El estado de ánimo de niños y adolescentes en los tiempos de la pandemia

El coronavirus ha desatado una alerta generalizada en la población adulta. Sus decisiones, comportamientos y actitudes han marcado el rumbo que uno u otro país ha trazado para combatir los efectos de la enfermedad en sus habitantes, pero junto con los adultos, conviven menores de edad que esperan de manera pasiva que las acciones de los mayores les faciliten volver a su normalidad. ¿Qué estará pasando por la mente de los niños y adolescentes en medio de esta contingencia?, ¿Qué riesgos presenta su salud mental? Y ¿Cómo deben prepararse los padres para brindarles soporte y contención emocional?

Por la mente de Ana Paula y Joaquín, ambos de 4 años, deben pasar muchas ideas que los llevan a sentir aburrimiento, extrañar el colegio y desear a toda costa el hacer alguna actividad física, tanto que Ana Paula disfruta la oportunidad de salir con su madre a sacar la basura para lograr algo de actividad física. Por su parte Joaquín, aunque sabe que hay un virus, manifiesta su rechazo a la situación mostrándose perezoso.  

Como ellos muchos niños han perdido un espacio importante de interacción, que es el entorno de pre-escolar, allí no solo están sus amigos, sino quizá el escenario más importante para la estimulación natural de su proceso de neurodesarrollo. Los cerebros en desarrollo de estos niños han tenido que modificar los patrones neuronales con los que habían aprendido a comunicarse con sus pares, para asumir otros modelos, como por ejemplo jugar con los amigos del jardín a través de plataformas digitales.

La indefensión ante algo incontrolable es algo que también puede afectar el comportamiento infantil, como es el caso de Maria José de 5 años, quien manifestaba recientemente su miedo a las consecuencias del virus cuando su padre tuvo gripa y de manera angustiosa le decía a su mamá “no lo toques” y ella tampoco se acercaba, decía que “no se quería infectar”. Si para un adulto es difícil comprender la falta de control que se tiene sobre la situación actual, para un niño se trata de algo monstruoso que los ha llevado a replegarse bajo el abrigo de sus padres, sacrificando la autonomía ya ganada.

Mariana de 9 años, que es mayor que el grupo anterior, manifiesta abiertamente su malestar emocional por esta situación, trata de pasar el tiempo montando bicicleta en un lugar controlado, pero se pone irritable e incluso triste, más cuando por su caso particular no logra interactuar con su papá. La riqueza del lenguaje en estos niños permite tener un mayor acceso a sus sentimientos, pero es necesario estar vigilantes a sus acciones y actitudes, de tal manera que podamos saber cuando se pasa de un punto de comportamiento normal por la crisis actual a una situación de riesgo para la salud mental.

Algo similar sucede en la adolescencia, solo que, con una manifestación más abierta de la emoción, Natalia de 14 años además de hablar permanentemente de la tristeza que le genera estar lejos del colegio, comenta sobre su malestar al ver como los adultos, se siguen comportando de manera irresponsable causando la extensión de los confinamientos preventivos.

Estas historias se repiten en cientos de hogares, y aunque los padres han sido recursivos a la hora de contener a sus hijos, la salud mental de los menores puede hacerse vulnerable. Sobre todo, porque el mundo adulto tiene en gran parte sus ojos puestos en la economía y la salud física, y a causa de esto se puede bajar la guardia ante enemigos invisibles como por ejemplo la depresión infantil.

A continuación, se presenta un listado de algunos signos de alerta que pueden hablar de un estado de ánimo afectado en niños y adolescentes. Es importante que esta información sea tomada con serenidad y responsabilidad para no generar pánico innecesario. La mejor recomendación es compartir sus inquietudes con profesionales de la salud mental que pueden orientarlos de manera profesional.

Niños en edad pre-escolar

  • Irritabilidad, generalmente manifestada en rabietas frecuentes (antes no las hacían).
  • Quejas sobre dolores que al parecer no tienen una justificación. 
  • Abandono de juegos habituales.
  • Manifiesta cansancio de manera permanente.
  • Problemas de control de esfínteres (que antes no estaban)

Niños mayores de 7 años

  • Irritabilidad manifestada en agresividad.
  • Sensación frecuente de aburrimiento.
  • Disminución del rendimiento académico.
  • Problemas de concentración.
  • Alteraciones del sueño (mucho sueño o poco sueño).

Adolescentes

  • Mal humor.
  • Conductas negativistas que antes no presentaba (desafía ordenes, discute con los adultos, los contradice).
  • Descuido en el aseo personal y autocuidado.
  • Deseo e intentos de fugas.
  • Tienen expresiones donde señalan el no sentirse eficaces, no sentirse físicamente agradables y no sentirse valiosos. 

Los padres y cuidadores que ahora comparten mayor cantidad de tiempo con sus hijos están llamados a ser los veedores de su salud mental y a encontrar en los comportamientos de los niños signos de alerta que los lleven a tomar acciones de prevención o intervención. Muchos padres, como la madre de Gabrielito, han tenido incluso que convertirse en coterapeuta, buscando crear dentro del hogar, el entorno estimulante que debería encontrar el niño en el centro de desarrollo infantil junto con sus compañeros de clase.

Con lo anterior queda claro que este tiempo de la COVID 19 ha transformado los modelos parentales. Desde la psicología del desarrollo y la neuropsicología, la recomendación más importante que se puede hacer es garantizar para los niños y adolescentes un entorno donde esté presente el afecto de sus padres, la interacción con sus pares, lo cual puede lograrse a través de tecnología, la actividad física para no afectar procesos de maduración física, buena alimentación y la paciencia necesaria para contenerlos emocionalmente cuando el estado de ánimo se desborde.

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