El lugar de la obra (Primera parte)

En un punto de la carretera que conduce de La Calera a Bogotá, de repente, aparece el pequeño cerro El chocolatero que me hace recordar al del Pacandé, este mucho más grande, que se visualiza a lo lejos, también en medio de la carretera, cuando me dirijo al Huila, mi tierra natal. 

El cerro de Guadalupe fue mi Sainte Victoire, la montaña de Cézanne. Durante el tiempo que viví y trabajé en esa especie de barco invertido que construí en el techo de la casa de mis padres y a través de una ventana en forma de rombo veía enmarcado ese cerro emblemático de Bogotá. 

Para Cézanne la Sainte Victoire era el motivo, la modelo que siempre estaba dispuesta. Quise saber lo que podía pasar por la mente del maestro francés y para ello me puse a pintar una serie de pequeñísimas pinturas al óleo cuyo “modelo” era el cerro bogotano. Las incluí en una obra que titulé “Guadalupe es mi Ste Victoire”. 

El chocolatero frecuentemente es “el motivo” pero apenas de mis reflexiones. Cuando lo veo golpeado por los haces de luz que se cuelan entre las nubes, pienso que es sagrado. Se me ha ocurrido que es un túmulo, un montículo artificial construido por los muiscas, una pirámide recubierta en tierra, una tumba colectiva... Mis vecinos creen que es un portal hacía otras dimensiones y que su entorno se conformó por un meteorito que cayó hace millones de años. Lo cierto es que desde Casasalas, ubicada en lo alto de esa depresión geográfica, escucho todo lo que ocurre abajo. El sector se conformó como una olla precolombina de esas que resuenan por dentro o un teatro griego en el que un fósforo encendido en la escena se escucha perfectamente en las gradas superiores, como lo demuestran los guías con orgullo. 

La concavidad del terreno es una curva que sería continua si no se viera interrumpida por la protuberancia del Chocolatero. 

En lo alto a 2.950 metros está ubicada La Bachué en la terraza principal de mi casa. Para llegar desde mi taller directamente a ella, con Juan Carlos y Orlando acabamos de construir una escalera en caracol que se asemeja a las serpientes que se enroscan y se sumergen en la escultura. Recordemos que La Bachué era el centro de una fuente en el pabellón Colombia de la Feria de Sevilla de 1929. No sé cuando fue retirada de ahí ni por qué, quedando una poceta circular con cuatro huérfanos anfibios que escupen el agua por sus bocas. 

En mi taller de Bogotá habitó un magnolio por varios años. Un círculo de dimensiones similares a la de la fuente de Sevilla era el hueco en donde se sembró el árbol. Ahí instalé mi Bachué -la de bronce, el calco, la copia, estuvo ahí-. En Barranquilla dicen que Obregón visitaba la otra -la de granito checo, la quebrada en el medio- y de esas visitas surgió una bella serie de pinturas. 

La que fue rezada y a la que se le dio la bienvenida fue a la de bronce, no a la de piedra. Mi amiga Gloria dijo que la Bachué había encontrado su lugar dominando el paisaje muisca, el mismo que fue escenario de su llegada, junto a su consorte, a poblar de hombres y mujeres la tierra. La revista Axxis le dedicó unas páginas a Casasalas y el encabezado de su versión digital dice así: “Esta extraordinaria casa privilegiada por la luz natural tiene la mejor vista de Bogotá y sus alrededores”. 

A mi amigo Micus, el músico alemán, este paisaje le recordaba a Baviera. El trópico de montaña es muy especial, podría decir que resume todos los climas. He sembrado yarumos como también palmas de cera que armonizan con el bosque nativo. Los del norte, eucaliptos, pinos y magnolios se complacen junto a los nativos sietecueros y amarrabollos tan de nuestra América del sur. Así como La Bachué es un híbrido, así somos por acá. Ni siquiera Las Indias fueron consideradas como colonia por la administración española sino como reino o virreinato. Tenemos raíces indígenas entrelazadas con raíces ibéricas ya entrelazadas con raíces moriscas desde los tiempos de la conquista. 

Tal vez esta Bachué sea más universal que regional. Tiene tanto de muisca como de masona… pero también de egipcia o de siria. Junto al paisaje que la rodea es otra distinta a la escultura original y al mito que la inspiró.

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