Lucía Amaya Martínez

Vicepresidenta de Recursos Humanos de Scotiabank Colpatria con experiencia de 25 años en varias compañías nacionales y multinacionales de los sectores alimenticio, manufacturero, servicios, finanzas, consumo masivo y transporte internacional.
Es Ingeniera Industrial de la Universidad Tecnológica de Bolívar, tiene una especialización en Gestión de Recursos Humanos de la Escuela Naval Almirante Padilla / EAN y cuenta con diversas certificaciones y estudios complementarios en coaching y liderazgo ejecutivo en la Universidad de Los Andes y algunas universidades de Estados Unidos como Berkeley, Cornell y el centro de estudios de negocios Ross en la Universidad de Michigan.

Lucía Amaya Martínez

El líder, la diversidad y la inclusión

Los retos del liderazgo en los cambiantes contextos donde desarrollamos nuestra labor y nuestra vida nos piden cada vez nuevas competencias, en pocas palabras: evolucionar. Esta vez quisiera compartir el camino y entendimiento -desde mi perspectiva- de dos conceptos cada vez más presentes en el diálogo organizacional: la diversidad y la inclusión y los retos que estos nos plantean como líderes. 

He tomado las definiciones planteadas por www.globaldiversitypractice.com que me parecen simples y poderosas:

Diversidad es cualquier dimensión que puede ser usada para diferenciar grupos y personas entre sí, como: edad, etnicidad, religión, habilidades diferentes, preferencias sexuales, educación, origen y adicionalmente hay otras como: gustos, preferencias y personalidad. 

La inclusión en cambio es un ejercicio consciente en el cual diferentes grupos o individuos, teniendo diferencias, son cultural y socialmente aceptados y bienvenidos. 

De aquí, el gran reto del líder: construir una cultura inclusiva, que permita que las personas se sientan respetadas y valoradas, por quien ellos son, como individuos o como grupos.

Tengo la inmensa fortuna de trabajar en una compañía donde estos conceptos y su práctica no son un tema más, sino el ADN mismo y como menciono en diferentes espacios, sin ningún rubor, si algo me ha regalado esta experiencia ha sido tomar consciencia de lo poco que conocía, con lo cual he abordado el ejercicio de estudiar para entender y auténticamente vivir y transmitir. Bueno, pero ¿cómo liderar en medio de la diversidad e inclusión? En primera instancia sugiero aprender, leer, documentarse sobre estos dos aspectos; es desde mi punto de vista una nueva dimensión de ser un ciudadano culto.

Hay una forma de empezar a revisar cómo vamos en nuestro avance de ser diversos e incluyentes, y nuevamente llega el desarrollo de la consciencia. Casi que el primer eslabón es evaluar en el grupo de influencia, en el equipo, en la vida misma, si somos conscientes de enaltecer y proactivamente evidenciar el papel de la mujer en cada espacio. Empiezo por acá porque es la diferencia más evidente para todos desde que somos niños. 

Yo nací en un entorno entendido en nuestra cultura como machista, en el seno de una familia donde fui la única hija mujer. Tuve la fortuna de tener un padre que creyó siempre en mí y me trató como igual y unos hermanos que pudieron entender mi lugar en la casa y desde siempre me respetaron. Tal vez por mi entorno, obvié los comportamientos machistas, pero existieron; y es innegable que aún hoy para las mujeres ganar un lugar en algunos espacios es muy exigente.  

Y esto pasa también con otros grupos y personas. El gran reto para todos es reconocer que la diferenciación es real y debemos asegurarnos de que no sea invisible, que no seamos indiferentes, para poder contribuir a cambiar el mundo y a crear un ambiente auténticamente inclusivo. 

