Conocido por muchos es que el deporte en Colombia es el botín de algunos de sus dirigentes y de ciertos políticos dominantes. Al desnudo todos con el cacareado asunto de los Juegos Panamericanos y los recientes Juegos Nacionales. En el primer caso, el problema no fue perder la sede… fue perder el negocio, la tajada, porque poco se pensó en los deportistas. Siempre en el dinero.
El deporte nuestro es un caos, por la ausencia de pulcritud en el manejo de los recursos del estado.
Se conoce que a los contratistas de las entidades que lo manejan, los obligan, en muchos casos, a firmar sus convenios por una cifra y les liquidan otra. Pagos que llegan con retardo.
Que los atletas migran de un lugar a otro por falta de apoyo. Que el dinero que asigna el gobierno desde el ministerio es gestionado a su antojo por el comité olímpico y en ocasiones toma otros destinos.
Escenarios de distinta índole como coliseos, canchas multi-deporte, proyectados, sin iniciar obras, o con retraso en su construcción, con asignaciones presupuestales malogradas.
Que los conflictos políticos regionales, afectan a los entrenadores y a las ligas. Que a un director técnico no siempre se le evalúa por sus aptitudes para dirigir sino por sus compromisos al votar en las elecciones.
Qué torrentes de dinero se gastan y gastaron como apoyo a deportistas privilegiados que poco brillo le dieron al país, como dos equipos de ciclismo que voltearon por el mundo sin resultados convincentes, patrocinados por Coldeportes.
Qué deportistas de la talla de Josimar Calvo, poderoso gimnasta, medallista, tiene que pedir limosna para competir en el exterior… Y como él muchos.
Que en los viajes internacionales los dirigentes tienen viáticos y atenciones de lujo. Los deportistas no. Que varios de ellos se pavonean al lado de los campeones, como lo hacen los políticos, para robar protagonismo, sin hacer gran cosa para sus triunfos.
Que es demagogo e hipócrita el apoyo al fútbol femenino, el que se hace notar solo cuando brillan las chicas con sus triunfos. Con excepciones, claro.
Ineficiente es el control oficial a las entidades deportivas y pobre el respaldo a los deportistas invisibles. Que hay decenas de ligas que trabajan en la miseria. Qué centenares son los atletas campeones, abandonados después de sus retiros e insuficientes las capacitaciones a entrenadores y deportistas.
Indignación con repudio.
Que los dirigentes viven atornillados a sus cargos, que los atletas están siempre en segundo plano a pesar de sus hazañas, que evidente es el silencio cómplice de los medios de comunicación.
Es lo que se cocina a la sombra. Es nuestro deporte. La burguesía de los escritorios, tan diferente a la pasión de los estadios. Esteban J.