Nicolás Otero Álvarez

Nicolás Otero Álvarez es abogado especialista en derecho contencioso-administrativo de la Universidad Externado. Se desempeña como asesor y litigante independiente en derecho administrativo, inmobiliario y urbanístico. Lector y fotógrafo aficionado.

Nicolás Otero Álvarez

El resurgimiento de las alternativas democráticas en Colombia

La democracia ha sido la gloriosa conquista de los Estados modernos occidentales; las formas de gobierno republicanas son en sí mismas controles del poder público. No obstante, para conservar la esperanza, debemos luchar en contra del acérrimo enemigo de cualquier teoría: la ingenuidad. La realidad social es compleja, entre otras razones, porque hay una pluralidad de actores e intereses involucrados en su desenvolvimiento y, por tanto, la democracia puede instrumentalizarse. La demagogia, el populismo y la tecnocracia pueden ponerla a sufrir incluso de los vicios de otras formas de gobierno cuando se vencen los controles y prevalecen intenciones indebidas.

Necesariamente, el sistema político convive con el económico. Sobre este aspecto, el artículo 333 de la Constitución colombiana establece: «La actividad económica y la iniciativa privada son libres dentro de los límites del bien común», disposición normativa que permite deducir el carácter pluralista de sus autores. ¿Pero cómo coexiste esta regla con la prevista en el artículo 334, que dice que «la dirección general de la economía está a cargo del Estado»? 

Para responder este interrogante en democracia, debe acudirse a sus procedimientos. A través de inclusión y participación puede definirse tangencialmente (no esencialmente) el bien común, pues no existe un concepto universal al que siempre podamos acudir con grado de certeza, sino que este cambia con el tiempo y el espacio.

En una tecnocracia, a un predominante grupo de expertos con legitimidad democrática indirecta le corresponde establecer lo que se entiende por bien común. A veces parece que los tecnócratas están más cerca de encontrar la verdad, sin embargo, esta apreciación no tiene en cuenta los sesgos de educación y origen social que existen como consecuencia de la falta o injusta repartición de oportunidades.

Un ejemplo es la crisis de las hipotecas subprime de 2008. Los banqueros mejor estudiados (y pagados) de los EE. UU. diseñaron el sistema de derivados y promovieron transacciones de miles y miles de millones de dólares durante años sin problemas. Sin embargo, algunos gestores de fondos de cobertura identificaron que buena parte de las hipotecas que garantizaban el pago de créditos inmobiliarios y conformaban los bonos que transaban los agentes, eran —literalmente— basura. Como explican en la película La gran apuesta de Adam McKay, fue algo así como comprar un seguro contra incendios sabiendo que iba a quemarse todo a corto plazo. Fue así como lograron apostar en contra de estos activos sobrevaluados, lucrarse monstruosamente y dejar en ridículo a grandes bancos de inversión que, confiados, les vendieron permutas de incumplimiento crediticio.

¿Cuál fue la respuesta de los técnicos? Para entonces, Henry Paulson era el secretario del Tesoro de los Estados Unidos. El banquero, quien antes se había desempeñado como director ejecutivo de Goldman Sachs, inicialmente tomó la previsible decisión de resolver el problema con el menor grado de intervención estatal. Pero, como consecuencia de la falta de liquidez causada por la apuesta, se descalabró Lehman Brothers, el cuarto banco de inversión más grande de EE. UU., y el siguiente en la lista era Merrill Lynch. A diferencia de lo ocurrido con el New Deal de Franklin D. Roosevelt en los 30, el remedio para evitar la quiebra de Merrill Lynch (encabezado entonces por el exdirector de operaciones de Goldman Sachs) fue su adquisición por Bank of America.

¡Se invirtieron 50 mil millones de dólares para rescatar a Merrill Lynch! Los técnicos estaban tan equivocados en su solución neoliberal para la crisis, que Bank of America pasó de ganar 21 mil millones de dólares en 2006 a 4 mil millones en 2008, año en el que cada acción se vendió por tan solo 2,53 dólares. Cuando el Gobierno se vio en la obligación de nacionalizar indirectamente la banca privada en septiembre de 2008, miles de personas ya habían perdido sus casas.

En este caso, la experiencia no fue suficiente para tomar las mejores decisiones. El trabajo constante siempre brinda un conocimiento invaluable, pero a veces la frescura de agentes inteligentes y hábiles puede vencer a los más experimentados banqueros de Goldman Sachs. Michael Burry, interpretado por Christian Bale en la mencionada película, tenía 34 años cuando hizo su gran apuesta. En cuanto a la eficacia de la técnica para subvertir su jugada, podría decirse que las familias desalojadas esperaban un poco más de solidaridad en ese ajeno Monopoly.

Ojalá los argentinos, que están sufriendo una gran presión económica, lo tengan en cuenta a la hora de votar por populistas de derecha. Su única diferencia con los demagogos de izquierda es que estos construyen su discurso con base en el descontento social, pero los caballos de batalla de ambos son la frustración y la desesperación, instrumentos para tocar las pasiones bajas del electorado. ¿O acaso Ariel Ávila no abandonó su rigor académico e investigativo en las regionales por intereses meramente electorales? La desesperación anima ataques infundados en contra de discursos moderados de estabilidad, a través de desinformación, manipulación y polarización del electorado por parte de los extremos del espectro político.

Además, el concepto de libertad, en el sentido de libre albedrío, dificulta la adopción de un discurso político basado en las instituciones, pero se trata de un cambio de visión necesario para materializar las bases de nuestro sistema político. A través de las reglas y principios que regulan su ejercicio, se expresan los fundamentos de la república. Pero, en sí misma, la estructura es insuficiente. En 2023, la suprema autoridad administrativa insistió en hacer proselitismo, mientras que algunos corruptos se aprovecharon de los vacíos de la impresentable Reforma Cabello para participar en política. Queda mucho por hacer para que la satisfacción del interés general y la construcción del bien común se ajusten a los procedimientos democráticos.

Afortunadamente, en Colombia renacen propuestas y discursos que, con transparencia, inclusión y participación de mujeres, territorios y minorías, buscan formas de resolver los problemas de los colombianos. Es así como las instituciones, no las personas, se distinguieron en la campaña de Bogotá. Colombia necesita que hablemos de la Presidencia, no del presidente; de la Alcaldía, no del alcalde; del Congreso, no del congresista, y del Concejo, no del concejal.

Este domingo se envió un mensaje contundente: quienes recogieron las banderas del descontento de 2021 no son la solución al desosiego. Conservemos entonces la esperanza. Aunque haya una sensación de estancamiento para buena parte de la población, el desgaste de los sistemas políticos y económicos del mundo democrático no significa que sea hora de tirar la toalla de los valores republicanos. La historia nos demuestra que las alternativas personalistas solo empeoran las cosas para el común de la población, pues resulta más sencillo dirigir el poder a la satisfacción del ego, la familia y los amigos más allegados a la autoridad

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Nicolás Otero Álvarez
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