“Queremos paz, queremos paz” así recibieron al Presidente Iván Duque en Samaniego Nariño, epicentro de una horrenda masacre de 9 jóvenes; la respuesta del presidente fue bajarle el tono al derrame de sangre que se vive en Colombia y que esta disparado. Además, cambió el nombre a las masacres, ahora son homicidios colectivos, para que se oiga más elegante y menos ofensivo. ¿Será que esto les importa a los familiares de las víctimas? Ya son 36 masacres registradas en Colombia durante el año; 3 en 24 horas, que dejaron 17 muertos y otras 6 en 15 días, en departamentos del Cauca, Nariño, Arauca, Valle del Cauca y otras zonas, como el Catatumbo, donde el gobierno parece haber perdido el control de la situación y la única solución que plantea es usar el espejo retrovisor; después de 2 años de mandato, ya es necesario mostrar resultados propios. Pero sus seguidores insisten en que la culpa fue de Santos, que la culpa es del proceso de paz, que dejaron volar a Santrich, para no asumir las verdaderas responsabilidades. Hoy, el país se ha convertido en un río de sangre, mientras Duque, enclaustrado en el Palacio de Nariño, sale todos los días es a defender a Uribe, como si hiciera parte de sus funciones; mientras la Ministra del Interior, responde al unísono, llorando porque Uribe alguna vez la ayudó con un cargo, pero no hace nada para enfrentar la arremetida de grupos ilegales que están acabando nuestra juventud. Luego sale el chistorete del ministro de Defensa, Carlos Holmes, quien ya está pensando en una candidatura presidencial, con el mismo refrito, “haremos una investigación exhaustiva y llegaremos hasta las últimas consecuencias”, la misma apatía muestra el Fiscal Barbosa, quien en cuarentena se va de gira a San Andrés, pero a Samaniego, Nariño manda a la Vicefiscal, como allá no hay playa.
Y todo tiene un motivo claro, falta de carácter del presidente, se nota timorato y perdido en temas de seguridad; rompió diálogos con el ELN, pero tampoco los derrota militarmente; anunció que acabaría los cultivos de coca y solo han bajado un 1%, ahora la excusa es la fumigación; siempre tienen un recurso para incumplir sus promesas de campaña. Pero lo que más ha liquidado la gobernabilidad de Duque, es la forma como se interpuso al proceso de paz y el abandono a las zonas donde operaban las Farc, al margen de disidencias y grupos narcotraficantes que se peleaban el territorio para seguir con el negocio; lo que no proyectó Duque, fue que atravesársele a la paz le iba a reventar a él mismo y es lo que hoy estamos viendo, un país con incremento acelerado de masacres, perdón, “homicidios colectivos” de jóvenes, líderes sociales y todo lo que huela a reivindicación de derechos de minorías. Mientras los programas sociales no llegan. Desde la derecha acabaron con la ilusión de paz por odio y venganza, también para disimular crímenes de políticos y militares, no dieron oportunidad a un espacio de reconciliación, fueron cobardes porque torpedearon todo por debajo de cuerda y ahora posan de cínicos diciendo que ellos lo advirtieron. Ojalá el presidente Duque entienda que le quedan dos años muy duros, en medio de una crisis económica sin precedentes y que la solución no es militar, es concertada con esas personas que claman paz y que quieren que la institucionalidad del Estado llegue algún día