A los periodistas nos preocupan las fake news o noticias falsas pero resulta que nosotros también somos parte del problema por culpa de la dictadura del clickbait, que deformó el periodismo.
Se volvió difícil confiar en ese periodismo que se toma diez párrafos para desarrollar un titular, que de entrada ya es engañoso, apartado de la realidad, a veces un chorro de babas que pudo contarse en un párrafo, a lo sumo dos. Estamos hablando de un “periodismo” (¿?) empalagoso hasta el aburrimiento.
Según Wikipedia, el clickbait ha sido traducido al español como ciberanzuelo, cibercebo, cebo de clics o anzuelo de clics, es un neologismo usado de forma peyorativa para describir a los contenidos en internet que apuntan a generar ingresos usando titulares y miniaturas de maneras sensacionalistas para atraer la mayor proporción de clics posibles.
Ese periodismo es como el cuento del pastorcito que por mentiroso pierde credibilidad. Pareciera que al periodismo de ahora lo ataca una especie de trastorno bipolar. Es decir, los impresos, la radio y la televisión cuentan una realidad ajustada a los principios propios del oficio (con titulares serios), pero en las ediciones digitales escribe alguien distinto, una especie de suplantador del buen periodista. Y entonces queda en la aire la idea de que cuando desaparezcan los medios tradicionales (porque es un hecho que pasará tarde o temprano conforme la tecnología siga su cauce) también habrán desaparecido los buenos periodistas para dar paso a estos nuevos “reporteros” que imponen una manera bien rara de contar las noticias. En este punto me pregunto si la inteligencia artificial se creó porque la humana no bastó.
No sé si llamar noticias al recuento fatigoso de lo que pasa en las redes sociales. No veo ninguna gracia en repetir lo que ya se sabe. Es como tratar de estúpido al lector. Si eso creen, es porque no leen los comentarios que deja la gente en cada post. Una parte de la audiencia comenta el hecho en sí y otra critica la ligereza y la falta de rigor periodísticos al contarlos. Nunca veo al director o a los editores respondiendo o disculpándose con esos lectores. Es como si no les importaran las opiniones de la gente.
En lugar de eso, ciertos medios se ufanan de ser los más leídos, mostrando el número de usuarios únicos, como si la calidad se midiera por un número. Que yo me compre un calzado 43 no significa que me quede. Es posible que ese periodismo le esté hablando a una nueva generación de lectores., distinta a la de antes, que era más culta o, si quiere, menos banal, y en cualquier caso, desacostumbrada a tragar (información) sin masticar.
Se nos olvidó que somos buscadores de historias, que esa es la naturaleza del oficio. El periodista debe buscarlas y contarlas, a diferencia de los escritores que las inventan para contarlas. El periodismo se hace en las calles, no en un cubículo de dos por dos. Jóvenes reporteros: salgan más, sin miedo a desgastar los zapatos, que para eso son. Úntense de ciudad y de territorio. Pero también continúen formándose. Dice Omar Rincón, no sin razón, en El Tiempo: "...periodistas y presentadores nunca se meten a hacer una maestría, ni a algo que les amplíe sus horizontes de sentido; nuestro marco de las referencias son las redes, y nos quedamos en ideas rápidas y desechables".
El reportero debe ser inquieto y nutrirse de la curiosidad, ver más allá de lo que el común de la gente ve. Aprender a olfatear la noticia, como el perro que olisquea la pared. Ser como Truman Capote que en la sección de breves de un periódico encontró el principio de una obra maestra del periodismo. No se les pide tanto como una pieza digna de un premio Pulitzer. Con que escriban sin ficcionar y sin faltas ortográficas estaría bien para comenzar.