Si el presidente Gustavo Petro padece de alguna enfermedad o condición especial que le impida ser cumplido, apegarse a la realidad de los hechos y mantener una disciplina y constancia en sus tareas como mandatario de los colombianos, solo lo sabe él.
Juan Fernando Petro señaló que él y su hermano fueron diagnosticados con el síndrome de Asperger o Trastorno del Espectro Autista. Ese trastorno se caracteriza por “la intensa concentración de una persona en su propio mundo interior y la progresiva pérdida de contacto con la realidad exterior”.
El presidente desmintió a su hermano, pero lo que sí resulta tozudo es que el mandatario de los colombianos vive en un mundo propio y parece ajeno a la realidad de Colombia. Además, de que una gran mayoría de sus pronunciamientos semanales evidencian una fascinación particular por difundir verdades a medias.
La calidad de “genio” que Juan Fernando le concede al presidente para nada se ha visto traducido en acciones y resultados geniales en lo que va corrido de su mandato. Por el contrario, éste se ha caracterizado más por torpezas y contradicciones que por genialidades.
El “Pacto de la Picota” que confesó el hermano del presidente, los actos de corrupción de que se le acusan al hijo del presidente, la cascada de nombramientos de personas incompetentes en el gobierno que se le endilgan a la gestión de la esposa del presidente, el nombramiento de bandidos como Mancuso, “el carcelero de las FARC” y la terrorista que pusiera la bomba explosiva en el Centro Comercial Andino como “gestores de paz, las denuncias de presunta corrupción que hace el ex viceministro de defensa del presidente, etc., lejos están de reflejar genialidades.
Esa desconexión con la realidad y fascinación por las verdades a medias del presidente, sea cual fuere la causa, explica muchas cosas, como el “Yo no lo crie” o la exótica cercanía con Armando Benedetti, con Roy Barreras a quién tiene de embajador en el Reino Unido, con José Fernando Bautista a quién tiene de embajador en Portugal, con Alfonso Prada a quién tiene de embajador en Francia, con Guillermo Rivera a quién tiene de embajador en Brasil, con Juan Manuel Corzo a quién tiene de embajador en Paraguay, con Camilo Romero a quién tiene de embajador en Argentina, con Guillermo Reyes a quién tiene de embajador en Suecia, etc.
Todos ellos miembros de esa vieja clase política que dijo venir a renovar, pero a quienes claramente les debe -y les está pagando- su elección presidencial, pero que lejos están de ser sus amigos leales e incondicionales, como la historia lo irá revelando. Tengo la convicción de que el presidente no muchos amigos, menos colaboradores leales y su familia lejos está de ser su polo a tierra o un escenario que le permita serenidad.
Quienes rodean a Gustavo Petro en su generalidad parecieran estar interesados más en sacar provecho personal del éxito electoral político del hoy presidente o cobrarle los servicios prestados. No he visto, por ejemplo, la primera manifestación de sus agentes diplomáticos en el sentido de venir a apoyarlo y rodearlo sin contraprestación burocrática o contractual alguna.
Si la Primera República de la Nueva Granada mereció llamarse despectivamente como la “Patria Boba”, no estamos lejos de que lo que vive hoy Colombia y está por vivir, por cuenta del laberinto en el que se halla Gustavo Petro, la historia deba registrar este tiempo como la Patria Idiota.