Ya pasaron quince días desde las elecciones regionales, me atrevo a decir, que por el contundente resultado en casi todo el país, los colombianos celebramos lo que fue una hermosa victoria, no solo de la democracia, sino también de expresiones distintas a lo que representa hoy el Gobierno Nacional, por unos días sentimos esperanza de que pronto acabará la demagogia, la falta de rigor técnico y la promoción desmedida de ideologías políticas trasnochadas y sin sustento, ganaron opciones más conciliadoras, alejadas de la confrontación absurda a la que nos quiere someter Petro y el pacto histórico.
Así lo quieran negar, las elecciones del domingo 29 de octubre fueron un plebiscito al gobierno, lo que mostraron las urnas fue descontento, desazón, incertidumbre y cansancio con el mandato del “cambio”. Pero como después de toda fiesta, una vez pasada la emoción, poco a poco vamos aterrizando en la dolorosa realidad política que nos aqueja.
Hoy tenemos nuevos mandatarios locales electos, sus gobiernos empiezan frescos el próximo primero de enero y su periodo se extenderá por cuatro años. Al gobierno de Petro, para ese entonces, le quedarán aproximadamente dos años y medio más de mandato, así que lo quieran o no, los nuevos alcaldes y gobernadores se tendrán que entender con Petro, y a su vez él con los nuevos mandatarios territoriales.
No será nada fácil, Petro ya empezó a pelar el cobre, lejos de ser un estadista, el presidente parece más un pandillero de barrio, en vez de convocar a todos los elegidos, lo hace solo con los que considera “cercanos”. Tanto que critican a Uribe y en sus mandatos gobernó para todos los colombianos, basta que le pregunten a Navarro Wolf quien para ese entonces era gobernador de Nariño, a los alcaldes de izquierda de Bogotá que coincidieron en sus periodos o a la familia del finado Horacio Serpa. Un presidente se elige para gobernar a todos los colombianos, no para ayudar solo a quienes cree están con él.
Petro no tiene el país en su cabeza, no actúa pensando en el bien común, todos los días abre diferentes frentes de confrontación política; con el congreso, las cortes, los entes de control, incluso, ya extendió su espíritu confrontacional al medio oriente y quién sabe a donde más lo llevará. Días difíciles tendrán los gobernantes que no se consideran “amigos” al Palacio de Nariño y no es importante o relevante por ellos, sino por las verdaderas víctimas de la mezquindad petrista, quienes realmente seguirán sufriendo del desgobierno serán los ciudadanos de a pie.
Es por esa razón, que los nuevos alcaldes y gobernadores tienen cero margen de error, su esfuerzo debe ser el doble o el triple que en épocas normales, deberán hacer uso de su imaginación, ser innovadores y asertivos, el gobierno ya dio indicios de quererlos “ahogar” políticamente. Seguramente será difícil cofinanciar proyectos estratégicos, la dirección del orden público será una pesadilla de empezar a llegar contraórdenes de Bogotá, eso sin contar con lo que seguramente será un constante hostigamiento ideológico y político desde las bodegas petristas y desde el mismo palacio.
Fico, Galán, Éder, Andrés Julián, Juvenal, empezaron bien. Sus equipos de empalme son técnicos y de muy alto nivel, en el caso de Medellín a la par del empalme el alcalde electo empezó a hacer una auditoria forense, seguramente encontrará mucha más porquería que la que ya conocemos.
Es un buen comienzo para lo que serán al menos dos años de convulsión política, además, con nueva campaña presidencial abordo. Todos los nuevos elegidos deberán hacer administraciones excepcionales, serias, beneficiosas para los territorios, ejemplares en el manejo de recursos públicos, conciliadoras en lo social, estrictas en el manejo de la seguridad y promotoras del desarrollo económico y la generación de empleo, de todos los nuevos gobernantes territoriales depende en buena medida, salir del hondo hueco donde nos quiere terminar de meter la extrema izquierda petrista.