Desconozco el número exacto de resoluciones, decretos y circulares que en diferentes campos ha expedido el Gobierno Nacional para contener y mitigar la emergencia que vivimos. Mucho menos podría hablar del total de protocolos presentados por las autoridades, las empresas, profesionales de diferentes campos y establecimientos comerciales con el fin de reiniciar sus actividades.
De lo que estoy seguro, es que por más sensato y juicioso que sea el ejercicio de los dirigentes, los empresarios y de todos aquellos que prestan algún servicio, no será suficiente sin la participación activa, consciente y sostenible de la sociedad en general.
Hoy, desde el encierro, que poco a poco se levanta, reclamamos volver a espacios tradicionales de convivencia como la familia, el trabajo, la escuela, los centros comerciales, el entretenimiento y hasta el resto del mundo, por mencionar algunos.
En cada punto de encuentro social hay normas que imponen deberes y otorgan derechos para alcanzar propósitos individuales y colectivos. Estas reglas sociales, morales, religiosas y jurídicas, buscan garantizar el orden y la armonía en la sociedad y se espera sean cumplidas por todos. Lo que caracteriza a las normas jurídicas es que su cumplimiento no es opcional, todo individuo debe cumplir las leyes si no quiere ser sancionado, o detenido por violarla.
Si la humanidad, en todos los países sin excepción, en unos más en otros menos, ha presenciado los esfuerzos de muchos por quebrantar la ley y no sufrir consecuencias, qué decir frente al cumplimiento de las normas que no son jurídicas. Lo vimos en España, Estados Unidos e Italia, entre otras naciones, donde ante un levantamiento inicial del confinamiento se vieron comportamientos irresponsables en bares, playas y otros lugares de reunión sin medir los efectos sobre los contagios.
Refiriéndome en particular a Latinoamérica, la región del mundo que hoy lidera el aumento de contaminados y personas que pasan hambre por el Covid 19, ha sido tradicional la cultura de la violación de las normas e impera la ley del más vivo. Que equivocados están, el más vivo ahora es el posible muerto.
El gobierno tiene que hacer cumplir la ley y la sociedad las normas. En psicología se usa el término sanción social para describir reacciones generalizadas de la sociedad o métodos de control de las personas ante comportamientos caracterizados como negativos que no violan leyes pero hacen daño a la sociedad
Las campañas de sensibilización y los programas de formación, son necesarias más no suficientes. Si la sociedad continua silenciosa frente a las actitudes y prácticas que atentan contra el bien común, será imposible que los gobiernos y las leyes frenen este fenómeno.
Reitero que lo que sucede nos deja enseñanzas, y muestran que la obligación es de todos: del Estado, la ciudadanía, el sector público y el sector privado. Es decir, todos debemos despertar y exigir el control por parte de los ciudadanos, ya sea ante el Covid 19, la inequidad, el irrespeto al medio ambiente o tantos otros comportamientos que nos impiden desarrollarnos de manera sostenible.
No tengo temor en decir que, aunque el mundo haya cambiado, el principio básico del manual de Carreño sigue siendo el mismo: ninguna comunidad funciona si no hay entre sus miembros reglas de consideración mínimas, ¿y qué consideración más elemental existe que la propia supervivencia del ser humano?’
De nada nos sirve actuar bien si los demás no lo hacen. Hago un llamado para que, en nuestros hogares, calles, iglesias, grandes cadenas, tiendas y en cualquier punto de reunión social, rechacemos al unísono, con serenidad y argumentos didácticos a las personas que no usan tapabocas, eluden los comportamientos preventivos de higiene o se niegan a respetar las distancias mínimas.
Guardando proporciones recordemos al músico y pedagogo venezolano, Manuel Antonio Carreño, quien con sus normas de urbanidad y principios morales revolucionó las conductas sociales en el siglo XIX. Es hora de que construyamos conjuntamente en Colombia la urbanidad sostenible del siglo XXI para consolidar, ejercer y reclamar actitudes sostenibles en los ciudadanos a través de la sanción social.
Sabemos que debemos construir un mundo sin pobreza, con equidad social y respeto al capital natural. ¡Es hora de exigir que así sea!