Mario Huertas

Analista de asuntos estratégicos y hemisféricos (Énfasis: Brasil y EE.UU.) Columnista de opinión, diario La Nación. Voluntario internacional para la promoción de nuevos liderazgos, Universal Wonderful Street Academy (UWSA), Jamestown-Accra. Colaborador del Goldstreet Business (Ghana). Profesor de Geopolítica y Geoestrategia. Infante de Marina, Armada República de Colombia (A.R.C).

Mario Huertas

El mal debut de Petro en la ONU

Petro ha debutado en el foro más importante de la política multilateral cuando se ha instalado la 77a  sesión anual de la Asamblea General de la ONU en el marco de dos grandes temas, que ocupan prioritariamente la agenda internacional, como son la guerra en Ucrania y la crisis climática. 

La agenda de esta sesión ha sido muy clara pero el mensaje de Petro resultó confuso, descontextualizado, equívoco y poco eficaz, para sus propios fines. Por lo tanto, ha perdido una valiosa oportunidad porque si Petro supiera que a la ONU se va a promover el interés nacional o la agenda de gobierno como parte del interés global y no a imitar a García Márquez o a Chávez, hubiera logrado algo de mayor alcance.  

Su discurso, mezcla de tercermundismo con retoques de realismo mágico, apuntó a un objetivo central: cambiar el tratamiento dado al tema de las drogas. Con su habitual estilo como si estuviera en el congreso colombiano y no en el parlamento de la humanidad, Petro se estrenó en la ONU sin aprovechar, para la agenda de su gobierno, el discurso pronunciado. Dejando muy en claro su total desconocimiento en el manejo de las relaciones internacionales. 

Lo anterior porque no fue lo suficientemente capaz para argumentar la razón de Estado que conlleva dicha solicitud. A los colombianos nos resulta muy fácil entender, en función de lo que hicieron con las FARC, los motivos que Petro tiene de cara al logro de “la paz total”. Pero, a la comunidad de naciones les puede resultar poco claro el mensaje dado el estado global de cosas e interpretarlo más como una operación de lavado de activos a gran escala. Así, el discurso fue muy  confuso.

Y digo esto porque, según Petro, las potencias se han dado a la tarea de perseguir la selva, la hoja de coca y sus gentes cuando la verdadera persecución se ha orientado al narcotráfico, agente financiador de guerrillas, paramilitares y demás agrupaciones criminales que han desestabilizado la seguridad regional y hemisférica. 

Nada más hipócrita al decir que han culpado a la selva y sus habitantes, cuando lo que se ha hecho es que, a nombre de la paz, han convertido en partidos políticos a quienes con el poder del narcotráfico han destruido el mismo ecosistema para someter la democracia colombiana a sus dictados y llevar al poder a sus testaferros. Y esto lo han entendido fácilmente los estadistas de otros países que toman atenta nota del galimatías de Petro. Palabras que, por demás, están fuera del actual contexto global. 

De otro lado, resulta irracional pretender que la economía mundial, de un día para otro, deje de apalancarse en la dinámica de los combustibles fósiles. Razón suficiente para entender que la ministra de Minas y Energía, Irene Vélez, exija a otras economías para que se lancen por el abismo del “decrecimiento”.

En este sentido, también se perdió la oportunidad de promover parte de la agenda nacional, pues, entre los devaneos literarios de corte garcía-marquiano y la demonización del capital, Petro debió apuntar más a la manera en que se deben encarar los calendarios, cumplir los compromisos y asumir los roles para hacer una exitosa y justa transición energética hacia una economía más limpia, tal como la COP22* lo ha establecido.  En efecto, el discurso de Petro no logra la eficacia esperada y por el contrario genera ruido y malestar en naciones que pueden coadyuvar al desarrollo de la agenda interna del país. 

Nótese que el discurso, equívoco de forma y fondo, pudo redactarse tomando en consideración la agenda del gobierno (que por si acaso no la comparto en su totalidad) debidamente enlazada al contexto actual de la agenda de la ONU para que fuera la bandera que la embajadora Zalabata Torres tuviera a la mano como instrumento de gestión multilateral.

En definitiva, que alguien alumbre con la luz de la razón a Petro  para que entienda que la política mundial no es un apéndice del universo macondiano y evite condenar a Colombia a más de cien años de soledad. 

 

*La 22ª Convención Mundial sobre el Cambio Climático

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Mario Huertas
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