naturales arrasadores, tragedias inagotables, finales de vida ignominiosos y aplastantes, etc. Consecuencia de comerse la “manzana” que no era (indican los teólogos y predicadores).
• A lo anterior se sumó la creación del infierno, instancia configurada por Dios para quienes en la Tierra desobedecieran sus mandamientos, lugar aquel donde padecerían por siempre unas penalidades peores que las mencionadas.
A todo ello se suman otros escenarios:
• El Creador no olvidó la idea del paraíso y formó el cielo, sitio inefable, espléndido, extraordinario, majestuoso, espectacular, que sería el destino final de las almas que acataran los mandamientos, tal y como lo revelan distintos teólogos y predicadores.
• Estos también sostienen que Dios concibió el limbo, una dimensión muy aburridora en la que tendrían que estar por siempre, privadas de ver al Señor, las almas de los humanos que fallecieran sin ser bautizados.
• La revelación no para ahí: el Supremo Hacedor igualmente dispuso el purgatorio, un espacio horrible, camino del cielo, destinado a las ánimas cuyos pecados no fueran muy graves, pese a lo cual tendrían que soportar grandes sufrimientos para purificarse y entrar al nuevo paraíso.
• Así mismo, los teólogos y predicadores monoteístas declaran que Dios es infinitamente bueno, justo, inteligente, misericordioso, omnipotente, sabio, etc., visión que no deja de confundir al contradecirse con muchas de las realidades cotidianas de los descendientes de Adán y Eva.
• El gran telón de fondo, entonces, es cómo entender que ese Supremo Señor crea a la humanidad a sabiendas de que buenos y malos sufriríamos lo indecible, dentro y fuera del infierno.
• Sin embargo, se reveló que el Creador tuvo misericordia de sus criaturas y decidió, hace apenas dos mil años, enviar a la Tierra a Jesús, ciudadano judío, a quien un sector de las iglesias monoteístas considera “el Hijo de Dios”, con la misión de “redimir a la Humanidad, esto es, salvarla y liberarla del dolor y la muerte”, prédica de teólogos y pastores.
Lo que desconcierta a muchos es que ya van más de dos milenios de su aparición y los humanos no hemos dejado de nacer, vivir, crecer y morir en medio de todo tipo de calamidades, dolores, tristezas, etc., mezcladas con realidades positivas. Y aquí viene la pregunta: ¿será que el Dios revelado se ha rebelado?
INFLEXIÓN. Lo expuesto parece fantástico, pero es real; parece real, pero es fantástico. Si no, leamos a J. Pauwells y L. Bergier en El retorno de los brujos: “La inteligencia, por poco agudizada que esté, descubre lo fantástico en el corazón mismo de la realidad. Algo fantástico, que no invita a la evasión sino, por el contrario, a una más profunda adhesión”.