Mi segunda recomendación, siendo ya conscientes, es encontrar cuáles son nuestras tendencias y juicios sobre las diferencias. Estos se denominan sesgos inconscientes, los cuales se pueden entender como aquellas “gafas que usamos para ver el mundo”. Puede que los sesgos inconscientes no nos permitan ver por ejemplo los grandes retos para alcanzar oportunidades que tienen las mujeres, o las personas de talla grande, o aquellos provenientes de diversas regiones del país u otras minorías y que terminen incidiendo en las decisiones de contratación, en las definiciones de a quién reconocemos un trabajo bien hecho o a quién ascendemos… en fin. iNo es un tema menor! Y debemos evidenciarlos para poder trabajarlos y para darnos cuenta cuando estamos frente a personas que tienen comportamientos sesgados para seguramente, ayudarles también a ser conscientes con respecto a su visión.

Yo sé que todos los que vivimos una ética de trabajo, entendemos el valor del respeto como cardinal. Para el efecto de la diversidad, quisiera invocar un concepto, el profundo respeto. Va mucho más allá. Se refiere a desarrollar sensibilidad y lograr identificar en uno mismo y en otros comportamientos que desconocen la inclusión; implica que antes de juzgar cualquier situación de manera ligera, revisemos de dónde vienen nuestros juicios, que limitemos los comentarios ante casos que disminuyan el reconocimiento de otro como diferente y que levantemos la mano cuando presenciemos hechos que hemos llegado a normalizar, en situaciones tan sutiles como los chistes, por ejemplo. Esto, con la vieja y conocida herramienta de la escucha, para estar siempre atentos. Un líder inclusivo es coherente y pide coherencia.

En el día a día del trabajo, aquí en el mundo real, me cuesta un poco aceptar a aquellos que gritan un poco, que tienen comportamientos que a mi mirada juzgo groseros. No digo que no lo sean y me ocupo activamente de revisar las interacciones y de nuevamente pedir el respeto que todos merecemos, para mí, para mi equipo, para todas las personas de la organización o de mi entorno personal. Ahí también me pregunto si estoy incluyendo y si estoy aceptando incondicionalmente a ese otro que piensa y actúa diferente a lo que yo pienso es lo correcto ¿es sutil, no creen? 

En ese caso, mi invitación va a revisar eso que nosotros definimos como tolerancia y convertirlo en ver al otro como otro, distinto a mí y válido desde su diferencia. Recibo al otro, con su forma, con su estilo de expresar la diferencia en un contexto común de respeto, sin pretender que sea como yo quiero o considero que debe ser. Considero que esta nueva mirada es fundamental para construir un entorno incluyente.

Nuestro país es un lugar hermoso para aprender de diversidad y crecer en inclusión. He tenido la oportunidad de trabajar en diferentes ciudades con sus marcados regionalismos, en compañías multinacionales con personas de diferentes culturas y credos. He trabajado siempre en Recursos Humanos, así que he escuchado y vivido temas muy diversos y he visto muchos estilos de liderazgo, lo he disfrutado enormemente; tengo maravillosos y muy diferentes amigos.  

Esta es la auténtica fortuna de un líder ¡La cercanía con la gente! Cada equipo de trabajo es un regalo para practicar qué tan inclusivo estamos siendo. Sólo tenemos que mirarnos: qué nos pasa con el joven, qué nos pasa con el que es mayor, qué nos pasa con el que siempre opina, qué nos pasa con el que no dice nada. Empecemos por ahí. Luego evaluemos nuestras decisiones, los comportamientos habituales, a quién invitamos a trabajar con nosotros, qué tanto aceptamos un tatuaje, el color del cabello o la elección sexual… Qué tantos prejuicios tenemos. 

Contamos con la responsabilidad de construir un mundo en el que todos podamos estar y nuestra posición de liderazgo nos permite influir para que así sea. Recuerda que el liderazgo no implica que tengas personas a cargo, ¡ejerces el liderazgo desde el lugar en donde estas! Como en todos los casos, ser un líder, en este caso diverso e incluyente ¡empieza por ti!

Lucía Amaya Martínez, Ejecutiva en Recursos Humanos y estudiosa en Liderazgo y Desarrollo.

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Lucía Amaya Martínez
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