Nuestra democracia está en juego. Estamos ad portas de una elección que podría partir en dos la historia de Colombia y no precisamente por un futuro prometedor, sino por el riesgo de caer en un estado de anarquía, odio y opresión en manos de los que dicen llamarse progresistas, o por un eventual mal gobierno que de llegar a rodearse bien, podría incluso dar buenos frutos.
Nos enfrentamos a dos candidatos presidenciales que infunden amores y odios, pero el bien de nuestra nación prima sobre los intereses particulares y tenemos que ser contundentes. Sin duda alguna, tengo la certeza de que será mejor tener 4 años de mal gobierno, que 40 de una dictadura socialista.
El próximo 19 de junio tendremos como opciones en el tarjetón electoral, las imágenes de Gustavo Petro y Rodolfo Hernández. Y si, también aparecerá una casilla para el voto en blanco, ese voto que hoy los petristas se encargan de difundir, con la única intención de disminuir la ventaja que Rodolfo podría sacarle a su buen amado, señor de las bolsas.
Los demócratas no podemos caer en la trampa que han tendido los del pacto criminal, para buscar que los más de 5 millones de ciudadanos que votamos por Fico el pasado 29 de mayo, elijamos el voto en blanco en la segunda vuelta. Un voto que no tendría ningún efecto jurídico en los próximos comicios, porque si bien es cierto que es una decisión legítima de cada individuo, los resultados no se verán afectados, ni siquiera si el voto en blanco llegara a ser mayoría.
Es decir, que si usted está pensando que con el voto en blanco se volvería a hacer una elección porque no le gusta ninguno de los dos candidatos, lamento decirle que no sucederá, pues en el único escenario que eso podría pasar sería en primera vuelta y allí los resultados fueron otros.
Según la constitución de Colombia, en el parágrafo 1º del artículo 258 se precisa que “deberá repetirse por una sola vez la votación para elegir miembros de una corporación pública, gobernador, alcalde o la primera vuelta en las elecciones presidenciales, cuando del total de votos válidos, los votos en blanco constituyan la mayoría; y tratándose de elecciones unipersonales no podrán presentarse los mismos candidatos”.
De manera que en la segunda vuelta, solo se trata de un acto simbólico y el ganador, sin excepción, sería el candidato con mayor número de votos. Es decir que todas aquellas personas que no quieren que Gustavo Petro sea su presidente, deberán evitar a toda costa que este personaje consiga saciar su sed de poder, esa sed que lo ha llevado tantas veces a ser candidato presidencial y que hoy nos tiene entre la espada y la pared.
Entonces la única forma de evitarlo es votando, pero no en blanco, sino votando por el contrincante de Petro que Colombia eligió, esa es nuestra única estrategia para evitar que un gobierno de izquierda convierta a Colombia, en otro fracasado proyecto sin frutos, como se ha demostrado en otros países de America Latina.
No repitamos la historia de países como Chile y Perú, en donde el abstencionismo y el voto en blanco, fueron los protagonistas y le dieron la ventaja a lideres nefastos como Gabriel Boric y Pedro Castillo, que pese a llevar poco tiempo en el poder, han mostrado su poca capacidad para dirigir sus países y han puesto de manifiesto el descontento popular.
Así que el voto en blanco no es una opción, o por lo menos en esta oportunidad, no lo será, a no ser que queramos que el pacto criminal haga de las suyas y nos lleve a un callejón sin salida.