No sé qué pretendió el periodista al afirmar que Santiago Montoya, cuando falló el suyo en serie de penales que definía el futuro de Millonarios en Copa Sudamericana, tenía mirada maricona.
¿Acaso estigmatizar una comunidad por sustentar una crítica? ¿O a un futbolista, por un error no premeditado? Equivale, válgame la comparación, a preguntarle a una deportista cuando le llega la regla, si con ella compite mejor, o si le es fiel al marido.
Señalar, para ridiculizar, no es correcto; es recurso de aquel que pierde la compostura para ganar sintonía. No sé cómo es una mirada maricona, aunque entiendo que hay expertos en el tema.
Demagogia es convertirse en falsa víctima, para recoger afectos sin tener, en ocasiones, velas en el entierro. Trampitas en manejo de medios. Quizás eso explica lo del ojo maricón.
Vuelve la Selección y con ella el fervor del pueblo. Es terapia, siempre lo he dicho. El testículo de James, que dolía, se apaciguó. Ya no fastidia, lo que da confianza. La ausencia de Falcao, el salvador en tiempos de crisis, pone a tirar tiza al entrenador en su tablero. ¿Será que lo hace? O su simplismo lo lleva a alinear a Zapata, sin darle complementos… Un toro para chocar contra los recios uruguayos, pero no solo.
Uruguay llega con todo a Barranquilla, pero como dijo Diego Forlán, otrora goleador celeste, el sofoco y el calor, la olla a presión del Metropolitano, hace inválida cualquier táctica y condiciona los esfuerzos. Aunque, para ser sinceros, cosas se han visto.